ACERO CONTRA OBSIDIANA. Artes marciales en la Conquista de México


Hace un tiempo en BHM os hablamos de la “Cultura de la Guerra” en los pueblos mesoamericanos antes de la Conquista Española, pero hoy gracias a David Nievas, nuestro experto en armas de los conquistadores, vamos a comparar las distintas artes marciales de ambos continentes en lucha.
Aunque no ha llegado hasta nosotros una línea directa en la transmisión del conocimiento de las artes marciales de los mexicas, las HEMA (Historical European Martial Arts) occidentales tuvieron que afrontar un problema similar en su estudio (en este caso, pasar de la interpretación del tratado a la plasmación real de sistemas de combate ya extintos).
El problema de la falta de conocimiento directo mediante tratadística puede soslayarse hasta cierto punto con el acertado uso de la arqueología experimental y el estudio comparativo de estilos de combate similares.
Es un hecho bien sabido dentro de la comunidad HEMA que los principios del combate y la biomecánica aplicada a ellos termina siendo en líneas generales muy similar para armas con una determinada morfología o cuyo suyo se asemeja al de otras en los cinco continentes. Al fin y al cabo, el ser humano posee en todo el mundo un cuerpo que se mueve bajo los mismos principios básicos y que suele llegar a las mismas conclusiones cuando se especializa en entrenarse en una lucha a muerte contra sus homólogos.

Armas y su empleo

La gran mayoría de soldados de los ejércitos mesoamericanos y de la hueste castellana peleaban con un escudo redondo que cubría el torso y un arma de una mano, que podía variar en función de las preferencias personales, el rango o la situación.
En el caso mexica, el escudo o "chimalli" (que fue llamado "rodela" por los castellanos) era relativamente ligero y generalmente fabricado con un entramado de varas de carrizo sobre el que se disponía una cama de algodón prensado y una tela que podía bien pintarse o decorarse mediante arte plumario. Su embrace, según los códices, podía variar entre el empuñado o el embrazado, aunque las dos tiras para sujetar el arma estaban relativamente juntas y no diseñadas "per se" para su uso embrazado (este uso se daba cuando se quería dejar la mano del escudo libre para empuñar otro objeto).
Las armas más comunes del combatiente mexica eran similares en táctica a las de un manípulo romano: un atlatl o lanzador de venablos para el intercambio de proyectiles al inicio del combate y un arma de cuerpo a cuerpo para pelear en solitario o junto al resto de la formación. Estas armas solían ser la lanza tepoztopilli (que se manejaba mejor con las dos manos), la más ligera lanza penetrante de punta de obsidiana (itzitopilli) o dos tipos diferentes de "porras": la "espada-porra" macuahuitl y la maza quauhololli, además de versiones de la macuahuitl sin lascas de obsidiana, hachas y otras armas contundentes.
La macuahuitl variaba mucho en dimensiones de empuñadura y cuerpo central, existiendo versiones relativamente pequeñas (menos de 50 cm) a otras realmente grandes (en torno al metro) que requerían seguramente del uso de ambas manos, con modelos intermedios a una mano pero con mayor longitud de "hoja". No entran en esta categoría los "montantes de navajas", como los llamaron los españoles, que al igual que sus homólogos europeos solo podían manejarse con cierta soltura a dos manos.
Este dibujo, del siglo XVI Códice Florentino, muestra guerreros mexica con macahuitls.
La macuahuitl tenía una característica principal y era el carácter de su filo y la montura en el que se engarzaba. Modernas reconstrucciones y comparativas con los escasísimos ejemplares arqueológicos indican que el arma poseía un lomo grueso, a veces de sección romboidal, posiblemente pensado para desviar o detener los golpes del enemigo "in extremis" o en ausencia del chimalli, ya que las simulaciones muestran que el filo de obsidiana es quebradizo frente a materiales duros (basta en ocasiones chocarlo contra el chimalli del enemigo). Además, las pruebas de corte realizadas muestran que la montura impide al filo una gran penetración con un golpe seco, que sin embargo podría provocar trauma o rotura de huesos por mera transmisión de energía cinética.

