ASEDIO Y DEFENSA DE LA CIUDAD DE JAÉN EN 1465


Hoy Esaú nos va a mostrar cómo era el arte de la guerra en el medievo uniendo la teoría y la práctica, tomando como elemento conductor el asedio y defensa de la capital del Reino de Jaén en el siglo XV.


Durante la Edad Media, en la actitud de los militares prima la actitud defensiva sobre la ofensiva desde que comenzara la construcción con piedras de los castillos en posiciones dominantes sobre el siglo XI. Estas construcciones ofrecían refugio a los defensores y hacían inútiles, por tanto, las ocupaciones de territorios por ejércitos invasores, si éstos antes no rendían o destruían esas fortalezas. Y para ello, no había otros procedimientos que los sitios (prolongados, hasta de varios años), o los costosos asaltos ya sea directos, o por medio de algún tipo de artillería; de forma, que el asedio era la principal actividad bélica, sólo alterada en algunas ocasiones con combates o maniobras de distracción poco efectivas.
En general, todos estos hechos son los que esta historia nos trae, el asedio de la ciudad de Jaén por un ejército invasor, su impotencia ante las murallas, y al fin, su retirada tras conseguir solo causar estragos en el territorio no fortificado.

ANTECEDENTES
No encontramos en el año de 1465, es el noveno año del reinado de Enrique IV, hijo de Juan II y doña María de Aragón, rey en un caótico periodo de discordias civiles que hereda de su antecesor, en las que abundan las humillaciones sobre el poder real. Hasta el momento, la Nobleza castellana ha conseguido derribar al antiguo válido don Álvaro de Luna (y ajusticiarlo), y llegados a este punto no perdonan ni la persona del monarca, siendo el caso que su persona es atacada en lo público y privado.
Enrique IV de Castilla
(Miniatura de un manuscrito del viajero
 alemán Jörg von Ehingen, c. 1455)
Casado Enrique IV con doña Juana de Portugal, pronto se dijo que ésta se encontraba en relaciones con don Beltrán de la Cueva (ubetense y de buena familia) que era mayordomo en el palacio, aunque posteriormente alcanzará los título de Conde de Ledesma (1462) y Maestro de Santiago (1465) además de concedérsele multitud de Villas, lo cual no deja de ser sospechoso.
Los  nobles  antes  mencionados  vieron  con  envidia  tan  fulgurante carrera, así que decidieron desacreditarle, y de paso, al Rey; se dijo que el monarca era impotente y la hija que tuvo, doña Juana, era hija de don Beltrán (llamada desde entonces Juana “La Beltraneja”) Aun así, es reconocida por las Cortes y por los hermanos del Rey, don Alfonso y Doña Isabel (la Católica).
Contra esta heredera los nobles forman una Liga para prender al Rey y asesinar al favorito: solicitan primero al rey que anule el juramento de las Cortes y reconozca como heredero a su hermano Alfonso, para ello, citan a Enrique a una reunión en Medina del Campo (1464) y el rey acepta lo que se le pide, siempre y cuando se case don Alfonso con Juana, algo que los nobles no aceptan. Se le acusa de débil y estar controlado por don Beltrán. Así, reunidos en Ávila los nobles, le forman proceso in absentia donde se le acusa de convivencia con los moros, y su figura (representada por una efigie vestida con los honores reales) es arrojada y despojada de todas las insignias reales, proclamando a su hermano, Rey (1465).
En este momento las ciudades se dividen a favor y contra del Rey. Y en Jaén, Don Miguel Lucas, Condestable de Castilla, se mantiene fiel a su Rey. Por el contrario, la Orden de Calatrava, con su maestre a la cabeza, Don Pedro Girón, se une al bando de los nobles.

LAS DEFENSAS DE JAÉN
Conocemos las tropas presentes en Jaén (aproximadamente y siempre según los relatos que se conservan y que pueden ser todo lo objetivas que entendamos) gracias a la Relación de los hechos del muy magnífico e más virtuoso señor, el señor do Miguel Lucas, muy digno condestable de Castilla, en la cual se menciona que corriendo el año 1463, y ante la escasez de tropas (caballeros y ballesteros) el Condestable decide poner orden en las defensas de la ciudad ante las últimas razzias acaecidas en la ciudad por parte de tropas musulmanas de la frontera, el asalto frustrado del Obispo Vázquez de Acuña a la ciudad, y las desavenencias con la nobleza local.
Murallas de Jaén desde el castillo de Santa Catalina.
