Tras las reformas de Cayo Mario a
finales del siglo II a.C. en las guerras contra los cimbrios y teutones se
comenzó a denominar a los legionarios como las mulas de Mario, muli mariani. ¿Por qué mulas? ¿Por qué un
nombre tan poco marcial o heroico?
Plutarco en sus vidas paralelas
dedicada a este personaje nos da dos explicaciones sobre el origen de la
expresión. En la primera se muestra el perfeccionismo y espíritu trabajador de
Mario en el cumplimiento de las obligaciones castrenses “Porque queriendo Escipión, cuando sitiaba a Numancia, pasar revista, no
sólo de armas y caballos, sino también de acémilas y carros, para ver en qué
estado tenía cada uno estas cosas, se dice que Mario presentó un caballo
perfectamente cuidado y mantenido por él mismo, y además un mulo, sobresaliendo
entre todos en gordura, en mansedumbre y en fuerza.” Por lo que cuando se
quería alabar a alguien como buen trabajador, sufrido, le llaman mulo de Mario
en recuerdo de esa historia.
La
segunda de las acepciones, y la más aceptada por todos los historiadores, se
debe al carácter abnegado de los legionarios que transportaban sobre sus
espaldas todo el equipamiento Militar “En
la marcha hacía de camino trabajar a la tropa, ejercitándola en toda especie de
correrías y en jornadas largas, y precisando a los soldados a llevar y preparar
por sí mismos lo que diariamente había de servirles: de donde dicen proviene el
que desde entonces a los aficionados al trabajo, y a los que con presteza
ejecutan lo que se les manda, se les llame mulos marianos”.
El
motivo de convertir a los milites en
portadores de su equipación, fue el deseo del Tercer Fundador de Roma, apodo que se daría a Cayo Mario tras su
victoria contra amenaza bárbara, de reducir el convoy de suministros de las
legiones. En el periodo republicano donde los legionarios eran propietarios era
habitual que acudiesen a la guerra con sus esclavos que les llevaban sus
enseres y les preparaban la comida. Además como nos muestran las crónicas de la
Guerra contra los celtiberos, era habitual que mercaderes siguiesen a los ejércitos
para suministrarles de todo lo que necesitaban a cambio de unas monedas.
Cayo Mario gracias a las lecciones
aprendidas durante su estancia en Numancia bajo el mando de Escipión Emiliano, el africano menor y numantino, y en África
con Mételo descubrió las virtudes de reducir los trenes de suministro. La logística una de las mayores complicaciones
de un ejército en campaña pese a que los ejércitos de la antigüedad se solían
avituallar con lo que recogían en los campos por donde avanzaban, como dijo
Catón el Viejo Bellum se ipsum alet no se podía evitar tener que transportar
parte del suministro.
Contubernio con todo su equipación. La panoplia es propia del S. I y II d.c |
Mario
siguiendo los pasos de estos, eliminando el tren de bagajes reduciendo a una
mula por cada contubernio, entre 6 y
10 hombres aunque lo normal eran 8 que compartían los
momentos de lucha, trabajo y descanso, además cada legionario transportaba su
propio equipamiento y alimentos para
tres días, entre 30 a 40 kilos de peso, sin olvidar a los esclavos de la legión
ya no particulares. Al reducir el tren de suministros a unas mil mulas se consiguió
aumentar el ritmo de marcha a unos cinco kilómetros por hora frente a las poco
más de dos en periodos anteriores.
Mula contubernial. Grabado columna trajana |
La mula contubernial (unas
750 por legión) era la responsable del trasporte de la tienda de campaña, muy
similar a las actuales canadienses, en la que dormirían 6 hombres ya que dos
estaban de guardia. Normalmente estaba fabricada en cuero tratado con grasas o
aceites para lograr la impermeabilización aunque en lugares desérticos se
usaban tejidos más frescos como el lino. Según los últimos estudios experimentales
la tienda podría pesar unos 40 kilos y casi diez más si estaba empapada por la
lluvia. Si esto era poco para la acémila además debía trasportar el molino de
piedra para hacer la harina del contubernio, parte de los utensilios de cocina
como un caldero de grandes dimensiones y comida en grandes sacos. También parte
de los elementos metálicos que no trasportaban cada uno de los legionarios como
las picas de la tienda, cadenas, y herramientas colectivas.
