EL ARCABUZ DEL SOLDADO ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO

En esta tercera entrega sobre las armas de los tercios Juan Molina nos presenta el arma que cosechó (en ocasiones en solitario) todas las grandes victorias de los tercios: el arcabuz.

Si bien otras armas, como la pica o el mosquete, tienen más fama o más seguidores actualmente que el modesto arcabuz, esta fue la verdadera base de los tercios y origen de su fuerza, desde el primer día hasta el último como vimos en “LAS COMPAÑIAS DE ARCABUCEROS”. 

Arcabuz de 1520. Nótese la mirilla tubular que a veces se encuentra como punto de mira.

PERO, ¿QUÉ ES UN ARCABUZ?

Puede parece una pregunta sencilla, pero no lo es tanto. Primero, un poco de contexto. El arcabuz proviene del término germánico hackenbusch, que significa “cañón de gancho”, ya que sus primeros modelos germánicos, de inicios del siglo XVI, exigían una horquilla para ser utilizados debido a su peso (como el posterior y más avanzado mosquete). En esos primeros 20 años del siglo XVI, los soldados españoles preferían el uso de la llamada escopeta, arma de fuego más ligera y manejable, pero mucho menos potente. Sin embargo, a partir de los años 20 del siglo XVI, el arcabuz se aligeró lo suficiente para poder ser usado sin horquilla en la mayoría de sus calibres (si bien había modelos pesados que aún necesitaban de este elemento) y pronto sustituyó a las menos potentes (aunque más precisas y de más alcance efectivo) escopetas.

Arcabuz de gancho primitivo del siglo XV, diseñado para usarse en murallas,

 antecesor del arcabuz del siglo XVI.

Por lo general, el arcabuz, como arma de fuego, se diferencia de la escopeta y del mosquete fundamentalmente por el calibre, aunque esta distinción puede llegar a ser bastante difusa, especialmente en ciertas épocas donde la estandarización de calibres brillaba por su ausencia. Por lo general, se consideraba arcabuz al arma que disparaba una pelota (nombre dado al proyectil en esa época) de entre media onza y onza y media, aunque parece ser que los calibres más comunes eran los de una onza o los de tres cuartos de onza (gracias a http://ejercitodeflandes.blogspot.com/ por la información).

Aunque el primer tiro de arcabuz solía realizarse a casi alcance de pica (cuando se viera el blanco de los ojos) debido a que estaba mejor cargado y el cañón aún no estaba afectado por el continuo disparo y era considerado “el mejor tiro” por todos los tratadistas, lo cierto es que el arcabuz podía tener un alcance efectivo de al menos cuarenta metros, posiblemente hasta ochenta metros a medida que mejoró la tecnología y los diseños del arma.

Arcabuz del segundo cuarto del siglo XVI, posiblemente alemán.

La forma y utilización del arcabuz varió a lo largo de sus dos siglos de vida. Los primeros arcabuces solían ser chatos de cañón, con una coz (culata en terminología de la época) sencilla y con llaves de mecha de serpentina, aunque no era raro encontrar arcabuces que se disparasen acercando la mecha con la mano, si bien eran más raros. Aparecieron en estos tiempos la llave de rueda y, si bien era mucho más eficiente y segura que la mecha, no llegó a ser popular debido a que era un sistema que exigía demasiado mantenimiento, por lo que acabó siendo una llave casi exclusiva de caballería. Estos primeros arcabuces se fabricaban en hierro o en latón y su cañón solía acabar en una ligera forma de embudo para ayudar en la carga. El uso del latón se debía a que, aunque era menos resistente que el hierro, “avisaba” deformándose antes de reventar, lo que era muy popular por su seguridad. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, los cañones de los arcabuces se van elongando para dar más precisión y potencia, gracias a que la técnica evolucionó para no aumentar el peso excesivamente a pesar de esa elongación, definitivamente asentándose los cañones de hierro. En esta época se ponen de moda los llamados petroneles, arcabuces con la culata torcida hacia abajo que permitía dispararlos cómodamente apoyándolos más abajo en el pecho (incluso en representaciones parece que se disparan con la mano sola, sin apoyar en el tronco) con el objetivo de alejar de los ojos la detonación de la pólvora, si bien afectaba mucho a su precisión. Así pues, los mandos parece ser que desaconsejaban usar esta variante, que comenzó a desaparecer a inicios del siglo XVII.

