
Este
es el segundo artículo de Juan Molina sobre espadas españolas del siglo de oro. El
primer artículo habla de las espadas de infantería y el tercero hablará de
las espadas del ámbito civil. Éste hablará de las espadas de guerra en el
ámbito de la, en parte, olvidada caballería de esta época.
Luchar a caballo
El
combate a caballo era muy diferente al de infantería en varios aspectos. En
primer lugar era mucho más rápido, no sólo por la rapidez de la principal arma
de la caballería, el propio caballo, sino porque la naturaleza del combate
montado, donde se es un objetivo más grande y fácil de acertar, exigía un
ataque breve y demoledor para vencer al enemigo y huir si no funcionaba o
perseguirlo, si éste se desmoralizaba y huía. Mientras que las espadas de
infantería tienen un carácter mucho más defensivo (salvo quizás el alfanje),
las espadas de caballería mantendrán por lo general un perfil mucho más
agresivo y especializado.
Las
espadas utilizadas a caballo, independientemente de su forma o tipo, solían ser
llamadas espadas de silla, pues en muchas ocasiones la espada no se llevaba
prendida de un talabarte del cinturón, sino de la propia silla. Esto era así
porque una de las mejores maneras de derribar a un jinete de su caballo era
agarrando la vaina de la espada y tirando de esta.
En
cuanto a su fabricación u origen, eran los mismos que las espadas de
infantería, habiendo infinidad de orígenes y variedades, aunque, como se dijo
en el primer artículo, las espadas más utilizadas en España procedían de
Toledo, Bilbao, Génova, Solingen y Toulouse.
En
la caballería española del periodo podemos encontrar dos tipos de espada
utilizadas a lomos de los caballos, fundamentalmente: las espadas de tajo,
utilizadas fundamentalmente por la caballería ligera, y los estoques,
utilizados por la caballería pesada.
Las espadas de tajo
Las
espadas de tajo, posiblemente eran el tipo de espadas más parecidas a las de
infantería. En muchos casos, son espadas exactamente iguales a sus iguales de
infantería, pero con algunas modificaciones. Por lo general eran más largas y
más anchas que los equivalentes de a pie, y generalmente más pesadas. Como
mínimo, una espada de caballería llega al metro de longitud, generalmente
sobrepasándolo y, obviamente, siendo ligeramente más pesadas. Tampoco solían
ser espadas demasiado excesivas en proporciones, pues debían poder ser
utilizadas con suficiente soltura a pie en caso de caída del jinete o combate a
pie, cosa especialmente útil en el caso de los arcabuceros a caballo, que
combatían a pie en muchas ocasiones.
Las
primeras espadas de caballería de tajo españolas, a inicios del siglo XVI, no
se diferencian morfológicamente mucho de las de infantería en un primer
aspecto, sin embargo, tienden a ser más sencillas que sus equivalentes como las
espadas de pitones. En caballería, engarzar el dedo por encima del arriaz no es
necesario, puesto que esta posición sirve para mejorar el uso en la estocada e
inmoviliza ligeramente la mano, por lo que las espadas de caballería solían
carecer de anillo para proteger el dedo índice. La caballería ligera española
del momento, los jinetes, procedentes en gran medida del antiguo Al-Ándalus,
utilizaban versiones más o menos cristianizadas de la espada jineta, espada de
origen nazarí caracterizada por una hoja ancha y larga, especialmente diseñada
para usarse a caballo. Las tropas del Gran Capitán tenían un cuerpo
especialista de jinetes ligeros granadinos, por que muy posiblemente en estos
primeros tiempos, la jineta era la espada de tajo más usada a caballo.
