POR QUÉ PERDIMOS LA GUERRA? Una autopsia realizada por un comandante alemán de los errores tácticos

Cuando llegó a su fin la Segunda guerra mundial, por lo menos en el frente Europeo, se comenzó a analizar la victoria aliada con los comandantes alemanes prisioneros que pronto empezaron a achacar los errores a... a otros, sí, para un comandante alemán, un auténtico prusiano, la culpa la tiene un cabo austriaco, la logística, la Luftwaffe... pero nunca la tendré él mismo. En fin, en junio de 1945 se publicó en nuestra revista de Inteligencia una "autopsia" que realizó un comandante anónimo alemán sobre por qué creía él que se perdió la guerra, y quizás se acercaba más a la realidad, el desgaste tras muchos años de guerra, que provocó que la formación de buenos mandos y suboficiales fuese afectada, y la desidia de unas tropas ya cansadas de pelear, pudo ser el componente más influyente, si obviamos millones de soldados aliados y miles de carros y aviones, claro está. 
Un regimiento de granaderos Panzer en el frente italiano lanzó un ataque que resultó ser un completo fracaso. Después, el comandante del regimiento preparó un análisis detallado de la conducta en la batalla de las unidades bajo su mando, sin escatimar en sus críticas. Dos factores son significativos. El más rápido es que los errores más elementales fueron cometidos por los oficiales y suboficiales de compañía, con una reflexión sobre el entrenamiento y la experiencia de esos mandos. El segundo, y aún más importante, es que el comandante se esforzó, al final del informe, por evitar que se repitieran los errores.
"El regimiento no pudo ganar ningún terreno de importancia", señalaba el comandante. "Sufrimos graves y sangrientas bajas, y nos desorganizamos tanto que fueron necesarias unas 12 horas para reagruparnos. Esto podría haber permitido que un oponente más decidido se abriera paso y amenazara [a un pueblo clave] desde la retaguardia, o incluso que capturara el pueblo, y provocara la aniquilación de nuestro regimiento. Las bajas aliadas no fueron cuantiosas. Hay que reconocer que el enemigo ha conservado su espíritu de lucha y sin duda seguirá intentando abrirse paso".
El comandante esbozó entonces lo que consideraba las razones específicas del fracaso del ataque.

Decía que a las compañías no se les dio suficiente tiempo para adaptarse adecuadamente al cuadro táctico - "y, de hecho, nunca lo hicieron".
No se establecieron horarios adecuados, o, si lo hicieron, no se cumplieron.
Las compañías se permitieron dispersarse como resultado del fuego de artillería aliada. Fueron arrastradas a un sector del flanco, y luego atacadas donde no tenían nada que hacer. 
Los hombres dispersos se adelantaron sin molestarse en mantener el contacto y la comunicación con los comandantes de sus unidades, o bien se quedaron donde estaban y no intentaron ninguna otra acción, lo que les permitió convertirse en objetivos de la artillería y armas pesadas de la infantería.
Los comandantes de las compañías no designaron pelotones de apoyo "si, de hecho, dieron alguna orden", añadía el comandante del regimiento. Como resultado, fue necesario hacer una considerable reestructuración.
Las ametralladoras ligeras no estaban situadas de tal manera que permitieran que el ataque se llevara a cabo.
No se lanzaron bengalas Very. Como resultado, los comandantes de los batallones, la artillería y las unidades de apoyo no sabían dónde estaban las tropas de vanguardia.
Los comandantes de compañía fallaron en reorganizar sus escuadras de asalto después de que éstos se desorganizaran; o, en cualquier caso, los comandantes no reunieron a los miembros restantes para un ataque posterior, la unidad vagó sin ningún plan u objetivo aparente.
Los comandantes de los batallones avanzaron de la manera apropiada para tratar de remediar la confusión; sin embargo, dejaron atrás algunos "de los medios más esenciales por los cuales sus comandos podrían haber sido llevados a cabo, y al mismo tiempo privaron a sus compañías de secciones de radio y ametralladoras ligeras. Los comandantes de los batallones no dieron la orden de "Aguantar en grupo, hasta que se hayan preparado nuevas posiciones". Hasta cierto punto, comentó el comandante del regimiento, se les impidió hacerlo por la interrupción de las comunicaciones de avanzada.
Los comandantes de batallón cambiaron sus cuarteles generales "demasiado pronto y con demasiada frecuencia", con el resultado de que las acciones posteriores de la artillería y las armas autopropulsadas carecían de orden y coordinación.
Los oficiales que mandaban las compañías de armas pesadas no estaban en el cuartel general del batallón para asegurar la coordinación del fuego en todo momento, y para tomar el mando en ausencia del comandante del batallón. 
No se hizo un uso suficiente de la artillería. Los observadores de vanguardia no estaban en absoluto en la vanguardia, sino que estaban en el cuartel general del batallón. Además, los observadores de avanzada individuales no habían intercambiado frecuencias.
A los oficiales no se les había dado ninguna pista sobre las intenciones de sus comandantes, o se les había privado de la comunicación con los comandantes, y no podían informar, tomar medidas o incluso ponerse en contacto con las compañías.
Las redes de comunicación estaban mal organizadas y, en general, eran inadecuadas.
Las tropas a menudo corrían directamente hacia el fuego aliado sin siquiera intentar disparar sus propias armas. 
Debido al mal estado de las comunicaciones, las armas pesadas eran incapaces de concentrar su fuego o de apoyar los avances de las tropas.
Debido a los inadecuados medios de intercomunicación, el fuego directo e indirecto no estaban de ninguna manera relacionados entre sí.
Las compañías que estaban en la retaguardia se adelantaron' a las líneas de los puestos avanzados demasiado pronto, y sin órdenes del comandante del batallón. Como resultado, los comandantes de batallón no tenían nada en sus manos y se veían obligados a comprometer sus pelotones de asalto prematuramente, para lograr las más mínimas ganancias.
Las áreas de defensa frente a los dos objetivos no habían sido decididas de antemano en la reunión y dadas a conocer a los artilleros y a la infantería de apoyo, como protección contra los contraataques. Cuando se estaba dando fuego de apoyo, estas áreas no estaban en absoluto atacadas. 
Un batallón informó una y otra vez que el segundo objetivo había sido alcanzado. Estas afirmaciones erróneas se basaban totalmente en la observación a través de prismáticos, y no en informes reales de las compañías. De hecho, el batallón en cuestión todavía no había asegurado firmemente el primer objetivo, sino que simplemente estaba disperso en esa zona general.
En ningún momento se hace un informe cuando se ha alcanzado o superado una línea de notificación preestablecida.
"Ni los oficiales de batallón ni los comandantes de compañía, y mucho menos los comandantes de pelotón o los comandantes de escuadra, pueden leer un mapa", declaró rotundamente el comandante del regimiento. "En el mejor de los casos, sólo se hace un examen aproximado o incorrecto en el terreno, pero generalmente no se hace ninguno. De esta manera, los informes, que en cualquier caso son lo suficientemente pobres, se vuelven condenadamente inexactos".
Donde no había comunicación de línea, los comandantes de batallón y compañía no utilizaban el enlace de radio lateral, sino que hacían las averiguaciones primero en los cuarteles generales superiores. El comandante del regimiento añadió: "Muchos oficiales no tienen ni idea de las ayudas técnicas a su disposición, sus capacidades y sus potencialidades. Esta ignorancia es perjudicial para la eficacia del combate".
Concluyó con pesar que sólo en los casos más excepcionales podían los comandantes de su unidad a los que llamaba auténticos mandos, y observó que, en el mejor de los casos, se les encontraba "pegados al frente", en posiciones peligrosamente expuestas.
De esta crónica de errores el comandante del regimiento extrajo las siguientes lecciones y ordenó que se utilizarán como guía en todas las acciones posteriores.

