LAS ARMAS DE LOS CONQUISTADORES (III) - ARTILLERÍA

Seguimos con la serie de artículos de David Nievas dedicadas a las armas de los conquistadores de América y esta vez se dirige a la Santa Bárbara para disparar con pólvora del rey.


Si para algo no estaban preparados los combatientes mesoamericanos de en 1519, era para el poder de la artillería castellana. Y no es que ésta fuera, en comparación con su contemporánea la afamada artillería francesa, de gran calibre o de moderna factura. Sin embargo, eran ese tipo de piezas, las que se citan en las crónicas de la hueste cortesiana, las que habían resultado determinantes para dejar obsoletos a los castillos medievales de altos y quebradizos muros de piedra, tapial o mampuesto.
En efecto, la artillería había supuesto un cambio fundamental en la guerra desitio de la Europa contemporánea, que se encontraba en plena fase de adaptación para superar éste desafío, sobre todo gracias a las innovaciones de los ingenieros italianos que debieron pensar una solución al poder de la artillería del rey de Francia durante la Guerra del Yeso (1494-1498).
Los Reyes Católicos destinaron grandes sumas de dinero para crear un parque de artillería que les permitiera derrotar al Reino Nazarí de Granada (ilustración de portada de Angus McBride sobre esta guerra para Granada 1492 de Osprey Publishing), y posteriormente asegurarse un lugar en el concierto de las naciones e implementar una activa política intervencionista en las guerras italianas. Uno de los centros de producción de ésta nueva artillería sería Medina del Campo, que se convertiría en símbolo del poder real frente a la nobleza todavía levantisca.
Las crónicas citan una diversidad de piezas de artillería en la expedición de Cortés, con insistencia en los tiros de bronce, las bombardas, falconetes y culebrinas, la mayoría de ellos de bajo calibre.
La bombarda era la pieza de artillería de tipología más antigua de las citadas. Se fabricaba en hierro o bronce, y constaba de una cureña (afuste de madera) que podía ser de varios tipos (incluyendo la cureña con ruedas, de mayor movilidad), una recámara y la "caña" o ánima del cañón, que estaba reforzada con varios anillos. La bombarda era una pieza de retrocarga, lo que suponía que cada vez que debía dispararse se abría la recámara con un golpe de martillo, se recargaba situando la pólvora, taco y bala de cañón en la misma y se la reemplazaba, volviendo a encajarla antes de derramar pólvora fina en el oído comunicante y dar fuego al arma.
Bombarda de dimensiones similares a las empleadas por Cortes. Autor desconocido
Al igual que con el falconete, una pieza pivotante de menor calibre que solía utilizarse en los barcos como defensa contra los abordajes, la costumbre era tener preparada otra recámara ya cargada, lo que mejoraba la cadencia de tiro (que no obstante debía controlarse para no recalentar el arma).
Falconete pedrero en la borda de una barco. Autor desconocido
El proyectil preferido en bombardas y falconetes era el bolaño, que era una bala de cañón labrada en piedra por los propios artilleros de la dotación, ya que cada pieza tenía su propio calibre y había que adaptar el proyectil en cada caso. Aunque no tenía el poder de penetración de la bala de metal, más utilizada ya en Europa en la guerra de sitio, el bolaño poseía empuje suficiente para provocar daños estructurales. Además, si se utilizaba un tipo de piedra de menor dureza, el proyectil se convertía en una lluvia de metralla cuando se rompía (por esto al falconete también se le llamaba "pedrero" y era tan útil para repeler abordajes).
Bolaños empleados en el sitio de Algeciras. Wikicommons

También se citan tiros de bronce, más modernos, pudiendo ser éstos de tipo bombarda o de avancarga, como ya se estilaban en Europa. El cañón de avancarga mejoraba la combustión y alcance del arma, por lo que podía compensar su menor calibre frente a la bombarda. La recarga era, sin embargo, más lenta, debiendo introducir cada proyectil por la boca del cañón y comprimirlo con la pólvora y el taco a golpes de baqueta. También requería de más cuidados tras varios disparos, ya que la zona de combustión no quedaba expuesta y para limpiar los rescoldos de llama o pólvora no combustionada era necesario usar otro tipo de baquetas, como la lanada (baqueta con un trapo o textil empapado en agua o vinagre) o el sacatacos (baqueta con punta helicoidal que servía para raspar las paredes del ánima del cañón y capturar cualquier trozo de taco que quedara dentro del ánima para sacarlo y evitar accidentes). Entre éste tipo de piezas se encontraba la culebrina, que de ordinarío poseía un calibre bastante respetable.
Para la toma de Tenochtitlán, Cortés mandaría traer más cañones, algunos de ellos de grueso calibre, para utilizarlos en la guerra de sitio para tareas de demolición a mayor distancia.
Bombarda encontrada en el Puerto de Santander. Museo del Ejercito de España
Como curiosidad, se decía que Malinalli (Malinche), la traductora y consejera de Cortés, era tan valiosa "como varios cañones de bronce", lo que nos indica el valor que le dieron los castellanos a los cañones durante la campaña.
ESTAS HISTORIAS DE BHM OS PUEDEN INTERESAR:
Tren de artillería en la transición de los siglos XV y XVI

“Las armas de los conquistadores (III) – Artillería” David Nievas Muñoz – Bellumartis Historia Militar

Comentarios

SÍGUENOS

  Siguenos en Facebook Síguenos en Twitter Siguenos por RSS Siguenos en YouTube Siguenos en Pinterest Siguenos en Blogger