Con
el paso del tiempo y la “cristianización” del antiguo Reino de Granada (salvo
los moriscos), las espadas de tajo comienzan también a cristianizarse y es
común ver espadas morfológicamente similares a las de infantería, en algunos
casos idénticas, pero por lo general se mantiene una hoja proporcionalmente
mayor y la carencia de anillas para el dedo índice, salvo en casos de espadas
diseñadas también para el combate mixto a pie, pero en ese caso tenía una sola
anilla. Las espadas de caballería, además, comienzan a tener un guardamanos más
completo, a diferencia de las de infantería del mismo periodo, donde en algunos
casos ni siquiera tienen. Esto puede verse ya a partir del último tercio del
siglo XVI. En este último tercio también se observa la utilización por parte
tanto de caballería ligera como de caballería pesada de alfanjes, si bien más
largos que los de infantería, mantienen una estética similar.
Comienza el uso
de un modelo revolucionario proveniente de Italia que cambiará poco a poco el
concepto del arma de caballería: la
espada schiavona italiana. El concepto de la schiavona es eliminar por
completo el arriaz tradicional de las espadas y crear una “concha” protectora
alrededor de toda la mano. Esto evita poder hacer ciertas maniobras sutiles con
la espada, pero mejora muchísimo la seguridad de la mano, siempre un punto débil,
lo que permite utilizar la espada de una forma más ofensiva sin preocuparse de
ser tocado en la misma.
Durante
el primer tercio del siglo XVII las espadas de caballería, al igual que las de
infantería, no sufren demasiadas modificaciones, pero la influencia de la schiavona será clave y en toda Europa
se copiará este concepto de diversas formas: las backswords, las mortuory
sword, las espadas de farol (que acabarán siendo adoptadas incluso por
alguna infantería a finales del siglo XVII)y las walloon swords del norte de Europa son los ejemplos más famosos,
donde los jinetes de Gustavo Adolfo de Suecia las usarán profusamente (si bien
estas últimas son mucho más sencillas). Este concepto originara los sables de
caballería pesada del siglo XVIII, rectos (a diferencia de los sables de la
caballería ligera, curvos, procedentes de Polonia y Hungría a través del
Imperio Otomano).
En
España, en todo caso, cabe destacar la propia versión que se creará a partir de
los años 60 del siglo XVII, que es la llamada en inglés bilbo sword o “espada bilbaína”, tipo de espada que se
caracteriza por tener un guardamano completamente y que será el estándar
español de caballería ligera y pesada hasta bien entrado el siglo XVIII, un
modelo exitoso que será exportado a muchos países, incluso en versiones de
infantería.
Los estoques
Posiblemente
el arma de caballería más importante del siglo de oro español y la menos
conocida es el estoque, en todas sus variantes. El origen del estoque hay que escarbarlo en las
postrimerías de la Edad Media, donde se adaptó el diseño de la espada larga a
dos manos (hoy conocida como mano y media) para el uso de los hombres de armas.
Para
ello, se afinó la hoja en lo posible, en algunos casos eliminando completamente
el filo, aunque no era habitual (de hecho, el poder de tajo de un estoque
normal era todavía muy potente). El manejo de esta espada era habitualmente
usarlo en sustitución de la lanza de caballería si esta se perdía o quebraba.
De hecho el mango de los estoques, aprovechando su largueza al ser un arma de
dos manos, se aprovechó para poner un tope en su mitad, que servía para
encajarlo en el ristre de la armadura y usarlo al modo de una lanza, al parecer
con mucha efectividad. Tanto es así, que a inicios del siglo XVI la absoluta
totalidad de la caballería pesada española portaba un estoque como arma
secundaria y habitualmente el estoque era el símbolo de la nobleza a caballo,
del clásico caballero. Tanto es así, que el Papa de Roma regalaba un stocco cada año al principal campeón de
la cristiandad, dando un simbolismo incluso cristiano. Los arcángeles
representados en pinturas en la primera mitad del siglo XVI siempre son
representados con un estoque en sus manos, simbolizando así su nobleza como “caballeros
de Dios”.
