Nuestro experto en Egipto, Ricardo Sánchez
Calvo, recientemente nos llevó a través de las arenas del tiempo ala era de los primeros faraones para conocer los primeros ejércitos del país del Nilo. Hoy nos mostrará como era la organización militar de las dinastías
de periodo Intermedio, es decir hacia el 2.000 a.C.
Bajo el largo reinado de Pepi II (c.2279-2216/2184),
la administración central pasó por un momento de debilidad. La longevidad del
faraón mostró un agotamiento que fue aprovechado por las administraciones
regionales para aumentar su poder. El cambio entre el Reino Antiguo y el I
Período Intermedio, no fue debido a cambios repentinos y traumáticos, sino que
para los propios egipcios fue un proceso de continuidad donde la institución
faraónica no fue cuestionada.
El Primer Período Intermedio comenzó con la dinastía VII, que
según Manetón tuvo “setenta reyes en setenta días”. Hoy en día se cree que esta
dinastía sería ficticia aunque se le otorga su capitalidad en Menfis. La
siguiente dinastía; la VIII, es algo más conocida, se le atribuyen 17 reyes que
gobernaron desde Menfis. Al mismo tiempo, en la ciudad de Heracleópolis se fundó la dinastía IX, posiblemente emparentada con
la anterior, ya que se les puede atribuir el mismo lugar de enterramiento que a
los reyes menfitas. En la misma ciudad, le sucedió la X dinastía que es más conocida porque nos ha quedado
constancia de los enfrentamientos que tuvo con la ciudad de Tebas en el sur.
En el Alto Egipto, en Tebas, se fundó la dinastía XI, que los
egiptólogos sitúan al mismo tiempo que la VIII y la IX. Tebas se dedicó durante
las primeras décadas a consolidar su poder con alianzas y conquistas, tanto
hacia el sur en dirección a Nubia, como hacia el norte. En su camino hacia el
Delta, el enfrentamiento con Heracleópolis se hizo inevitable y fue un rey
tebano Mentuhotep II, el que salió vencedor del enfrentamiento y se convirtió
en el único gobernante de Egipto, dando comienzo así al Reino Medio.
Los enfrentamientos entre
estas dos ciudades se conocen a través de la biografía de Ankhtify, nomarca de
Hierakompolis, que pertenecía al poder heracleopolitano. Cuenta que descendió
hacia la ciudad de Armant donde tuvo un importante enfrentamiento con los
tebanos del que se desconoce el resultado, pero del que probablemente saliese
derrotado, ya que no entra en más detalles.
Estatua de Mentuhotep II. Wikicommons |
Con el país unificado, Mentuhotep II se dedicó a terminar durante su
reinado con los últimos focos de resistencia. También intentó recuperar el
poder que Egipto había poseído durante el Reino Antiguo en Nubia. En el norte
lanzó varias expediciones hacia el Sinaí y hacia Libia. Sus sucesores
prosiguieron con la misma política avanzando las fronteras egipcias tanto en
Nubia como en Asia.
Con el cambio de
dinastía, Egipto aumentó su presencia en el Mediterráneo y en Asia. Existen
contactos con las ciudades egeas y con Mesopotamia. Se realizaron campañas para
consolidar las rutas comerciales y mantener el control de las minas de oro y
turquesas. Los asiáticos entraron en Egipto para comerciar y asentarse sobre
todo en la zona del Delta. A estos asiáticos se les conoció como hyksos, lo que
demuestra que tuvieron una convivencia pacífica con los egipcios hasta que se
hicieron con el poder durante el Segundo Período Intermedio.
