El cuerpo enfermo de la milicia
española así se
refería Marcos de Isaba a los motines
que sufrieron los ejércitos de la Monarquía Hispánica, que nuestro colaborador Ricardo Sánchez Calvo nos va a explicar
de forma breve y clara para que no os amotinéis.
No obstante, éstos no
fueron algo exclusivo de los tercios españoles, por ejemplo en 1587, un
contingente británico enviado a Flandes para ayudar a los rebeldes se amotinó y
cometió todo tipo de tropelías contra las poblaciones locales, siendo acusados
de ladrones y de ser peor que los españoles, seguramente el peor insulto
que pudiesen pensar. Cabe destacar que estos se sublevaron por la falta de 5
meses de paga. Existe ejemplos también de tropas alemanas que se sublevaron por
la falta de sólo 2 pagas. Cuando lo hacían los tercios, los atrasos superaban
siempre el año e incluso los dos años.
Una característica de los alterados españoles -los soldados preferían ese nombre
al de amotinados, considerado mucho más insultante- era que se amotinaban después de finalizado el combate o la operación,
para evitar que se pusiese en duda su lealtad -el amotinarse, no era otro
gesto sino el de romper temporalmente la lealtad al rey- y para que no se les
considerase como simples mercenarios que buscaban el beneficio económico.
Serán numerosos los
motines que azoten al ejército español. El primero de ellos se produce el 14 de
julio de 1573, tras el asedio de Haarlem, un asedio que estuvo lleno de
dificultades y penurias para los soldados. Finalmente, la ciudad compró su
libertad por 240.000 florines, lo que evitó que fuese saqueada; algo que los exahustos
soldados creían su derecho.
Para que estallase un motín, lo primero era la existencia de rumores o carteles
que avivaban el descontento general, generalmente después de un asedio largo, o
una batalla ganada, lo que daba consciencia a los soldados de su importancia
para el mantenimiento del control del territorio. En algún momento, cuando los
ánimos ya eran los apropiados, se estallaba a gritos de ¡motín! ¡motín!.
A continuación los
amotinados se salían de sus banderas, es decir de su escuadrón y rechazaban a
los mandos superiores. Después con los gritos de ¡A fuera los guzmanes! eran
expulsados los hombres que se sabía que su lealtad era absoluta, generalmente
veteranos o reformados cuyos sueldos eran más altos, pero que seguramente su
situación fuese la misma.
La furia española de 1576, Amberes, según el cuadro del Barón H. Leys, pintado en 1859. Museos Reales de Bélgica, Bruselas |
Luego los amotinados, formaban un nuevo escuadrón y una nueva
enseña. Se pasaba a
elegir a El Electo durante una
misa, y juraba obediencia a sus compañeros. Éste, era una persona que estaba al
mando, aunque en realidad solo realizaba las funciones de portavoz y de
representante frente a las autoridades. Este puesto no otorgaba ningún
privilegio sobre sus compañeros amotinados, aunque como cabeza de la unidad
tenía potestad para mantener la disciplina e imponer castigos a aquellos que
desobedeciesen las órdenes publicadas. El jefe, estaba constantemente vigilado
por sus compañeros y no podía comunicarse o recibir cartas de terceras personas
sin el permiso de sus compañeros. Muchas veces, los mandos eran relevados cada
cierto período de tiempo. Esta desconfianza entre los propios soldados se puede
entender debido al acto tan grave que sabían que estaban cometiendo. Sabían que
su indisciplina y alzamiento les causaría la pena capital, -pero debido a su
propagación por todo el ejército, los mandos sabían que era imposible aplicar
las penas- por ello en el escuadrón amotinado, la disciplina y el orden solía
ser mucho más estricta que en el propio tercio. También se elegía a un sargento
mayor, y a un alférez, al que se le encargaba la enseña. Posteriormente, a
estos mandos una vez finalizado el motín, no se les presentaba un futuro muy
prometedor. Como amotinados, ningún oficial deseaba tener a estos soldados bajo
su mando, además de que se mostraban como figuras de autoridad que podían ser
un problema para los altos grados del ejército. Por ello, muchos de los
amotinados, aportaban una pequeña parte a estos superiores para que pudiesen
retirarse del ejército.