Durante
la primera mitad del siglo XVI, donde la caballería pesada más importante sigue
siendo la caballería armada con lanza, el estoque vive su edad de oro. El
estoque, en esta primera mitad del siglo, mantiene una morfología muy sencilla,
por lo general manteniendo una simple cruceta como guarnición, ya que se supone
que un hombre de armas portará guanteletes y, por tanto, más protección de la
mano es innecesaria. Existen, sin embargo, modelos con anillos colaterales e
incluso con un anillo para el dedo índice aunque, curiosamente, en estos casos
sólo presenta un anillo en lugar de dos, como es más habitual en las espadas de
infantería.
En
ocasiones es difícil distinguir un estoque de una espada larga, habitual en Alemania. Las espadas largas suelen
tener la hoja más ancha, pero no siempre, además de un mango simple, sin tope,
pero no siempre, y además tienen guarniciones más complejas, aunque no siempre.
Posiblemente esto es así porque muchos preferían tener “híbridos” de ambos
modelos, que sirvieran bien tanto como espada de estoque como espada de tajo, y
tanto con armadura como sin ella.
A
partir de la segunda mitad del siglo XVI comienza a adelgazarse ostensiblemente
la anchura de las hojas de los estoques siendo ya habitual los estoques sin
filo alguno. Es también en esta época cuando el mango del estoque comienza a
reducirse convirtiéndose en un mango “bastardo”: no es exactamente de una mano,
pero tampoco de dos. Posiblemente esto sucede por el hecho de que el manejo de
una espada de dos manos ya se ha perdido de moda (salvo en el caso de los
montantes de la infantería y de los maestros de armas) y en realidad son
espadas para manejarse a una sola mano. Pero, ¿por qué mantener un mango
alargado entonces? Porque aún se sigue utilizando en el ristre, de hecho, se
mantiene en estos modelos más tardíos el tope para encajarlo en el mismo en
muchos casos. Es especialmente evidente la diferencia en el caso de los
caballos coraza, también llamados herreruelos o reiter, que suelen portar un estoque (aunque los reiter alemanes también portaban una
espada llamada “cortalazos”, suerte de “estoque
de tajo”, aunque el concepto sea contradictorio). Los caballos coraza, al
utilizar la pistola de silla como arma principal, no cargan directamente al
enemigo como sus primos lanceros, sino que atacan realizando la caracola. Aún
así, la mayoría conserva sus estoques en caso de ser necesaria la carga, pero
al carecer sus armaduras ya de ristre, encajan el mango de la espada bajo la
axila y por tanto no es necesario el “tope”.
Además,
ya en los años finales del siglo XVI, comienzan a verse estoque de un mango de
una sola mano “puros”. Estos estoques siguen manteniendo la hoja fina pero, sin
embargo, comienzan a aumentar las protecciones de la mano, en muchos casos
añadiendo incluso un guardamano debido a que la caballería comienza a perder el uso de guanteletes y la mano debe
ser protegida. También la hoja aumenta en su longitud, especializándose mucho
en su uso en la carga. Ya en el siglo XVII, muchos caballos coraza sustituyen
el estoque por una espada de tajo, mucho más útil en un entorno donde las
armaduras comienzan a desaparecer poco a poco, y una espada más polivalente
resulta más útil. En España, la muerte del estoque como arma de caballería
coincide con el año 1633, donde por edicto del Conde-Duque de Olivares, los
caballos lanza quedas disueltos y se ordena que todos sustituyan la lanza por
pistolas tercerolas de un tercio de vara de longitud. Entonces tanto la
caballería pesada como la ligera mantienen espadas de tajo prácticamente sin
diferencias.
Sin
embargo, en el este de Europa, el estoque de caballería se mantuvo por parte de
polacos, húngaros y otomanos, que
aumentaron exageradamente su tamaño, y lo mantuvieron como arma secundaria de
su caballería pesada hasta el siglo XVIII.
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“Espadas
de caballería españolas de los siglos XVI y XVII” Juan Molina Fernández – Bellumartis Historia Militar
Hola, excelentes dos artículos, ¿donde puedo encontrar los de ámbito civil (el tercero)?
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