Fortificaciones
Durante el Reino Medio,
destaca el proceso de fortificación que se llevó a cabo en el sur. El arte de
la fortificación en Egipto se conoce desde los primeros tiempos, pero durante
el Reino Medio, el levantamiento de grandes fortificaciones se desarrolló y
mejoró. La más conocida e importante fue la
fortificación de Buhen que levantó en el extremo norte de la Segunda
Catarata, y existía desde los inicios de la II dinastía y fue desarrollada a lo
largo de los años. Buhen tuvo una forma rectangular con un perímetro exterior que
llega hasta los 700 m. y un grosor de la muralla de 4 m. rodeando a todo el
conjunto había una zanja para facilitar la defensa. Las murallas estuvieron
reforzadas con 32 bastiones y 5 torres menores. En la cara occidental había una
gran torre de 47 m de altura. Para cerrar el conjunto, se utilizó un doble
portón de madera y un puente levadizo que resguardaba a la población. Las
murallas poseían troneras para poder observar al enemigo y defenderse de él.
Fortificación de Buhen |
Otra fortaleza que
podemos destacar es la de Semna Oeste,
con forma de L y un perímetro de 130 m. Estaba reforzada con torreones,
bastiones y dos entradas fortificadas en los lados oeste y este. Por las
inscripciones halladas, ya sabemos que estaba en funcionamiento en el reinado
de Sesostris III. Sin embargo, Semna Este, conocida como Kumna tuvo una vida
útil menor y estaba sólo habitada durante breves períodos de tiempo.
Fortaleza de Semna |
Más fortalezas que
destacaron son las de Uronarti, Mirgissa y Kuban, todas ellas levantadas en la
región para controlar a las poblaciones enemigas y mantener una constante
fuerza de soldados lista para intervenir en caso necesario. También eran usadas
como lugar de avituallamiento de las caravanas comerciales y las expediciones
militares.
Las armas egipcias del Periodo Intermedio
Para conocer las armas que se utilizaban para defender
estas fortalezas y atacar al enemigo, tenemos que utilizar las fuentes
arqueológicas y epigráficas. Dentro de las fuentes arqueológicas tenemos
durante este período una interesante costumbre funeraria. Se han hallado varias
tumbas con maquetas en las que se
representaba el oficio del propietario como
cervecerías-panaderias, granjas, graneros etc. Dentro del ámbito militar
podemos referirnos a dos especialmente, halladas en la tumba de Meseherti,
nomarca y sumo sacerdote de Asiut. La primera es una compañía de 40 arqueros
nubios marchando en filas de cuatro. En la segunda, se representa a una
compañía de lanceros equipados con lanza y escudos.
Durante este período
histórico, el armamento utilizado no difiere mucho del anterior, sin embargo el
contacto con nuevas zonas de Asia, especialmente Asiria, hará que se
introduzcan algunas mejoras en las armas.
Figuras de arqueros nubios de la tumba de Mesehti |
Los arcos continuaron
siendo una de las armas principales y más importantes. Se siguieron utilizando
el arco simple, y el arco doble convexo. Las cuerdas podían hacerse de tripa de
animal o de lino, el cual era mucho más efectivo. Gracias a escenas funerarias,
podemos imaginar que las cuerdas se anudaban antes del combate, utilizando el
peso del arquero para doblar la pala, o sino colocándola entre las rodillas y
estirando la cuerda a ambos extremos. La forma de anudar el cordaje consistía
en un sistema de 11 vueltas alrededor de ambos extremos. Como curiosidad, en
muchos enterramientos del Reino Medio, se han encontrado arcos rotos
deliberadamente. Esto podría estar asociado con la muerte espiritual del
enemigo. También se puede asociar a la separación del cuerpo y el espíritu, ya
que no era rara la creencia de la unión del espíritu del soldado con el arma
utilizada.
Las flechas tampoco
sufren cambios especiales. Las saetas suelen ser de madera o junco, y la punta
se realizaba sobre todo en sílex o cobre. El cobre era muy valorado ya que
tenía la dureza suficiente para penetrar en una armadura y dañar al enemigo,
pero era lo suficientemente blando como para doblarse al chocar contra el hueso
y dificultar así su extracción.
Al igual que en la
anterior etapa, muchas flechas podían ir pintadas para señalar una tipología
específica o para identificarlas por su propietario, ya que después de la
batalla los arqueros recogían sus propias flechas, como muestran muchos
relieves funerarios.
