LAS ARMAS DE LOS CONQUISTADORES (IV) - BALLESTAS

Hoy en BHM seguimos con la serie dedicada a las armas de los conquistadores y esta vez David Nievas nos hablará sobre el uso de las ballestas en América.


Aunque las armas de fuego fueron muy importantes en la Conquista de México, el número de escopetas o arcabuces siempre sería inferior al de ballestas, incluso tras la llegada de Cortés a Veracruz en 1519. Las "humildes" ballestas fueron igualmente determinantes en la Conquista del Perú, una década más tarde.
A pesar de que puede parecer un arma sencilla, la ballesta era el fruto de siglos de desarrollo de tecnología bélica, que podemos trazar desde la lejana época de los Reinos Combatientes en China. Muchos expertos armeros han señalado que solo ciertas sociedades, con una capacidad industrial determinada, han podido producir ballestas como paso intermedio entre el arco y el arma de fuego, mientras que otras dieron éste salto por no poseer el conocimiento técnico o la industria necesaria.
"Ballestero y arcabucero de las tropas de Hernán Cortés".
Dionisio Álvarez Cueto
En Europa, la ballesta vive un gran desarrollo durante la Baja Edad Media, lo que propicia que como antecesora del arcabuz fuera denunciada por la iglesia (se prohibió en un Concilio Laterano su uso contra cristianos, pero no se obedeció ésta norma). Durante los siglos XIV y XV las ballestas fueron el arma a distancia preferida por los ejércitos de Europa Occidental (con la notable excepción de los ingleses), así como para armar a milicias o levas semipermanentes propias de concejos o de la nobleza, como en fue el caso de los ballesteros del Conto en Portugal o los cuadrilleros de la Santa Hermandad en España (fundados en la década de 1470 por los Reyes Católicos para combatir los desmanes en los caminos, campos y despoblados, así como para servir de milicias reales en eventuales conflictos).
Aunque a comienzos del siglo XVI estaba resultando una arma cada vez más desfasada en el contexto bélico europeo, la ballesta todavía se usaría profusamente en la caza, en conflictos de baja intensidad, en la conquista de las tierras americanas y para armar a milicias.
A diferencia del arcabuz o escopeta, que podía ser bastante impreciso, la ballesta era un arma con una precisión tremenda. Sus versiones con verga de cuerno o acero, así como la cuerda trenzada que las cargaba, podían imprimir una fuerza netamente superior a la de cualquier arco (incluido el longbow inglés o el arco compuesto asiático) dada la imposibilidad de cargarlas a mano sin medios mecánicos.
Ballestero de mesnada de cibdad o villa - Espingarderos de mesnadas realengas.
Álbum de la Infantería española de Conde de Canard
Existían varios tipos de ballesta, aunque generalmente poseían una morfología similar, con una cureña de madera con una guía o canal, un gatillo para liberar la nuez, que era donde encajaba la cuerda una vez cargada, la verga o arco que contenía la cuerda trenzada y un estribo en la parte inferior, que se apoyaba en el suelo (las ballestas se cargaban en posición vertical) y donde se metía el pie para impedir que el arma se moviera durante el proceso de carga.
Las más comunes fueron las ballestas de palo, así llamadas por el arco o verga era de madera. Debido a ésto, eran las ballestas con menos poder de apertura y, por lo tanto, de penetración y alcance. Pero también eran las más rápidas de cargar. La ballesta de palo podía disparar hasta tres veces por minuto y se cargaba utilizando un gancho en el cinto, la gafa o pata de cabra (un mecanismo de palanca compuesta) o incluso con las propias manos (aunque requería de una fuerza considerable).
Partes de la ballesta. Autor desconocido
Desarrollo de las mismas fueron las ballestas de hierro, con la verga de acero. Éstas eran imposibles de cargar a mano, debiendo usarse como mínimo una gafa o cranequín. El cranequín era un mecanismo de ruedas y dientes sobre una guía que se ajustaba al arma y que se cargaba con ayuda de una manivela. Las ballestas de hierro podían penetrar casi cualquier armadura, exceptuando las diseñadas para resistir las armas de fuego, pero su carga era más lenta.
