La
barrera entre la infamia y la gloria es muchas veces una delgada línea que no
es fácil de conocer antes de cruzarla. En la historia hubo muchos casos que
hizo que un acto en origen reprobable se convirtiese en un acto heroico digno
de alabanza. A continuación conoceremos uno de los más famosos de la antigüedad
clásica.
En la ilustración del amigo de BHM Seán Ó´Brógáin para Roman Legionary 109-58 bC de Osprey
Publishing, podemos ver ese momento en el que unos centuriones se amotinan
contra su superior, eltribuno de la Legión. El hombre que clava su gladio en el
pecho de su superior es Cneo Petreyo
Atinas que gracias a este acto y a su arriesgada decisión salvo a su legión.
Viajamos
al 102 a.C. cuando Roma se enfrentaba a uno de los mayores peligros, las invasiones Cimbrias y Teutonas. Desde el 113 a.C. estos pueblos
protogermanos en emigración hacia el sur, según Plutarco serían unos 300.000
combatientes, habían amenazado la
frontera norte de la península Itálica e incluso habían infligido a Roma una de
sus mayores derrotas. En la batalla de
Arausio (105 a.C.) debido a las enemistades manifiestas de los dos comandantes
romanos, Nalio y Cepión, las perdidas romanas rondaron los 80.000 legionarios
(entre 10 y 12 legiones) y prácticamente la totalidad de tropas auxiliares y
personal no combatiente (unos 40.000 más).
En
el 102 a.C. Roma se encontraba de nuevo amenazada por cimbrios y teutones junto
con sus aliados, que tras varios años de descanso en las Galias se lanzan a
apoderarse de las riquezas y tierras itálicas. Los dos cónsules de este año, Cayo Mario y Quinto Lutacio Cátulo habían
dividido sus fuerzas para hacer frente al doble ataque bárbaro que se esperaba
para ese verano. A Cátulo le correspondía parar el avance de los cimbrios y
otras tribus menores para evitar que pasasen los Alpes y entrasen al valle del
Po. Mientras que Mario en la
Provincia, la Provenza francesa, detendría el avance de los teutones y
ambrones.
"Barbari ad portas". Angel Garcia Pinto
Libro "Cayo Mario. El Tercer Fundador"
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Comenzó
la construcción de un gran acuartelamiento para esperar la llegada “tras haber
puesto el río Adigio como barrera y haber fortificado los pasos con solidas
empalizadas a ambos lados”. Es decir, creó un campamento base en una posición
asegurada por un foso natural mientras que en los desfiladeros situó varias
guarniciones con la misión de detener el avance mientras llegaban los refuerzos.
Mientras que el fuerte principal estaba al sur del rio, en la otra orilla
construyo una fortaleza que permitiese las patrullas y el suministro a los
puestos avanzado en las montañas. Para mantener un fácil acceso a esos puestos construyó
un puente “para poder socorrer a los de la orilla opuesta” rápidamente cuando los
barbaros atacasen a una de esos puestos avanzados además de permitir una fácil
retirada hacia el valle del Po. Seria en esta fortaleza que guarnecía la otra
orilla es donde estaban destacados nuestros protagonistas, por lo que en caso
de retirada debían o bien cruzar el puente o como en Arausio lanzarse a las
caudalosas aguas.
Seria en un frio día de
octubre, o noviembre (las fechas no están claras) entre nieve y granizo cuando los bárbaros se acercan hacia el campamento romano. Tras superar la
guarnición que protegía el acceso al valle sin que Cátulo enviase al grueso del
ejército en su ayuda, los cimbrios se asentaron en la orilla del rio en espera
de poder cruzarlo. Tenía dos posibilidades la primera tomar el puente o
vadearlo, ambas eran complejas tanto por la crecida del rio como por las
defensas en ambas entradas del puente. Mientras el rey Boeorix y los demás
líderes tribales decidían que hacer, sus guerreros se dedicaban a la guerra
psicológica que tanto les gustaba. Plutarco nos muestra que se presentaban
desnudos en plena granizada y jugaban en la fría nieve usando sus escudos como
trineos para descender de las montañas, como si la proximidad de las legiones
no les intimidase.
En
vez de cruzar el frio y caudaloso río o decidir tomar el puente, los cimbrios
encontraron una solución muy ingeniosa. Su rey Borix mandó cambiar el cauce del
río Adigio, y “como gigantes, talaron las lomas vecinas y arrojaron al río
arboles descuajados, fragmentos de rocas y montones de tierra con los que
cortar la corriente”, así lo describe Plutarco. Mientras cambian el cauce
algunos troncos, por error o intencionadamente, descendieron impulsados por la
corriente, golpeando como arietes los pilares del puente.
Los cimbrios frente a Roma. Boceto de Javier Ferrando |
El
estruendo de los impactos y el estremecimiento del puente hizo caer presas del
pánico a las tropa de Cátulo, ya que temerosos de perder su única salida
deseaban cruzarlo antes de que fuese derruido.
La mayor parte de los romanos abandonaron como alma que lleva el diablo
dejando detrás de si todo su bagaje sin que las ordenes de sus superiores les
hiciese detenerse. Parece que Catulo, según la versión de Plutarco que se
inspiraban en los relatos de Sila que era uno de los lugartenientes del cónsul,
ordenó levantar el águila, hay que destacar que este símbolo fue generalizado por Mario en estaguerra, y se dirigió a toda prisa hacia la vanguardia de la
retirada. Convirtiendo la cobarde huida en una retirada organizada o repliegue
táctico como llamarían los militares de la actualidad.
Mientras
el ejercito huía en masa, una unidad quedo aislada en el campamento. Tras haber
protegido la retaguardia no fueron esperados por lo que fueron bloqueados por
miles de guerreros barbaros dentro de los muros. Rodeados por miles de
guerreros y protegidos por las empalizadas resistieron varios días mientras el
tribuno al mando duda sobre qué hacer e incluso deseaba rendirse aunque tuviese
que humillarse pasando por las horcas (“las horcas caudianas” fue una de las
mayores deshonras para roma ya que sus legionarios se tuvieron que arrodillar
ante el enemigo para pasar por debajo de un palo o de un yugo de bueyes). Cneo
Petreyo Atinas, el primus pilus de la
legión, opinó que la única opción era cortar a través de los cimbrios, pero el
aterrorizado tribuno se negó a liderar tal ataque
Tribuno militar.
Autor Ángel García Pinto
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El
veterano centurión primpilo, tomó el mando asesinado al cobarde oficial y formó
a sus hombre para la batalla. Los demás tribunos de la legión, cinco para ser
exactos, decidieron sabiamente que solo los centuriones con su experiencia
podían sacarles de allí. Los centuriones
encabezados por el Cneo, ahora comándate de toda la legión, en perfecto orden
de batalla salieron de las seguras defensas y combatieron hasta llegar al
puente. Los barbaros en una mezcla de sorpresa y admiración a estos heroicos
hombres que combatieron por su vida, decidieron no perseguirles una vez que alcanzaron
la otra orilla.
Corona graminea |
Para
saber más sobre esta batalla y sobre la Invasión de los cimbrios y teutones os
invito a leer mi libro “Cayo Mario. El Tercer Fundador de Roma” editado por HRM.
“Cneo Petreyo Atinas de amotinado a héroe”
Francisco García Campa – Bellumartis Historia Militar
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