Los bandos y órdenes eran
muy severas, no se permitían desmanes como el juego, las orgías, blasfemias o
borracheras, con penas de castigos físicos o ejecuciones.
Se establecían conversaciones con los mandos superiores para
poder solventar la situación lo antes posible ya que suponía un beneficio para ambas partes. Para
los amotinados, ver cumplidas sus exigencias, y para las autoridades, poder
contar de nuevo con esos soldados, muy valiosos debido siempre a la escasez de
hombres. Cabe destacar que aun amotinados, muchas de estas unidades fueron muy
valiosas en combate, especialmente para huir de ser considerados deshonestos o
poco honorables, y para ello podían combatir con más fiereza que el propio
ejército.
Compañía española. Harmen 13jul1573 |
Los mandos intentaban
atraer de nuevo a los alterados con misivas y buenas palabras, haciendo
creer que comprendían su situación y la respetaban, aunque a medida que los
motines se volvieron más frecuentes, la paciencia y la tolerancia de los mandos
fue en disminución, debido a que se decía que causaban más problemas que las
tropas enemigas. Mientras esto sucedía las tropas amotinadas debían sobrevivir,
y si los oficiales no podían o querían ayudarles, se veían obligados a vivir
por su cuenta. Para ello, se trasladaban a un ciudad o población cercana, en la
cual ocupaban los principales puestos administrativos e intentaban conseguir
todos los beneficios posibles.
Para terminar con los motines, se intentaban muchos medios al
alcance: bandos, castigos severos, amenazas, arengas. Pero lo más rápido y
eficiente era aceptar una parte razonable de las exigencias de los soldados. La
administración real, les ayudaba a través de socorros y pequeñas ayudas. Los
saqueos eran otra manera extraoficial de solventar parte de las deudas. Los
pagos a los soldados se hacían en un orden establecido. Los que tenían
prioridad, eran los españoles e italianos, ya que se encontraban en tierra
ajena, frente a los valones que combatían en su tierra. Estas medidas llevaron
a muchas protestas por parte de las tropas locales, las cuales acumulaban
muchos retrasos en sus pagas y veían poco beneficio de los asedios y los
saqueos.
Amberes en el siglo XVII |
El motín más conocido fue el que llevó al posterior terrible
saqueo de Amberes.
En 1576, un año después de la bancarrota de Felipe II, el tercio de Valdés tras
la captura de Zierikzee en julio, se declaró amotinado. Se trasladó a la ciudad
de Aalst la cual fue saqueada. Las autoridades y los mandos civiles dieron
permiso a la población para combatir a los amotinados, y con la colaboración de
tropas valones y alemanas los rebeldes decidieron tomar el castillo de Amberes.
Con estas noticias, los amotinados que habían rechazado todas las ofertas, se
pusieron en marcha y llegaron el 4 de noviembre a la ciudad. Tras la marcha
renunciaron a comer y descansar y solo aceptaron un vaso de vino ya que en ninguna parte habían de cenar, sino dentro
de la ciudad, una vez rendida. Entre la guarnición del castillo, las tropas que
habían llegado al mando de Julián Romero y Alonso y los amotinados, expulsaron a los rebeldes
mucho más numerosos y comenzaron un saque de tres días de toda la ciudad.
OS PUEDE INTERESAR ESTOS ARTÍCULOS DE BHM:
Incendio del ayuntamiento de Amberes por "la furia española". Grabado de la época |
“Los
motines en los tercios españoles” Ricardo Sánchez Calvo – Bellumartis Historia
Militar
Comentarios
Publicar un comentario