"Cuanto más corto sea el tiempo permitido para la preparación de una operación de ataque de otro tipo, y cuanto más débiles sean las fuerzas a su disposición, más meticuloso debe ser el informe, y más cuidadosamente deben darse y ejecutarse las órdenes preparatorias. 
Desde la antigua línea principal de resistencia, todos los comandantes deben familiarizarse con el terreno sobre el que van a atacar. Al mismo tiempo, hay que tomar una orientación definida para encontrar la dirección, y hay que seleccionar los puntos de verificación. La orientación meticulosa debe ser llevada a cabo de antemano por cada comandante de compañía. En caso de que no haya tiempo para ello, los puntos exactos para encontrar la dirección y los puntos de referencia deben ser elaborados a partir de los mapas más actualizados disponibles.
Las rutas hacia los objetivos o líneas de comunicación deben ser trazadas por los batallones, y deben tener en cuenta la oposición que se puede esperar y las dificultades que probablemente se encontrarán al cubrir el terreno. Los objetivos del regimiento y las líneas de informe deben ser revelados sólo a los batallones, y no a las compañías. Los batallones deberían entonces juzgar a partir de los informes de las compañías cuando se han alcanzado los objetivos del regimiento y las líneas de comunicación.
Las órdenes deben dejar bastante claro qué acción, si es que hay alguna, se va a tomar cuando (1) las compañías se topan con defensas aliadas, (2) se abre fuego aliado desde el flanco, (3) se monta un contraataque aliado, (4) se alcanzan los objetivos, (5) las compañías parecen estar dispersándose, y (6) una parte de una compañía avanza demasiado o se retrasa.
Para cada fase esperada de la batalla, se debe planificar de antemano una concentración de fuego y coordinación de las armas de infantería pesada y artillería.
Las armas deben estar preparadas para hacer frente al fuego de flanqueo enemigo, es decir, las ametralladoras pesadas de la compañía más atrasada y algunos de los morteros o morteros pesados.
De acuerdo con el alcance previsto de la resistencia aliada, se debe acordar un plan de fuego para ayudar al avance de las compañías y los escuadrones de asalto. En caso de que la batalla tome un giro imprevisto -como que el pelotón derecho de la compañía de vanguardia avance más rápido que el pelotón izquierdo- las armas (incluidas las armas pesadas) deben estar suficientemente preparadas y ser manejables para que puedan cambiar de fuego inmediatamente.
Las compañías y pelotones de apoyo deben ser detallados.
Se darán órdenes detalladas para que las compañías empleen bengalas Very en caso de que las comunicaciones se rompan.
Se debe informar de antemano dónde se encuentra el comandante de la compañía de armas pesadas, y sólo en circunstancias excepcionales no estará en el cuartel general del batallón."
Así que ya sabéis, mejorar vuestras comunicaciones, formad bien a vuestros cuadros, y a invadir la Unión Soviética...
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Esaú Rodríguez Delgado - Bellumartis Historia Militar

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