"La Batalla de Bicoca" de Ángel García Pinto |
De
la mano de Juan Molina Fernández,
nuestro experto en el siglo XVI, nos enrolamos en las compañías de arcabuceros
del Ejercito de la Monarquía Hispánica, para conocer a los temibles arcabuceros
españoles.
En
muchas ocasiones, cuando se habla de los tercios
en un ámbito no académico, suele hablarse de ellos como un conjunto, sin ver la
diferenciación dentro de un mismo tercio, donde la función, importancia y
autosuficiencia de las compañías era muy amplia. En el siglo XVI, la mayoría de
los regimientos de infantería y caballería de las naciones europeas estaban
formados por compañías que, dentro
de un mismo regimiento, eran muy similares en cuanto a organigrama y equipo.
Sin embargo, en los tercios españoles, ya desde sus inicios, se dividieron las compañías dentro del tercio en dos tipos: las
compañías de piqueros y las de arcabuceros, teniendo una consideración de élite
las segundas...
Antes
de proseguir, debemos tener en cuenta un hecho muy importante: ni las compañías
de piqueros estaban formadas sólo por picas,
ni las de arcabuces sólo por arcabuceros. De hecho, la mayor parte de los
arcabuceros de un tercio sentaban plaza en las compañías de picas.
Hablemos,
pues, del organigrama de un tercio para entender esta situación, teniendo en
cuenta que su organigrama cambió sin cesar en función de sus necesidades por el
paso del tiempo. Un tercio de la primera mitad del siglo XVI contaba con diez
compañías de las cuales ocho o nueve eran de picas y una o dos de arcabuceros.
En la segunda mitad, se asciende esta cantidad a doce compañías, de las cuales
al menos dos son de arcabuceros, pero pueden llegar a tres o cuatro.
Posteriormente, cercano al siglo XVII, el número de compañías sube hasta veinte
para luego bajar de nuevo a un número de doce o quince, manteniendo siempre un
número de entre dos y cuatro compañías de arcabuceros, aunque en algunos
tercios llegaron a contabilizarse cinco.
Dentro
de cada compañía tenemos muchas diferencias. Usaremos como ejemplo las compañías
según la ordenanza de 1567 para no
confundirnos demasiado, pero también porque ejemplifican muy bien la proporción
deseada. En una compañía de piqueros, la mitad de los hombres debían ser
coseletes (soldados armados con media armadura y una pica
cumplida), una tercera parte arcabuceros, quince mosqueteros (aunque según pasó
el tiempo fue aumentando el número de mosqueteros hasta llegar a la mitad de
las bocas de fuego) y el resto picas secas (piqueros sin armadura y armados con medias picas). En la práctica,
solía haber déficit de coseletes y era bastante frecuente que más del 60% de
los soldados de una compañía de piqueros fueran arcabuceros. Este déficit tuvo
repercusiones en algunas batallas, donde los tercios estuvieron cerca del
desastre (o cayeron en él) por falta de picas,
pero es otro tema para otro artículo.
Una compañía de
arcabuceros, por otro lado, era diferente. Por lo
general, la práctica totalidad de los
soldados de las compañías de arcabuces contaban con este arma, salvo quince
mosqueteros (cuyo número subiría paulatinamente con los años) y veinticinco coseletes armados con alabardas.
Algunos tratadistas afirmaban que en lugar de coseletes, las compañías de
arcabuceros debían contar sólo con picas secas, por considerar que el coselete
dificultaba mantener el paso de los arcabuceros en muchas circunstancias. Otros
tratadistas defendían desechar las alabardas de estos soldados y cambiarlas por
medias picas o incluso picas completas, al considerarlas más efectivas que las
alabardas. Cabe destacar que estos soldados coseletes en las compañías de
arcabuceros desaparecieron completamente en el siglo XVII o, al menos, no se
les menciona en los organigramas posteriores.
