UN PRETORIANO DE PERMISO POR ROMA

Escena de la serie de TV "ROMA" UN PRETORIANO DE PERMISO POR ROMA

Hoy gracias a Arturo Sánchez Abad, autor de “Pretorianos”, vamos a conocer las posibilidades que daba la capital del imperio en un día de permiso, o de novillos, a un miembro de la Guardia del Emperador.
Si había una ciudad en la Antigüedad que albergaba todos los placeres, lujos y diversiones que la humanidad pudo crear hasta ese momento, sin duda era Roma. Como todas las grandes urbes tenía su lado oscuro, sin duda, pero para un soldado prestigioso, cercano al emperador, privilegiado y con su bolsa siempre llena las posibilidades eran inimaginables para disfrutar de todo ello sin esforzarse demasiado.
No importaban tus preferencias, ya fuera el juego, los espectáculos, las mujeres (o los hombres), la bebida o lo más de lo que pudieran imaginar. Comerciantes, proxenetas, taberneros todos sabían que los pretorianos eran bien recompensados por su labor y podían convertirse en sus mejores clientes, ofreciéndoles todo tipo de servicios. Calles atestadas de tiendas y negocios al aire libre podían ofrecerles casi cualquier cosa, desde esclavos o armas realizadas por los mejores artesanos hasta productos de uso diario. La delincuencia habitual que pugnaba por todas partes no les inquietaba.
        Durante el día, podían prescindir del rancho en el campamento a cambio de los manjares más exquisitos y extravagantes, incluso algunos establecimientos ya ofrecían alimentos para llevar y no eran pocos los que, aprovechando la presencia de soldados foráneos ofrecían menús especializados en sus regiones de origen.
Entre los pasatiempos disponibles, uno de los más comunes eran los juegos gladiatorios en el Anfiteatro Flavio (Coliseo), donde presenciar venationes (luchas contra/entre animales salvajes traídos desde todos los rincones del mundo conocido), ejecuciones públicas (noxii)  o luchas de gladiadores. Un soldado fuera de servicio podía acudir como espectador si disfrutaba con este sangriento espectáculo y siempre ocupando un lugar privilegiado en las gradas. Si se prefería un pasatiempo menos violento, aunque en ocasiones nada más lejos, podía acudir a las carreras de carros disputadas en el Circo Máximo. Era el lugar favorito de los romanos, con capacidad para 200.000 espectadores. Para militares deseosos de entretenimientos más refinados existía el teatro, aunque nunca tuvo tanto auge debido a los frecuentes disturbios que se producían los días de representación. Se representaban obras griegas y romanas, aunque lo habitual de las primeras hacia bastante elitistas estos eventos, pues los miembros de las clases altas eran los únicos bilingües de la época. La mayoría de los soldados tendrían pocas opciones de entender algo, aunque contaban con alternativas como recitales poéticos, espectáculos de baile y hasta conciertos de flauta o lira.
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Uniforme cuartelero con lancea, gladius,
 cingulum militiare
y un pequeño escudo tipo caetra.
Época de Trajano hallado en Pergamo, Turquia
Wikicommons 
Como cabría esperar, una de las opciones más habituales era la prostitución, y los romanos tenían en este sentido una gran variedad de opciones y tarifas que cubrían posibilidades casi inimaginables. Es más, una gran parte de los niños abandonados al nacer eran recogidos por grupos organizados para venderlos como esclavos y a las niñas como meretrices, obteniendo enormes beneficios. Por toda la ciudad se anunciaban mediante pintadas en las paredes de las insulae, donde se indicaban los servicios ofrecidos por alguna profesional o en algún lupanar. Muchas de estas mujeres esperaban a la salida de los espectáculos del circo o el anfiteatro, de templos e, incluso, cementerios (como las bustuariae o “vigilantes de tumbas”) con la esperanza de encontrar clientes.