Por último, existían los ballestones o arbalistas, que eran grandes ballestas con un poder de penetración y alcance equivalentes o superiores a los de las primeras armas de fuego. Se cargaban con ayuda de un cranequín o un armatoste, que era un sistema de polea y torno bastante complejo que permitía su carga en un tiempo más lento que el de las ballestas de hierro o las de palo.
Arbalista. Museo del Château de Morges Suiza
El ballestero cargaba con una aljaba impermeable, también llamada cacerina, donde además de guardar las saetas podían colgar el sistema de carga y conservar la cuerda impermeabilizada durante los viajes (una cuerda mojada perdía en gran medida su efectividad, razón por la que cuando alguien gastaba una travesura a un ballestero solía "mearle las cuerdas" cuando esté estaba dormido). No obstante, la cuerda solo podía montarse con ayuda de un torno de armero.
El proyectil, o saeta, era de menor tamaño que una flecha (aunque generalmente más ancho) y solo poseía dos plumas para su estabilización en vuelo, dado que a diferencia del arco, la guía por la que se deslizaba hacía que el proyectil ya fuera bien enfilado desde el mismo momento en que abandonaba el arma. Las saetas tenían diferentes tipos de punta, en función del trabajo que fueran a desarrollar: las más penetrantes, eran más puntiagudas y estrechas (pasadores), mientras que las que provocaban mayor daño sobre la carne desnuda o la ropa no acolchada eran las puntas con formas algo más anchas. Existían versiones de la saeta pensadas para cortar cabos de las naves enemigas, y también una particularmente célebre para ejecutar a los prisioneros: el cuadrillo. El cuadrillo tenía una punta especial, y se disparaba de costado al reo arrodillado de forma que le desventraba.
Los ballesteros en la época de Cortés no utilizaban los famosos paveses, los escudos portátiles que se apoyaban solos en el suelo y tras de los que los ballesteros de los dos siglos anteriores se protegían mientras recargaban el arma (Nota BHM: en España existían los peones empavesados de los queya os hablamos). Aunque es fácil pensar que un contexto americano era preferible que los ballesteros fueran "sueltos" y se cubrieran detrás de otros compañeros o de elementos naturales o arquitectónicos, lo cierto es que ya se representa a los ballesteros peleando de ésta manera en Europa a comienzos del siglo XVI.
Dos ballesteros y un empavesado con dardo en la batalla de Higueruela.
Fuente web tercios de Flandes
Cortés emplearía a sus ballesteros, que eran 32 al inicio de la conquista, de modo similar a los arcabuceros. Durante las batallas campales, los ballesteros se protegían detrás de sus compañeros rodeleros y seleccionaban sus blancos entre la oficialidad y los guerreros de élite del enemigo, para privarles de esa manera de una guía efectiva durante el combate. En acciones abiertas o de escaramuza operaban "sueltos" en pequeñas escuadras en conjunto con otros compañeros que les protegían, buscando emboscar al enemigo, atacarle desde una posición ventajosa o seleccionar sus blancos para hacer al enemigo el mayor daño posible.
Se cita a Sebastián Rodriguez, un portugués, como armero de ballestas de la expedición de Cortés, por lo que contaban con una persona capacitada para reparar las armas rotas, construir otras nuevas, tallar saetas y crear puntas con moldes a partir de metales con punto de fusión ligero (aunque también es posible que utilizaran virotes con punta de madera endurecida al fuego cuando los pasadores con punta de metal escasearan o no quisieran utilizarse para conservarlos contra objetivos importantes).
Su armamento defensivo era variable, aunque preferían al igual que los arcabuceros protecciones ligeras que les permitieran cierta movilidad. No obstante, en ésta época no era infrecuente tampoco que ballesteros o arcabuceros contemporáneos tuvieran petos, cascos y otras protecciones de cierta entidad. Además, llevaban lo que se consideraba "armas blancas defensivas", que eran la espada (en sus diferentes variantes) y ocasionalmente la daga.
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Ballesteros en la batalla de Higueruela. Fuente Ejercitodeflandes
“Armas de los conquistadores (IV) – Las ballestas” David Nievas – Bellumartis Historia Militar

Comentarios

  1. Fantástico, gracias por dar más información sobre está arma

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