No
cabe la menor duda de que el desarrollo de la tecnología de radar fue un
elemento clave en la Segunda Guerra Mundial. Británicos y alemanes mantuvieron
una dura pugna respecto al desarrollo del radar en lo que se conoció como la
“guerra de las ondas”, COMO YA OS CONTAMOS EN EL VIDEO “LA OPERACIÓN BITING”.
Desde
1937, la Inteligencia británica era consciente de las investigaciones alemanas
en lo referente a la radiolocalización. No cabía la menor duda de que los
alemanes buscaban un dispositivo con el que determinar la altitud, rumbo y
distancia de los aviones enemigos.
Las
preocupaciones de los británicos fueron en aumento cuando, en 1939, recibieron
una inquietante filtración de datos conocida como Informe Oslo. Todo comenzó
cuando el agregado naval británico en la capital noruega recibió una misiva
anónima. La carta presentaba una interesante propuesta. Y es que, un misterioso
científico alemán se ofrecía a revelar información confidencial respecto a la
tecnología militar germana.
Los
británicos aceptaron la suculenta propuesta y, para hacérselo saber a su
misteriosa fuente, introdujeron un mensaje en clave en uno de los programas
radiofónicos de la BBC. Después llegó a la embajada británica en Oslo un
paquete para Hector Boyes, agregado naval. Se trataba sin duda de una de las
mayores filtraciones de información secreta de la Historia, pues el denominado
Informe Oslo contenía toda clase de detalles sobre el estado de la tecnología
militar alemana. Entre otras cosas, el Informe Oslo desvelaba importantes
informaciones sobre el radar, torpedos y misiles guiados, así como el modo en
que los alemanes guiaban a sus bombarderos mediante señales de radio.
Reginald Victor Jones |
Pero,
¿quién estaba tras esta gran filtración? Se trataba nada más y nada menos que
del matemático y físico alemán Hans Ferninand Mayer. Así pues, Mayer, que
dirigía las investigaciones de comunicaciones en la empresa alemana Siemens,
disponía de una ingente cantidad de información, sin olvidar sus numerosos
contactos en el continente europeo y en los Estados Unidos.
El propio Mayer fue detenido en 1943 por sus opiniones contrarias a los nazis y por escuchar emisiones británicas. Sin embargo, las autoridades alemanas no descubrieron nada respecto a las filtraciones de Mayer. Afortunadamente, Mayer consiguió sobrevivir al duro cautiverio en un campo de concentración.
Hans Ferdinand Mayer |
Si
bien el científico británico Reginald Victor Jones descubrió que su misteriosa
fuente de información era el alemán Hans Ferdinand Mayer, fiel a su palabra, no
reveló la identidad de Mayer hasta después de su muerte.
El
Informe Oslo y el papel de Mayer en la “guerra de las ondas” no son los únicos
capítulos en esta interesante pugna entre alemanes y británicos. De hecho, el
sistema de radio Knickbein proporcionaba una mayor precisión a los bombarderos
alemanes, que acertaban en sus objetivos incluso en medio de la oscuridad
nocturna.
Con
las ciudades británicas sufriendo importantes bombardeos, los cerebros
británicos se pusieron manos a la obra para contrarrestar la delicada situación.
Así, gracias a los esfuerzos del científico Robert Watson-Watt, los británicos
erigieron una red de radares para detectar a los aviones enemigos. Gracias a la
emisión y recepción de las ondas radiolocalizadoras, era posible determinar la
ubicación de la aviación germana. No obstante, la tecnología de radar británica
aún necesitaba ser perfeccionada, pues no siempre se detectaban con precisión
los ataques aéreos enemigos.
Radar Würzburg y varios Freya |
La guerra proseguía y los alemanes iban un paso por delante en el desarrollo del radar. Así, los teutones combinaban sus radares Freya con sus dispositivos de radar Würzburg. Mientras que el Freya permitía localizar las aeronaves en un radio de unos 120 kilómetros, el Würzburg mostraba el rumbo y la altura. Todo ello desconcertó a los británicos, que buscaban desesperadamente un modo de desentrañar la avanzada tecnología de radar alemana.
La suerte de los británicos cambió cuando sus
equipos de reconocimiento fotográfico, volando en cazas Spitfire, descubrieron
un radar Würzburg en la zona de Bruneval, en la costa norte de Francia. Había
que robar los componentes del Würzburg para poder diseñar contramedidas
efectivas. Por ello, se puso en marcha la Operación Biting.
En
la noche del 27 al 28 de febrero de 1942, una compañía de paracaidistas bajo el
mando del mayor John Frost saltó sobre Bruneval. El resultado de la incursión
fue todo un éxito y los británicos lograron robar los componentes del Würzburg.
Gracias al material sustraído a los alemanes en Bruneval, Reginald Victor Jones
y sus hombres lograron implementar contramedidas para proteger a los aviones
británicos del temido Würzburg.
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David
López Cabía
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