LAS ARMAS DE LOS CONQUISTADORES (VII) - ESCOPETAS, ESPINGARDAS Y ARCABUCES

Hoy en BHM dispararemos con pólvora de David Nievas para conocer las armas de fuego portátiles de los conquistadores de América.
Una de las armas más icónicas del conquistador español en el ideario colectivo y durante cinco siglos de historiografía ha sido la de fuego portátil. Aunque el impacto psicológico pudiera resultar determinante, su reducido número frente a las contemporáneas ballestas o las más humildes lanzas y espadas distan mucho de convertirlas en un factor decisivo, al menos en lo referente a la caída de México-Tenochtitlán.


Las armas de fuego portátiles estaban siendo favorecidas por españoles y alemanes en un contexto militar contemporáneo (las Guerras de Italia) citándose normalmente a los primeros como los que con mayor fruición la acogen, dotándola de un uso táctico que en conjunción con el cuadro de picas de inspiración suiza se convertía en la piedra angular de la revolución táctica en la infantería (de la cual nos habla por ejemplo Geoffrey Parker).
Armas de fuego y partes del siglo XVI. Imagen del Centro Virtual Cervantes, (CVC).
A diferencia de la ballesta, la velocidad de salida en boca de una bala de escopeta o arcabuz (maciza y redonda en ésta época, generalmente de plomo) es mucho más poderosa e invisible al ojo humano debido a su rapidez. El calibre y su uso preferente a una distancia media-corta (menor a cien metros) hacían que el arma de fuego estuviera poco a poco sentenciando a la armadura de acero del panorama bélico (aunque en ésta época coexisten en una suerte de carrera de armamentos, y aún tendría su papel hasta el siglo XIX). Experimentos modernos muestran que, de hecho, estas armas de pólvora negra y su tipo de proyectil son más efectivas contra las armaduras que las modernas balas de punta hueca.
El mecanismo de carga de éstas armas era similar, independientemente del modelo. El escopetero o arcabucero llevaba la pólvora mezclada en dispensadores que tenían diversos formatos (algunos recordaban a un cuerno, otros eran una polvorera redonda) y podían tener un dosificador para impedir que se tirara demasiada pólvora al arma (era muy peligroso, pues podía explotar) pues el dicho decía "pólvora poca y carga hasta la boca" (ésto es, meter la baqueta casi completamente en el ánima o tubo del arma). Comenzaba a utilizarse en la década de 1520 el dispensador de los "doce apóstoles" (muy moderno sin embargo en la Conquista), que contenía doce cargas del tamaño adecuado preparado en tubos del mismo tamaño provistos de tapa para mayor seguridad y que colgaba del pecho como una bandolera.
La primera operación en caso de que el arma tuviera llave de mecha (serpentín o resorte) era quitar la mecha encendida para mayor seguridad, moviendo para ello la palometa que la fijaba al mecanismo. Ésta mecha permanecía generalmente en la mano izquierda o enrollada en la misma, pues todo el mecanismo de carga podía hacerse generalmente con la mano derecha. Se vertía pólvora en el oído primero, si el arma tenía una cobija para taparlo (el oído es la pieza o tubo que comunica el exterior donde se va a recibir el fuego de la mecha con el interior de la recámara del ánima o tubo) o se dejaba para el final si no la poseía (podía caerse en éste caso en el siguiente movimiento).
La operación principal consistía en situar el arma en vertical con la culata o caja apoyada en el suelo, derramando la cantidad de pólvora necesaria (menos si no se deseaba tanta potencia, algo más si se quería lo contrario, aunque con prudencia por que la recámara podía explotar) y dejándola caer por él, seguida del proyectil a disparar y entre ambos (solo a veces) una pieza de tela o cualquier otro material compactable y ligero (como el algodón) como "taco". Las armas de cañón corto solían requerir un segundo taco delante del proyectil, de donde viene la voz "retaco" para designar a una persona de baja estatura. Si la carga era presurosa durante una batalla o similar (primando el tiempo entre disparo y disparo) se baqueataba todo el conjunto de una vez con varios golpes firmes hasta que la baqueta (en ésta época era de madera) entrara "hasta el fondo". Si no tenía prisa o deseaba mayor puntería en el disparo, el arcabucero podía prensar con la baqueta cada elemento por separado.
Terminada ésta operación el tirador guardaba la baqueta en su montura en la caja del arma, volviendo a situar el arma en horizontal. En éste punto se derramaba la pólvora en el oído del arma si no se había hecho antes (a veces ésta pólvora era más fina y se guardaba en un segundo cuerno o polvorera), se volvía a ajustar la mecha en el mecanismo del arma tras soplarla para avivar la llama (las mechas eran de combustión lenta, con un tratamiento químico bastante simple, ya que de hecho las guardias en Europa solían medirse por metros de cuerda quemada), se abría la cobija (en caso de tenerla), se preparaba el tirador para hacer puntería y apretaba el disparador, que en ésta época era igual a la barra que se usaba en el resorte de las ballestas. La pólvora del oído se prendía, y ésta prendía la de la recámara, provocando la detonación y la salida del proyectil por la boca del arma.