Francisco Marin. Wikicommons
Así, manda que todos los que tuvieran haciendas de más de 12000 maravedíes se hiciesen con caballos y armas según la costumbre, nombrándose a muchos caballeros. Por otra parte, todos aquellos que tuvieran de 8000 a 12000 maravedíes estarían armados con ballestas y deberían hacerse de ésta y todos sus aparejos.
Después de esto, y para prevenirse de futuros ataques, el Condestable realiza un “alarde” el primero de mayo ante el alcaide de Qanbil (y ciertos caballeros del reino de Granda que podían estar presentes) Se presentan en el desfile 15 batallas, 11 correspondientes a cada una de las colaciones de la ciudad, más otras 4 que representan cada aldea de la ciudad de Jaén. Cada batalla se identifica en ese momento con una bandera, pintada del santo o santa de la colación o Parroquia que dependieran.
Salen por puerta Barrera, según siempre la Relación, sólo los caballeros, ni infantería o mulas, con un total de 1160 caballeros de toda la ciudad de Jaén.
Tantos eran que los propios moros piensan, maliciosamente, que había muchos venidos de otras localidades, y después de esto el señor de Qanbil se guarda mucho de hacer correrías por Jaén. Quizás el líder musulmán debería haber tenido mejor sistema de espías, pues está claro que estos caballeros, tal y como se describe su creación, era una fuerza numérica, pero le faltaba mucho para ser una efectiva “máquina de guerra”.
El domingo siguiente realizan la parada los ballesteros, encuadrados en decenarios por colación, mandados por un Jurado de cada parroquia, vestidos éstos con capuchas cortas de  paño azul y amarillo a mitad, con flecos de aquellos colores y caperuzas del color.  En total 1500 ballesteros, con sus ballestas y aljabas. Para hacerlos entrenar, y a partir de este momento, manda el Condestable que cada Domingo los caballeros jueguen a cañas (que consiste en lanzarse las cañas y protegerse con la adarga de las mismas) y los ballesteros ese mismo día, practiquen con sus armas.
No se menciona en esta Relación nada sobre la infantería y su fuerza, pero debemos entender que a lo largo de la Edad Media su papel será ignorado en la documentación disponible, eclipsados por la siempre poderosa caballería y los ballesteros o arqueros más tardíamente.
En  febrero  de  1464,  el  Rey  solicita  a  la  ciudad  de  Jaén  fuerzas suficientes en una acción que está llevando en el territorio de Granada, para lo cual  el  Condestable  acude  con  1200  caballeros,  1000  ballesteros  y  3000 lanceros.
El orden de batalla con que se presentan ante el Rey será: un adalid seguido  de  cuatro  adalides  más,  luego  el  criado  del  Condestable  con  50 rocines, luego los cargos del ejército, 3000 lanceros, 1000 ballesteros  y los decenarios. Tras ellos, 200 rocines, y después el comendador Montizón con 250 rocines. Posteriormente varios caballos del Condestable, los músicos y el Condestable con 700 caballeros y luego una retaguardia de 50 rocines.

LOS EJÉRCITOS
Cuando hablamos de caballeros en Andalucía, debemos verlos como una  caballería  que  monta  a “la  jineta”  una  característica  de  la  caballería musulmana donde las piernas van más recogidas permitiendo un control mayor de las maniobras del caballo, siendo en este caso una caballería parcialmente protegida y ligera, armada con adarga y lanza castellana, y perfecta para ataques y retiradas repentinas. Las guerras en la Península, debido a la ingente construcción de fortalezas musulmanas,   fue una sucesión de asedios y cabalgadas   en   territorio   enemigo,   en   donde   las   batallas   campales   no abundaban, terreno este último donde la caballería pesada europea juega su poder.
Jinete del Siglo XV. Dibujo en color. Iconografía militar.
 Archivo Histórico Militar. Madrid.
En cuanto a los ballesteros, estamos en un momento histórico en que la infantería está ganando peso, en detrimento del caballero, y en las ciudades es donde más se nota esta importancia, con la aparición de las “milicias concejiles” que se arman con picas, ballestas y alabardas, una combinación que desde el s. XIII empezó a ser peligrosa para la caballería pesada (muerte de Ricardo Corazón de León a manos de un ballestero durante un asedio)
La ballesta es, en resumen, un arco horizontal con un sistema que retiene y mantiene tensa una cuerda, y que se “dispara” por medio de un gatillo que libera la retenida. En la Península Ibérica la primera representación conocida se encuentra en el Beato de Burgo de Osma, del 1086. En el siglo XV, la ballesta va montada con un armatoste, un torno con poleas para tensar la cuerda y darle mayor fuerza de penetración. Aunque la Iglesia y los estados habían tratado de prohibir su empleo, la ballesta necesitaba mucho menos entrenamiento que el arco largo y podía perforar corazas que el arco apenas podía penetrar, teniendo una cadencia de tres a cinco disparos por minuto, frente a los 10-12 de un arquero entrenado.