Los romanos, si cabe, eran aún más inhibidos que los propios griegos, y no dudaban en solicitarlos incluso en plena calle, apenas ocultos en las galerías de los edificios públicos. Con dinero las posibilidades de encontrar opciones más exclusivas se incrementaban, y la clase alta solía inclinarse por estas cortesanas llamadas meretrices, palabra de la que deriva la actual. En los numerosos burdeles actuaban las lupae, llamadas así por trabajar en lupanares (“cubiles de lobo”) por escasos denarios, otro apelativo que ha sobrevivido. El barrio de la Suburra era muy conocido por albergar muchos de estos establecimientos donde la madame (lena) entregaba unas fichas que especificaban los servicios requeridos a cambio del dinero. Una vez dentro, cada cubículo contenía el nombre y la especialidad de su ocupante, aunque también albergaban hombres para dar cabida a todo tipo de gustos. Aquellas obligadas a ejercer en la misma calle también se dividían en categorías, las más agraciadas eran las scorta erratica (“prostitutas callejeras”), frente a las más pobres o diabolariae (“prostitutas de dos céntimos”) que prácticamente actuaban como esclavas sexuales por su lamentable estatus.
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Vida nocturna en Subura, viñeta de un comic "Los águilas de Roma"
Los servicios que estas se veían obligadas a realizar habrían impresionado al mismísimo marqués de Sade o Christian Grey, apenas a cambio del equivalente a una hogaza de pan. Por su parte, las romanas trataban de actuar más respetablemente, aunque no dudaban en buscar los mismos servicios a través de gladiadores, esclavos u otros que, por no tratarse de profesionales, estaban exentos de pagar los impuestos que el Estado había establecido a estas prácticas. Entre los amantes escogidos no faltarían pretorianos, singulares y, sin duda, los robustos germanos de la escolta real.
Sin embargo, no todas las opciones se centraban en el juego, el espectáculo o los placeres más básicos. Para los bebedores existían cientos de tabernas en todos los barrios de la ciudad, donde encontrarían vino y cerveza de distinta calidad y precio. Los apasionados del juego podían realizarlo en multitud de locales habilitados e, incluso, en las mismas calles. Otros más inquietos espiritualmente podían visitar los grandes templos religiosos, como el de Júpiter Capitolino o los que poblaban el Foro. Un simple paseo por los foros imperiales no era una mala alternativa, lo mismo que disfrutar de un buen baño en las termas (como las de Caracalla o los baños de Agripa en el Campo de Marte) seguido de un masaje que alivie los rigores del entrenamiento. Aquellos emprendedores incluso podían invertir su elevado salario en patrocinar todo tipo de negocios o establecimientos que les ayudaran no solo a incrementar los beneficios sino a proporcionarles una alternativa laboral tras su licenciamiento.
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Guardias pretorianos fuera de servicio
preparandose para una escapada por Subura.

No obstante, tales entretenimientos obligaban a salir del campamento, algo que a los oficiales y al emperador no les complacía demasiado por los problemas que podían generar entre la población civil. Para tratar de evitarlo, se ofrecían distracciones alternativas dentro de las instalaciones como pantomimas y otras obras de teatro donde actores y actrices actuaban con ropas muy ligeras, espectáculos gladiatorios o combates de lucha libre entre soldados. Sin duda, las opciones no dejaban a nadie indiferente.
Un pretoriano de permiso por RomaArturo Sánchez Abad – Bellumartis Historia Militar


Comentarios

  1. "Las aguilas de roma" es el comic de la imagen ;)

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    1. Mucas gracias, ya lo añadi gracia a ti lo encontre, muy interesante la saga

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  2. Hoy gracias a Arturo Sánchez Abad, autor de “Pretorianos”, vamos a conocer las posibilidades que daba la capital del imperio en un día de permiso, o de novillos, a un miembro de la Guardia del Emperador. https://yaldahpublishing.com

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