Las armas de fuego ésta época eran, casi en su totalidad, de ánima lisa (el tubo no presentaba estrías) por que buscaban una mayor velocidad de recarga (dos disparos al minuto en el caso de llaves de mecha). Las armas de ánima rayada, aparecidas a finales del siglo XV y mejoradas en 1520 por el armero de Nuremerg August Kotter presentaban un estriado helicoidal en el interior del cañón que provocaba que el proyectil girara sobre si mismo antes de salir de la boca del arma, lo que mejoraba su alcance y puntería. Sin embargo, éste sistema tardaría cientos de años en implementarse en la infantería "de línea" dado que en el caso de armas de avancarga (que se cargan por el cañón) dificultaba enormemente el baqueteado. Éste tipo de armas se utilizaban en la época para la caza, y de hecho tenían un precio bastante prohibitivo.
La pólvora podía ser de mezcla o en grano. Los franceses habían inventado la pólvora en grano a finales del siglo XV, que mediante un proceso químico conseguía una mayor durabilidad en la mezcla, lo que mejoró el transporte y almacenamiento. La pólvora de mezcla, todavía común, era la que se fabricaba mezclando sus ingredientes principales en el mismo día del combate, ya que éstos se iban decantando naturalmente al cabo de unos días y hacía que la pólvora perdiera mucha potencia. En todo caso, hablamos siempre de armas de pólvora negra, que tiene la particularidad de provocar bastante humo durante su detonación (humo blanco) lo que provocaba la llamaba "niebla de guerra" a los pocos disparos por parte de formaciones nutridas o por la artillería, empeorando la visibilidad en el campo de batalla. Además, éste tipo de pólvora es bastante peligrosa por su tendencia a adherirse residualmente en el arma o las ropas del tirador, pudiendo finalmente provocar accidentes muy graves.
Niebla de guerra con una sola descarga. ACUSVERUM ( @acusverum )
Bernal Díaz cita los tipos de armas de fuego portátil durante la conquista: espingardas, escopetas y arcabuces. Además, utilizará la voz escopeta para designarlas a todas, entendiéndose que de hecho éste modelo era el más común.
Las espingardas eran las armas de fuego más anticuadas de éste arsenal. Se habían usado en la Guerra de Granada y eran sucesoras del "trueno de mano" y otros diseños de mediados del siglo XV que compartían una morfología rudimentaria: el ánima o tubo era algo más grueso y corto, y se le daba fuego sin resorte, arrimando la mecha con la otra mano directamente al oído del arma (lo que hacía que no se pudiera apuntar muy bien con ellas).
Espingarda
Las escopetas eran un diseño que estaba a medio camino hacia el arcabuz. Podían tener llave de mecha o usarse como espingardas, aunque lo normal es que si tuvieran serpentín. A diferencia de los más modernos arcabuces, las escopetas tenían una caja diferente, más voluminosa, y su cañón era más fino y alargado. Se decía que tenían mayor alcance y mejor puntería que los primeros arcabuces, aunque su poder de penetración y calibre del proyectil eran menores. Podemos ver escopetas contemporáneas en la representación de la Toma de Orán por parte del Cardenal Cisneros (1509).
Escopetero
Por último estaban los arcabuces, el arma que estaba aterrorizando (e indignando a partes iguales) a la caballería noble en Europa por su poder de penetración frente a todo tipo de protecciones y armaduras. Los arcabuces tenían llave de mecha, una caja más esencial (en ésta época con una culata corta para apoyarla en el hombro y hacer puntería) con un tubo más grueso y corto que las escopetas, pero preparado para volcar en él mayor cantidad de pólvora (con lo que el arma ganaba una gran potencia). Tras los años concretos de la conquista será el arcabuz, al igual que en Europa, el gran protagonista y universalmente citado por los cronistas.
Arcabuz. Grabado de Gaspar y Roig
Al igual que los ballesteros, durante la Conquista los escopeteros o arcabuceros podían operar "a la descubierta" con pequeños grupos de combatientes, operando en el entorno de la formación de lanzas o picas (en la que se refugiaban durante el cuerpo a cuerpo) o durante escaramuzas, asaltos y golpes de mano. Y lo mismo que las ballestas, durante las batallas campales los arcabuces, dado su reducido número, serían utilizados primordialmente para terminar con enemigos seleccionados principalmente entre la oficialidad y los guerreros más peligrosos o veteranos de entre la fuerza enemiga.
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