Para el transporte de las
saetas, se utilizaban aljabas y las flechas se agrupaban y envolvían en telas
de lino para evitar golpes y fracturas.
Para la infantería de
melee, las armas seguían siendo las mismas que en el período anterior. Las
hachas egipcias se fabricaban en bronce y cobre. Los análisis que se han
realizado a las armas de batalla han
hallado grandes cantidades de estaño, cobre y arsénico, a diferencia de las
usadas en la vida diaria, por lo que poseían una dureza mayor. También se
fabricaron en piedra, más baratas pero menos efectivas que las metálicas. Las
hojas podían tener formas de media luna o de epsilon, y se anudaban a mangos tanto largos como
cortos. Algunos de estos mangos poseen una perforación en la parte inferior
para pasar una cuerda y mejorar la sujeción, otra posibilidad era curvar el
mango para adaptar mejor el agarre a la mano del soldado.
Las lanzas estuvieron
sujetas a cambio a lo largo de todo este período. Las puntas tenían forma de
hoja plana. La maqueta encontrada en la tumba de Meseherti (o Mesehti) muestra que las
lanzas poseen la misma longitud que los soldados, es decir, en torno a los 150
cm. De las lanzas derivan las jabalinas
y los venablos, armas arrojadizas pero que podían usarse también como arma de
combate cuerpo a cuerpo en caso de que fuese necesario.
Lanceros de la tumba de Mesehti |
Las mazas de guerra y jabalinas
siguieron presentes en las fuerzas militares egipcias, pero su presencia ya es
menor frente al uso de las armas metálicas.
Sobre las protecciones corporales, los soldados
llevaban dos tiras de cuero endurecido, cruzadas sobre el cuerpo y que servía
también como sujeción para las armas. Las representaciones funerarias, muestran
que también podían llevar una faja abdominal de cuero y que cubría la parte
delantera del cuerpo y que se anudaba por la parte trasera.
Para la cabeza, no hay muestras de que usasen caso y como defensa frente
a flechas o golpes, varias momias de soldados muestran que usaban las trenzas del pelo enrolladas.
Los escudos de este período eran de diferente tipología. El más común
era una pequeña rodela ligera que cubría parte del cuerpo. Un segundo grupo,
estaba formado por escudos que cubrían todo el cuerpo, pero que eran más
pesados. Por último para los asedios, se han encontrado en las representaciones
funerarias escudos de asaltos que debía ser manejado por varios soldados para
avanzar hacia las murallas, lo que significaría que los egipcios estaban bien
entrenados para la toma de ciudades.
Como curiosidad, podemos
destacar que en 1925-1926, en las excavaciones que se realizaban en el templo
de Mentuhotep II en Deir el Bahari, los arqueólogos hallaron en una tumba
sesenta momias enterradas. Se trataba de soldados que habían combatido con el faraón
y habían caído en batalla. Los test realizados demostraron que habían sido
temporalmente abandonados en el campo de batalla y algunos devorados por aves
carroñeras. Con los cuerpos se hallaron restos de flechas, que se habían
clavado en sus cuerpos tanto en el tórax como en brazos o en la cabeza. Muchos
cuerpos tenían heridas punzantes en la cavidad torácica y tenían atravesados
los pulmones y el corazón. Esto dio mucha información sobre los soldados y las
heridas que podían sufrir, así como, las principales causas de la mortandad
entre los hombres.
Por lo tanto, vemos que
el I Período Intermedio, no significó una ruptura con el pasado y una inmersión
en el caos, sino que la institución faraónica siguió vigente y fue respetada.
Los contactos con zona de Asia y del Mediterráneo introdujeron pequeños cambios
en las armas, pero la forma de hacer la guerra se mantuvo sin cambios.
Tendremos que esperar a finales del Reino Medio para que los hyksos se hagan
con el control del Delta y se introduzca una nueva arma, que posteriormente
durante el Reino Nuevo se convierta en el arma por excelencia de los ejércitos
egipcios y asiáticos: el carro.
Tumba 15 beni hassan |
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