Además
cada legionario transportaba además de su propio equipamiento de combate (véase panoplia romana siglo II a.C.), sus herramientas de trabajo y alimentos
para tres días, entre 30 a 40 kilos de peso dependiendo la duración de la
campaña y el escenario.
Mula de mario con toda la panoplia propia de principios del Sº I a.C. - Associazione Culturale Decima Legio |
Si
tenemos en cuenta que la
panoplia completa ronda los 15 kilos el resto se trasportaban en una furca, un palo largo con un travesaño,
que permitía deshacerse de ella fácilmente para trabar combate. Goldworthy
defiende que Mario fue más bien quien generalizó su uso que su creador, además
aboga por que la furca estaba atada
al pilum pesado. Del
travesaño se colgaban dos objetos, uno de ellos se supone que es la capa enrollada
para ser usada como manta por las noches, y el otro una especie de bolsa de
cuero en la que podían llevar las raciones de comida y los objetos personales. Dicha
bolsa en forma de sobre, tenía forma rectangular y medía unos 30x45 cms. con
una tapa triangular para cerrarla y algún tipo de cierre, por ejemplo una
anilla central a la que atar una correa cosida a la tapa.
En
cuanto a la carga gastronómica cada uno llevaba su Buccellatum y Frumentum, cereales
en grano que serían hechos harina para comer en gachas en el molino
contubernial. Además un cazo de bronce, trulleus,
una taza de hojalata, patera, una cantimplora metálica y una hoz para
forrajear. Sobre este apero de labranza existe una teoría que defiende que podía
ser empleada como arma contra la caballería, uniéndola a un palo largo como nos
muestra el trabajo del amigo Seán Ó´Brogáin para Roman Legionary 109-58 bc de Osprey.
A la izquierda teoría de la hoz como gancho contra caballería; a la derecha uso de la honda y glandes Ilustración de Seán Ó´brogáin para ROMAN LEGIONARY 109-58 BC. |
Pero
como ya sabemos los legionarios además de soldados eran verdaderos trabajadores
de la construcción por lo que debían portar sus herramientas entre las que
destacan: azadas, desbrozadora, y la piqueta. Esta última conocida en Roma como
dolabra
una herramienta multiusos que podía ser empleada para talar, cortar o
romper y en caso de necesidad en combate tanto para funciones de gastador como
de lucha cuerpo a cuerpo. Es interesante mencionar que ya los romanos usaban
sistemas de protección del filo con una funda de latón que impedía los cortes
en el transporte además de proteger su afilado. Y como no un cesto de mimbre o esparto que se
usaría para cargar tierra en la construcción de los campamentos.
Legionario romano, 69-161 d.C. Podeis ver una dolabra y la protección del filo, una desbrozadora, el sobre de la furca en función de bandolera y la cantimplora Ilustración de Seán Ó´brogáin |
Para
más inri, cada legionario debía transportar entre dos o tres sudes (sing. sudis), estacas de madera, que por su forma se cree que serían
atadas entre si formando un erizo y clavados en el terraplén del vallum del campamento. Se cree que de
forma habitual estas estacas eran trasportadas por la mula pero no esta claro
este aspecto.
Y
como no ropa de repuesto, una esterilla para dormir, un capote para los días fríos
y de lluvia. Además platos y vaso de
barro, una cuchara de madera, un cuchillo,
velas o una linterna de aceite, bolsas de tela para llevar la comida,
dos tarros de cristal para el aceite y sal, agujas para coser, un pellejo para
el agua. Y como no algún recuerdo personal o una divinidad a la que se tenía
una gran devoción ya que se jugaba con la muerte cada poco.
Para
saber más de Cayo Mario y sus reformas os invito a leer mi libro
“Las mulas de Mario y su cargamento” Francisco García Campa – Bellumartis Historia Militar
Comentarios
Publicar un comentario