Es interesante constatar que, sin embargo, a filo parado o posado, el arma puede realizar cortes mucho más profundos cuando se ejecuta una técnica de corte por deslizamiento, de modo que posiblemente esta fuera la más usada contra adversarios sin protección (cero capturas) o después de atravesar el escaupil con el golpe de filo. Se entiende de esta manera que las referencias de las crónicas, que citan a uno de los "montantes de navajas" decapitando a la yegua que montaba el alférez Corral en Tlaxcala, se debiera seguramente a un golpe contundente contra el cuello del equino, que consiguió partir sus vértebras, seguido de un corte por deslizamiento que le dejó la cabeza "colgando del pellejo".
No obstante, a pesar de que se ha tomado este referencia como un testimonio de la letalidad de la macuahuitl, hay que tener en cuenta que se trataba de su versión más grande y utilizaba "a la descubierta", con movimientos amplios y fuertes fuera de la formación de muro de escudos o "escuadrón de indios" (como lo llamaban los españoles).
En cuanto al macuahuitl de una mano o de "mano y media", su juego se hacía normalmente en estrecha colaboración con el chimalli. En esto, existe un paralelismo enorme con la esgrima de espada y rodela de los castellanos, así como cualesquier otro sistema de combate que emplee un escudo empuñado y un arma a una mano (por ejemplo, los sistemas de combate vikingos). Se trata de un juego cerrado y rápido de avances y retrocesos manteniendo la estabilidad de la guardia y jugando con el escudo en lo posible para tratar de abrir la guardia enemiga, protegerse de sus ataques o preparar los propios.
Juan Garrido, el conquistador negro, empuña una espada de pitones portuguesay embraza una adarga enfrentándose a su enemigo, un guerrero sacerdote mexica con
No obstante, aunque la mayoría de castellanos usaba una rodela de acero como defensa, en conjunción con una lanza y una espada, algunos de ellos utilizaron la adarga, que también era un escudo empuñado por el centro y más "ligero", fabricado con capas de cuero.
La rodela, conocida como internacionalmente como "rondache" o "targe" era un arma adoptada por los castellanos durante las campañas del Gran Capitán en Italia a inicios del siglo XVI (la voz deviene de "rotella"). En un primer momento, los modelos no presentaban punta en el umbo central, ni siquiera lo poseían. Eran totalmente redondas, ligeramente convexas, y cubrían generalmente desde el mentón hasta la rodilla cuando se adoptaba la posición de guardia. Las había de diferentes grosores, algunas llegarían a ser capaces de detener tiros de arcabuz a distancia media, por lo que en ausencia de protección pectoral o adopción del escaupil entre la infantería base de la hueste de Cortés, constituía la defensa principal del conquistador.
Los castellanos portaban una diversidad de espadas bastante amplia, aunque en general aparecen con insistencia modelos con hoja de punta y corte, con guarniciones de diversos tipos (espadas "de arquillos", "de pitones", de arriaz recto, alfanjes e incluso estoques de caballería). De este modo, el conquistador "de a pie" poseía una espada que mezclaba capacidad de corte mediante la ejecución de tajos (dados con el antebrazo/codo y la mano) y cuchilladas (dadas solo con la muñeca o muñeca/antebrazo) y especialmente de estocadas. Las estocadas, según citan Bernal Díaz o el Conquistador Anónimo, eran más eficaces al ser capaces de penetrar los escaupiles de los guerreros mesoamericanos.

Tácticas de combate

En general, se trata una lucha entre un sistema predominántemente de golpeo o golpeo/deslizamiento frente a otro de tajo y estocada, con insistencia en el uso de armas de alto poder penetrante. Era el mismo problema que los ejércitos mexicas tenían con otros enemigos: los tarascos, que eran aficionados a los arcos de alto libraje y hachas de bronce arsenical de punta triangular. La lanza, el arcabuz, la ballesta y la espada eran armas penetrantes, y en la táctica de combate grupal castellana (formación del escuadrón) servían para contener al enemigo o arremeter contra él sin perder la cohesión. No obstante, teorizamos que los mexicas y otros pueblos mesoamericanos parecían emplear una primera fila compacta de escudados con armas de mano, y tras ellos otra de lanceros, dado que la lanza tepoztopilli respondía a los mismos principios que el macuahuitl y no era punzante si no que actuaba por golpeo y corte por deslizamiento, por lo que utilizarla atacando desde arriba a la primera fila del enemigo, por encima de los hombros de la primera fila de escudados, sería seguramente la táctica más usual.
Estocada con un paso de armas ejecutada contra
 un infante suizo en la Batalla de Pavía (1525).
 Ilustración de Jose Antonio Sollero López
No obstante, las tácticas españolas permitían resistir "a pié quedo" durante largos asaltos, aún en inferioridad numérica, a lo que suma el progresivo empleo de auxiliares y aliados indígenas para contener en lo posible el ímpetu de la carga inicial enemiga, que era maltratado por su propia lluvia de proyectiles: el daño de los cañones con sus bolaños y metralla a corta distancia (devastadora frente a formaciones compactas) y el fuego selectivo de ballestas y arcabuces, que se sumaba a la lluvia de proyectiles de sus aliados.
No obstante, cabe precisar que no siempre los castellanos combatieron con auxiliares indígenas, o tuvieron estos un número o papel significativo en enfrentamientos en campo abierto.
Dos sistemas de marciales, tácticos y de combate cuerpo a cuerpo se enfrentaron hace cinco siglos... Y es una interesante faceta de la historia militar de la irrupción cortesiana en la Triple Alianza que merece un estudio en profundidad.

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David Nievas – Bellumartis Historia Militar

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