El lancero a fines de la Edad Media es parte de una infantería con la suficiente  disciplina y una confianza como  para enfrentarse  a la caballería pesada, armada con nuevas y peculiares armas, como son: la alabarda (y otras armas similares), mezcla de hacha, pico perforante y lanza, con un diseño específico para derribar jinetes y tener una oportunidad de perforar los petos de los caballeros; y la pica de cuatro a seis metros empuñada con las dos manos al estilo macedonio.

LA CIUDAD DE JAÉN
Debemos pensar en la ciudad de Jaén como una villa sólidamente fortificada, con diversos elementos defensivos, que fueron capaces, en tiempos de Fernando III, de soportar los tres asedios a los que sometió la ciudad para conquistarla, siendo tomada no por la fuerza de las armas, sino tras capitular.
Trazado de la muralla sobre la ciudad moderna
Es una ciudad con hasta 7 puertas (muchas construidas en recodo), algunas tan impresionantes como la puerta de Martos, más de una veintena de torreones, cantones en diversas puertas que dificultaban la acción de armas de asedio, murallas que alcanzan las 50 hectáreas (así constaba, al menos, el perímetro en tiempos de Al-Ahmar a mediados del siglo XIII) Se constata la presencia de antemuro e incluso barbacanas defensivas ante alguna de las puertas. En la imagen apreciamos el arrabal, rodeado de la “muralla de San Ildefonso” de menor envergadura y elementos defensivos que la muralla principal. Partía de la Puerta de las Carnicerías hacia el este (Puerta Noguera)
En tiempos del Condestable mandan éste realizar nuevas obras, incluyendo fortificar las torres de la puerta de Santa María (situada junto a la actual Catedral, en la calle Campana) allana el terreno a su alrededor para facilitar la entrada y salida y destruye unas carnicerías pegadas a la barbacana del adarve. En la misma puerta manda realizar una cárcel para los presos.

ASEDIO Y SITIO
En un asedio, el atacante debe contar siempre con una resistencia, más o menos larga, por parte de los asediados, por lo que debe contar, dentro de su ejército, con un tren de asedio en que se llevase todo lo necesario para poder montar las armas de asedio: forjas, herramientas varias, clavos, cuerdas, pieles, cueros, espartos… incluso ruedas y vigas, pues nunca estamos seguros de qué tipo de madera encontraremos en la zona, todo lo cual incrementaba más aun el ejército y ralentizaba cualquier desplazamiento, por la cantidad de bueyes y acémilas.
Sección reconstruida de la muralla, antemuro y foso.
Si debemos ser sinceros, los castillos y ciudades medievales, eran una fuerza mayor que la capacidad de asedio de la época, hasta el punto de que rara vez eran tomados por la apertura de brechas o asalto directo.
Las  técnicas  de  asedio   eran,  o   un   asalto   con   escalas,  o   más frecuentemente, un bloqueo por hambre. Sin embargo el más eficaz era la mina subterránea, cuyo fin eran minar y quemar un lienzo de la muralla o torre. También se usaban arietes para atacar zonas débilmente protegidas.
Todo asedio contaba con una serie de protocolos; al comenzar un asedio, los defensores podían solicitar ayuda al exterior, como ocurrió en el caso de Jaén, pero si la ayuda no era posible que se recibiese, podían rendir la plaza con honor. Si la plaza era tomada al asalto, no había posibilidad de pedir cuartel.
Si los defensores sacaban de la fortaleza “bocas inútiles”, éstos no tenían  derecho  a  atravesar  las  líneas  del  sitiador,  y  a  menudo  quedaban abandonado en la tierra de nadie.
Mientras un castillo permaneciera intacto, el atacante podría saquear los campos circundantes con cierta impunidad, pero nunca sentirse seguro, y dejar un castillo (o ciudad fortificada) enemigo a retaguardia era un grave riesgo de perder la comunicación.

LOS HECHOS
La primera acción del Maestre calatravo fue reunir sus fuerzas para controlar Andalucía, con un ejército aproximado de 3000 caballeros y de 5000 a 6000 hombres de pie, tropas de su casa como de las ciudades de Sevilla, Córdoba, Écija, Carmona, Úbeda, y Baeza y gente del obispo de Jaén (este último enemigo declarado de Don Miguel Lucas) pero necesita asegurar la zona de Jaén, pues es la puerta de Andalucía, y no puede marchar posteriormente a Castilla a pelear contra el Rey sin antes dominar el Guadalquivir.