Arcabuz de inicios del Siglo XVII

Es en el siglo XVII cuando se “estandariza” más el arcabuz en toda Europa (hasta cierto punto, porque la estandarización plena no existió casi nunca en este tiempo). Los arcabuces comienzan a ser desplazados por el mosquete, o se confunden ambas armas (especialmente en países de la órbita noreuropea, donde ya apenas se diferencian los arcabuces de los mosquetes), excepto en España, donde siguen siendo preponderantes hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVII. Esto es así porque el arcabuz, a diferencia del mucho más poderoso mosquete, era más ágil y más adecuado a las tácticas españolas, que solían preponderar pequeñas unidades móviles en “guerra pequeña” y evitar las grandes batallas, en las que el mosquete sí que era mucho más eficiente. Cabe destacar que en el siglo XVII se empezó a popularizar la llave de pedernal o chispa, mucho más sencilla y eficiente que la de cuerda (o mecha) y a partir del 1660 las unidades de primera línea comenzaron a sustituir las viejas mechas, si bien hasta bien entrado el siglo XVIII los estados siguieron manteniendo fuertes arsenales de antiguos arcabuces de mecha como reserva.

Sistemas españoles de llaves de pedernal

El uso mayoritario del arcabuz en los tercios españoles se daba, como se ha dicho más arriba, en la “guerra pequeña”, los enfrentamientos entre pequeñas unidades en raids, saqueos, pequeños ataques, etc; donde su ligereza (unos seis kilos) y potencia marcaba la diferencia. En su uso en enfrentamientos más potentes, los arcabuces siempre eran la punta de lanza: el arma que comenzaba las batallas y el arma que las terminaba. Las famosas mangas de arcabuceros, que escoltaban los cuadros de picas, con frecuencia se separaban del cuerpo principal (las llamadas mangas volantes) y atacaban por su cuenta, en muchas ocasiones ganando por sí solas estas mangas los enfrentamientos. Estas mangas podían estar acompañadas por caballería, pequeñas unidades de alabarderos, picas secas o incluso montanteros y rodeleros, pero nunca nada tan poco móvil como escuadrones de picas, que impedirían su desempeño ideal. Hay que pensar en los escuadrones de picas como “bases fuertes” y “últimos recursos” en los que se pueden refugiar y apoyar las bocas de fuego, mientras éstas se desplazan con agilidad en pequeños grupos y ganan la batalla. De hecho, los escuadrones de picas siempre iban acompañados, si no podía ser por las mangas de arcabuceros, al menos en sus laterales con dos líneas de “guarnición” de arcabuces, con el objetivo de proteger a las picas de ataques enemigos de armas de fuego. Como curiosidad, las famosas “encamisadas” estaban protagonizadas por los arcabuceros, siendo estas formadas casi en su totalidad por este arma. Y siendo el arcabuz, y no la espada o la daga, el arma protagonista en estos enfrentamientos nocturnos. El arcabuz, de media, siempre fue al menos el 60% de todas las armas de un tercio, salvo muy contadas excepciones.

Los arcabuceros podían usar distintas formas de disparo. La más afamada actualmente es la llamada “contramarcha”, sistema por el cual las líneas que disparan se mueven a retaguardia (o las de retaguardia a vanguardia, según el sistema usado) para mantener un fuego continuo sobre el adversario. Cabe destacar que aunque la historiografía afirma que su inventor es Mauricio de Nassau, a finales del siglo XVI, la documentación parece afirmar que este sistema no sólo ya era usado por España a inicios del siglo XVI o por los otomanos en la batalla de Mohács, sino que ya se utilizó con ballestas al menos desde el siglo XV, puede que antes. Sin embargo, la forma de tiro más utilizada por los soldados de los tercios era la llamada “ruciada”, que consistía en apelotonar todas las bocas de fuego posibles en un frente lo más amplio posible (usualmente dos o incluso tres filas de bocas de fuego) y disparar a la vez lo más cerca posible del enemigo, para acto seguido cargar cuerpo a cuerpo. De la misma forma la historiografía más oficial afirma que fue un invento sueco por parte del rey Gustavo Adolfo de Suecia en el siglo XVII (llamándolo volley), pero las pruebas, nuevamente indican que se usa al menos desde inicios del siglo XVI.

Arcabuceros españoles en la entrada a Bolonia de Carlos V, 1529.Nótese que muchos llevan horquilla, lo que implica que eran piezas pesada

La importancia del arcabuz en las armas españolas puede notarse en la calidad de sus victorias: Pavía fue ganado con los arcabuceros españoles, así como Mühlberg, San Quintín, Gravelinas, Jemmingen, Nördlingen… No se verán apenas batallas ganadas por las picas. En alguna fue decisiva la caballería. Pero en ambos casos fue con el apoyo de los arcabuceros españoles, que siempre fue la verdadera fuerza y potencia de los ejércitos hispánicos.

     

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Juan Molina

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