Aquí
podemos vislumbrar, habiendo visto la composición de ambas compañías, la
función de cada una. Las
compañías de picas actuarían como la infantería pesada del tercio, mientras
que las compañías de arcabuceros actuarían como la infantería ligera del
organigrama. Así, las compañías
de picas siempre lucharían en cuadro con sus arcabuceros en forma de
guarniciones (líneas de bocas de fuego alrededor del cuadro de picas) o de mangas
(cuadros formados íntegramente por armas de fuego que se colocan en las
esquinas del cuadro, generalmente en cuatro mangas, con una en cada vértice del
cuadro, o dos mangas, en los vértices delanteros del cuadro), mientras que las
compañías de arcabuceros lucharían en forma de “mangas volantes” por lo general. Las mangas volantes eran
formaciones de arcabuceros que actuaban de forma independiente del cuadro
de picas, presentando una gran movilidad, pero también un gran riesgo al
estar mucho menos protegidas contra la caballería. Por supuesto, los tercios
eran muy flexibles y no era raro reforzar las mangas volantes con arcabuceros
de las
compañías de picas o reforzar el cuadro con tiradores de las compañías de
arcabuceros. Sin embargo, la organización de las compañías parece representar
la función que en batalla cada tipo de compañía debía ofrecer.
Esta
idea de crear compañías exclusivas de arcabuceros para aprovechar su mayor
movilidad y potencia posiblemente surgió
de los resultados que dieron los arcabuceros españoles en solitario antes de la
creación de los tercios. Ejemplos como Bicoca o Pavía (cuando flanquearon
velozmente a los hombres de armas franceses para coserlos a tiros) demostraron
cómo un grupo de arcabuceros sin apoyo de picas,
bien dirigidos, podían aprovechar su potencia de fuego y movilidad para ganar
las batallas utilizados en el momento adecuado.
Debido
a la capacidad ofensiva de las compañías de arcabuceros, éstas eran utilizadas
en las misiones más arriesgadas y siempre en vanguardia. Precisamente los
miembros de las compañías de arcabuceros eran los encargados de realizar las
encamisadas, los famosos golpes de mano nocturnos en los que los soldados
vestían sus camisas blancas por encima de la ropa y armadura para reconocerse
en medio de la noche. En estas encamisadas, las compañías de arcabuceros eran
las que realizaban la ofensiva, mientras que al menos una compañía de picas aguardaba en las proximidades, en formación de combate, para
proteger a las compañías de arcabuceros si debían huir, o bien para apoyar el ataque
si éste era exitoso.
Durante los asaltos a
brechas en las murallas, las compañías de arcabuceros siempre atacaban primero
las fortificaciones, buscando reducir al mínimo las fuerzas
enemigas con disparos certeros a corta distancia, incluso a bocajarro, para
abrir un agujero en las defensas enemigas que pudieran aprovechar el resto del
ejército.
En las batallas
campales, formaban las “mangas
volantes”, como se ha dicho anteriormente. Estas mangas, que se enfrentaban
sin escolta de picas
al adversario, solían utilizarse para moverse en los momentos críticos de la
batalla a lugares importantes y también solían encabezar los ataques o bien
lanzaban pequeñas cuadrillas de no más de quince hombres para escaramucear al
enemigo. Uno de sus usos en momentos críticos más común consistía, cuando dos
cuadros de picas chocaban, en colocarse a los flancos del cuadro enemigo y
disparar a bocajarro continuamente para eliminar a los tiradores enemigos para
así, una vez eliminados, comenzar a castigar las líneas de picas del adversario (de manera similar a lo que se hizo en Pavía
contra los caballeros franceses). Su ligereza de equipo y movilidad permitía
realizar estos ataques por el flanco con más seguridad que otras unidades. En
las batallas campales, cabe destacar, las mangas de arcabuceros no portaban sus
respectivos estandartes, sino que siempre estaban guardados en el cuadro de picas de la unidad al que estaban adscritos.
Las
compañías de arcabuceros, además, también solían ser las responsables de
organizar descubiertas, reconocimientos y escaramuzas en las campañas. Debido a
esta gran cantidad de tareas bélicas, en algunas ordenanzas se parece indicar
que los miembros de las compañías de arcabuceros estaban exentos de realizar
guardias, pero no así los arcabuceros de las compañías de picas.
No
por ende, Carlos V siempre consideró sus mangas de arcabuceros los garantes de
las victorias de sus campañas y estas compañías pervivieron hasta la
desaparición de los tercios a finales del siglo XVII.
“Las compañías de arcabuceros, la elite de
los tercios españoles” Juan Molina Fernández – Bellumartis Historia Militar
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