Comienza poniendo sitio a la ciudad de Andújar, que se mantiene fiel al Rey, a pesar de que el alcaide Don Pedro de Escavias escribe al condestable y otros señores afines al rey, pero sin conseguir promesa de ayuda. Aun así, no se rinde, y el Maestre abandona el sitio, (este será uno de los muchos errores que cometerá) Así, deja a su espalda una plaza fuerte, que domina las vías naturales de comunicación entre varias ciudades afines a la causa rebelde, como eran Córdoba, y Úbeda y Baeza, quizás pensando que Jaén caería fácil y Andújar se rendiría después.
La situación en el reino de Jaén se vuelve pronto preocupante para la causa real y Jaén en particular: al este, la comarca de Martos es territorio calatravo; al oeste, La Guardia se une a los sublevados, y más allá (al sur) está el Reino Nazarí; al Norte, las diversas fortalezas del Concejo de Jaén, como son Torredelcampo, Fuente del Rey, Mengíbar y Cazalilla son pronto ganadas por el Maestre, siendo su único refuerzo la Villa de Andújar (que alcanzará la dignidad de Ciudad por sus apoyos a la casa Real en 1467) Marcha el Maestre a Jaén, y el sábado 22 de junio llega y se asienta en “La Muela”, camino de Baeza, cerca  de los molinos de Pozuela. Coloca allí su Real y establece su estrategia, sabe que la ciudad no puede ser tomada con las fuerzas disponibles, ni tiene tiempo para plantear un asedio por hambre, la guerra está por toda Castilla, y sus tropas son necesarias. Para ambas acciones le  faltan  fuerzas,  aunque  domina  el  territorio,  intenta  plantear  una  batalla definitiva, tentando al Condestable a salir a campo abierto y dirimir la disputa rápidamente.
El domingo 23, sale de su campamento con 3 batallas de caballeros y baja por la “Fuente del Cambrón”, encuentran unos 50 caballeros de Jaén, pero tras mantenerse a la expectativa, cada fuerza se retira a su territorio, esta serán en general, las acciones militares propiamente dichas.
El lunes sale el Maestre con 3 batallas de unos 2000 caballeros, cuya función  va  a  ser  quebrar  el  ánimo  de  los  sitiados  destruyendo  todos  los molinos que estaban en el río (arroyo de la Magdalena), y robando ganado. En represalias, esa noche el Condestable manda 200 caballeros a correr a Martos y traerse  vacas,  yeguas  y  ovejas.  En  esta  acción,  son  traicionados  por  un miembro del palacio de don Miguel, Andrés García, e informa al Maestre de esta acción, el cual manda a Luis de Pernia con 300 rocines a esperarlos en el puerto Viejo, se produce una escaramuza donde mueren una decena de caballeros de ambos contendientes, pero las fuerzas reales consiguen traer de vuelta lo saqueado.
La puerta de Martos Fotografiada en 1882
Mientras, tras la pérdida de los molinos, y previendo el Condestable una carestía de harina y pan, hace construir molinos de mano, y en el agua de la Magdalena dentro de la ciudad, manda edificar 5 o 6 molinos, trayendo las piedras de fuera (lo que da una idea de lo débil del asedio). Al final del asedio se habrán construido más de 30 molinos, unos 600 molinos de mano, y 2 atahonas.
Para guardar estos necesarios molinos, manda reforzar las murallas desde la Puerta de Martos hasta el Aceituno, ambas inclusive, ampliando el foso, y reforzando el adarve con manteletes y tapial. Y para evitar sorpresas, designa una fuerza fija de unos 800 o 1000 hombres cuya función es guardar los molinos.
El sábado 6 de julio, se echan fuera de la ciudad a las mujeres de los naturales de Jaén que estaban aliados con el Maestre, un total de 30. Si bien es un número bajo de “bocas inútiles” es una forma galante de demostrar que no pensaba usarlas como rehenes, y se cuida de tener que vigilarlas.
Sucede en este momento un hecho que demuestra la crudeza de la Guerra, pues prende esa tarde Andrés García y Alonso Garrido, que proyectaban abrir la puerta de Granada (junto con la de Martos, las únicas que no estaban en recodo, siendo las más débiles) o el Portón  de la Llana, cerca del Alcázar  Viejo,  en  línea directa con  Martos.  El lunes 15 se  preparan  unas acémilas, los atan, y son descuartizados, siendo sus restos colgados en palos altos. Está claro que estos dos hombres no hubieran podido vencer la guarnición de una puerta y abrirlas, pero son también cabezas de turco y aviso a traidores futuros.
