TRAGEDIA EN VIVEIRO: el naufragio de la Santa María Magdalena en 1810


Dime, bergantín Palomo,
¿dónde fue tu perdición?
En la ría de Vivero
al toque de la oración.
Di fragata Magdalena,
¿qué mal viento te dio el mar?
Todos los vientos son buenos
si Dios no da tempestad.
Hoy José Francisco Gil, un nuevo colaborador de BHM experto en la mar, nos trae uno de los mayores naufragios de la Historia Militar Española en las aparentes tranquilas aguas de la foto de portada.
La fragata Santa María Magdalena, que fue construida en 1773 en los Astilleros de Esteiro (en Ferrol), tenía 41 m. d eslora, 10 m. de manga, montaba 38 cañones, y desplazaba 500 toneladas, naufragó junto con el bergantín Palomo en 1810, en Covas, en la Ría de Viveiro (Lugo). Los dos buques formaban parte de la flota hispano-inglesa que tenía como misión defender la costa cantábrica contra los ataques de los franceses.
Maqueta de la fragata Santa María Magdalena en escala 1/14. Museo Naval de Ferrol.
La Magdalena fue un gran buque, que contaba con buenas cualidades marineras, entre ellas la velocidad, con las que estuvo prestando servicio en la Armada en aquella época. Y cuenta la historia que cuando los franceses invadieron Ferrol, en 1809, la fragata se encontraba allí fondeada, y el Ministro Mazarredo, parece que consiguió evitar que se izara en ella el pabellón francés. Un año después, en 1810, se organizó una escuadra hispano-inglesa, la Expedición Cántabra, con intención de tomar Gijón en un ataque relámpago, con el objetivo de distraer al enemigo y después dirigirse a Santoña (Cantabria), el verdadero objetivo de la campaña. Santoña era un enclave estratégico de la costa cantábrica en aquella época. La expedición española, que estaba formada por 20 unidades mercantes, al mando de Antonio Renovales (nota BHM: la unidad de ataque atierra estaba compuesta por 1.200 españoles y 800 británicos), y junto a ellas, la fragata Magdalena (buque insignia a cuyo mando se encontraba el capitán Blas de Salcedo), y el bergantín Palomo. Más tarde, a la altura de Ribadeo, se incorporaron a la expedición la goleta Liniers, los cañoneros Corzo, Gorrión, Estrago y Sorpresa, junto a otras unidades británicas.
Una vez alcanzada la costa cántabra, la escuadra fondeó en aquella zona, pero debido a la llegada de un fuerte temporal del noroeste, se vio obligada a levar anclas ante los numerosos garreos, y la Magdalena y el Palomo se hicieron a la mar para capear el temporal, iniciando la que sería su muerte anunciada. La escuadra decidió reagruparse en la Ría de Viveiro, y mientras se procedía al reaprovisionamiento, ocurrió la tragedia.  En la noche del 1 al 2 de noviembre de 1810 se levantó un fuerte temporal del NE., y la Magdalena acabó encallando en la Playa de Covas, donde el oleaje la deshizo sin piedad. El Palomo se estrelló contra los acantilados de Sacido, donde aguantó casi hasta el amanecer, momento en que se partió en dos.

Playa de Covas con las rocas conocidas como los Castelos donde golpeó el navío.
Crédito fotografía: Bellumartis Historia Militar
La fragata intentó fondear mediante sus dos anclas (una de ellas quedó finalmente en un monumento de la playa), pero la fuerza del viento sobre las velas provocó el garreo. Y minutos después, cayó el palo mayor, arrastrando tras él la mayor parte de las velas. El barco quedó sin gobierno, y a la deriva. En un intento final desesperado, Salcedo cortó los palos para que el buque no fuera arrastrado por sus propias velas, aunque no consiguió evitar que se produjera una vía de agua al embestir contra la fragata inglesa Narcisus, quedando finalmente varada en los Castelos, cerca de la orilla. Desde la playa, las personas del pueblo veían cómo se desarrollaba la tragedia y algunos pescadores, intentaron ayudar, pero todo esfuerzo fue inútil. En ese momento Salcedo ordenó que se abandonara el buque, y la tripulación intentó llegar nadando hasta la playa, ya que la distancia a la orilla era corta. Pero la resaca del mar no ayudaba, y sólo unos pocos pudieron alcanzar la orilla. Uno de los pocos que pudo alcanzar la orilla fue el guardiamarina Blas Salcedo Reguera, pero cuenta una parte de la historia, que al escuchar entre las voces pidiendo auxilio, la de su padre, el comandante Blas de Salcedo, se adentró de nuevo entre las olas, para encontrar su triste final. A la mañana siguiente se pudo contemplar un cuadro de desolación terrible, con algunos tablones flotando, centenares de cadáveres y extenuados náufragos heridos y agotados por el esfuerzo. De los 508 tripulantes de la Magdalena, solo llegaron vivos a la playa ocho, pero cinco de ellos murieron a las pocas horas. La cifra de muertos se elevó a 480. La práctica totalidad de los muertos fueron arrastrados aquella noche, por la mar, a la playa de Covas. Murieron también 70 hombres del “Palomo”, por lo que la cifra total de fallecidos (550) la convierten en una de las mayores tragedias marítimas ocurridas en la costa española. La gran cantidad de cadáveres existentes en la playa obligó a que algunos fueran enterrados en las dunas de la playa de Covas.
Cañón de la fragata y recreación del aparejo en Viveiro.
Crédito fotográfico: Bellumartis Historia Militar
Existió un acontecimiento en aquella tragedia, que tuvo mucha repercusión, por el hecho de que apareció el cuerpo del capitán de navío Blas de Salcedo abrazado al de su hijo, lo que hizo que la Armada prohibiese el embarque de padres e hijos, o hermanos, en el mismo buque, mediante promulgación de las Cortes de Cádiz emitida por la real orden que desde aquel momento impediría que embarcaran en los buques de guerra padres e hijos, así como hermanos, en la misma dotación. Esta orden, que parece que sigue vigente, pretende impedir que un marino tome decisiones erróneas basadas en la comprensible preocupación por la situación de sus familiares directos, hecho por otro lado no está certificado que ocurriera en el caso de la Magdalena. No está claro si ocurrió este problema, o si por el contrario el hijo murió al intentar salvar a su padre, como cuenta la otra versión de la historia.
Monumento en la Playa de Covas
Crédito fotográfico: Bellumartis Historia Militar
Dice una leyenda que, si se acude a Covas la noche de todos los Santos, fecha en que ocurrió el naufragio, por encima del umbral del sonido de las olas puede oírse el grito de:
“Padre aguanta, voy a salvarte”
 Las gentes de mar de esa zona aseguran que algunas noches entre el 1 y 2 de noviembre, casi al alba, entre las olas puede llegar a aparecer un joven con el uniforme de catorce botones de los guardiamarinas, adentrándose en la mar en dirección a los Castelos, para intentar ayudar a un comandante que estaba intentando alcanzar la orilla.
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Monumento a las victimas, frontal
Crédito fotográfico: Bellumartis Historia Militar 
Monumento a las victimas, detalla de la placa conmemorativa
Crédito fotográfico: Bellumartis Historia Militar 

“Tragedia en Viveiro: el naufragio de la Santa María Magdalena en 1810” José Francisco Gil – Bellumartis Historia Militar

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