La estrategia de cabalgadas se recrudece, y las vegas y campiñas son arrasadas,  quemando  y  talando  los  panes  y  huertas  y  matando  las  tropas rebeldes a todos los vecinos de Jaén que hallan. Por su parte, el Condestable busca hacer daño atacando las tierras del Maestre en Córdoba, Úbeda y Baeza, y todas las tierras de los traidores del rey. Cada noche salen de Jaén unos 200 y 300 hombres a pie en compañías de 12 o 15, y asaltan y roban todas las tierras del enemigo, y cuando llega el día, meten en la ciudad de 10 a 12 cabalgadas de ganado, prisioneros, caballos y joyas (siempre según los Hechos). A veces llegan a Andújar, y de allí talan y corren las tierras y la sierra del Campo de Calatrava, cabalgan por Almodóvar y Puertollano, y asaltan el camino que viene de Ciudad Real a Córdoba.
El jueves 25 de julio, día de Santiago, y tras varias escaramuzas donde los atacantes llevan la peor parte, el maestre mueve sus tropas hasta la casa de Juan de Alfaro y ese día sale el Condestable al Ejido con hasta 600 caballeros e infantería. Los soldados de Jaén van con ganas de pelear, según el relato, pero el Condestable es reacio, conocedor de la gran ventaja en caballeros que tiene el Maestre. Así, decide mantenerse cerca de las murallas, con el fin de poder apoyarse en éstas y refugiarse pronto, mientras que el Maestre busca apartarlos de las murallas por medio de escaramuzas y falsas retiradas. Al terminar el día, la única oportunidad seria de batalla, ha acabado como siempre.
Ya ha pasado un mes, el verano ha avanzado (fecha propicia para la guerra) y Jaén no ha caído; en Castilla, el pretendiente se encuentra en apuros ante Enrique, y solicita al maestre que mueva sus fuerzas hacia el norte. En este momento el Maestre se encuentra desconcertado, no puede abandonar el sitio, y dejar tan importante plaza, con su ejército casi intacto cerca del territorio calatravo, pues el destrozo sería importante, que ya de por sí lo es, por lo que solicita tregua ante el Condestable, confiando en su desesperación para aceptarlo y poder llegar a tiempo a Castilla. Pero el Condestable está al tanto de todo esto, por las cartas interceptadas al Maestre, y niega la tregua y no oye a mensajeros ni los ve, mandando a las tropas de las murallas que mensajero que llegue lo despachen o maten.
A  decir  verdad,  la  situación  de  las  tropas  del  Maestre  es  más desesperada que la de las tropas reales, los caminos entre las ciudades rebeldes se vuelven peligrosos debido a las tropas del Condestable. Además, se produce un descenso en la molienda de Espeluy y Guadalquivir abajo hasta Montoro, molinos que no se veían afectados por la guerra, pero de las tierras del Maestre no se podía ir a moler ni acompañados para no ser robados o presos. El campamento enemigo carece pues de harina, y llegado este momento, el Maestre levanta el sitio (5 de agosto, Santa María de las Nieves) y se marcha a Torredonjimeno,  a  defender  mejor  sus  tierras.  El  atacante  se  coloca  a  la defensiva.
Torreón del Conde de  Torralba.
El  real  es  levantado  en  Torredonjimeno,  poniendo  sus  tropas  en Torredelcampo, Fuente del Rey, Mengíbar y Cazalilla, y La Guardia. Desde allí continúa la guerra, quemando y talando las huertas y panes, destruyendo todo lo que no pueden llevar. Pero el problema es que sus movimientos son controlados desde el Alcázar Nuevo y la Torre Albarrana, con lo que muchas veces, estas acciones de castigo se encuentran pronto con tropas de Jaén. Las acciones se recrudecen, se arrasan los campos de la Guardia, Sierra Morena es territorio intransitable, los daños son ya irreparables en muchos casos…
El Maestre sigue reclamado tregua, y como el Condestable ve que la cosa se alarga y sobretodo, que el Maestre ya no llega a Castilla a tiempo, ni las tropas  que  llevaría  son  las  mismas  (cansadas,  con  heridos,  muertos)  y conocedor que el Rey está negociando a su vez una tregua, y en la misma ciudad escasea el pan, consiente la tregua el 7 de septiembre, en el llano de la Imora. Firman don Pedro Girón Maestre de Calatrava y don Miguel Lucas, condestable de Castilla.
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