Nuestro amigo David
nos propone un viaje para conocer uno de los más bonitos castillos
medievales japoneses que sería escenario de uno de los combates más duros de la
Segunda Guerra Mundial. Por cierto en su novela La
Ultima Isla podréis conocer en profundidad la Invasión de Okinawa.
La guerra del Pacífico estaba en su fase
final. El último paso antes de lanzarse a la conquista de las islas principales
de Japón era la invasión de Okinawa. La defensa de tan importante enclave se le
encargó al 32º Ejército nipón del general Ushijima.
Como parte de la Operación Iceberg, el 10º Ejército de Estados Unidos, dirigido
por el general Buckner, tenía la misión de tomar Okinawa. Lo que había sido un
enclave fértil y apacible, estaba a punto de convertirse en un infierno para
estadounidenses y japoneses.
En Okinawa, con 96 kilómetros de largo
por 29 de ancho, sus habitantes, con influencias culturales mongolas y chinas,
se dedicaban a la agricultura y a la ganadería. Sin embargo, los
administradores los despreciaban y los consideraban seres inferiores.
Mapa de la Invasión de Okinawa de la revista Veterans of Foreingn Wars |
En una tierra tan frondosa abundaban
especies vegetales como el bambú, el pino o el bayán. La población vivía en su
mayoría en pequeños pueblos y en sus tierras se cultivaban el boniato, la caña
de azúcar, arroz y judías. También disponían de cerdos, pollos y cabras que
harían las delicias de los paladares de los estadounidenses durante la
invasión.
Sin embargo, con la inminencia de la
invasión, la tranquilidad se desvaneció y los japoneses comenzaron a fortificar
la isla. En la construcción más emblemática de Okinawa, el castillo Shuri (en
la imagen superior fotografiado en 1934), el general Ushijima estableció su
cuartel general. Erigido en el siglo XV, el
castillo Shuri, una espectacular fortaleza medieval de sólidos muros de
piedra, se alzaba sobre uno de los puntos más elevados de Okinawa. Bajo tan
imponente fortificación, los japoneses crearon una red de cuevas que les
ofrecía una excelente protección ante los bombardeos estadounidenses.
Entrenamiento de Karate de la guarnición del Castillo |
El 1 de abril de 1945, el 10º Ejército
del general Buckner desembarcó en Okinawa. Ante la imposibilidad de defender
las playas, los japoneses optaron por aguardar al enemigo en las cadenas
montañosas situadas en el sur de Okinawa. Tras unos primeros días en los que la
invasión de Okinawa parecía más una excursión campestre que una campaña
militar, los estadounidenses se toparon con una fortísima oposición japonesa.
Las lluvias torrenciales asolaron la
isla, el terreno quedó enfangado y los cadáveres, tendidos a la intemperie, se
pudrieron. La fetidez se extendió por el campo de batalla, entremezclándose los
olores de la pólvora, la cordita, los cuerpos en descomposición y la
inmundicia. Las condiciones tan miserables del campo de batalla erosionaron
profundamente la moral de los combatientes, haciendo más dura su ya de por sí
complicada existencia.
A costa de un intenso sufrimiento, el
10º Ejército estadounidense logró quebrar las líneas japonesas, avanzando
directamente hacia el epicentro de las defensas niponas: el castillo Shuri.
La noche del 22 de mayo de 1945,
mientras la inclemente lluvia repiqueteaba contra las almenas del imponente
castillo, Ushijima y su estado mayor, se congregaron en una cueva al pie de la
fortaleza medieval. Allí decidieron que la mejor opción era retirarse hasta la
escarpadura que se extendía de Yaeju-Dake hasta Yuza-Dake. Allí podrían ofrecer
una resistencia mucho más organizada.
El 29 de mayo de 1945, la compañía A del
1º Batallón, del 5º Regimiento de la 1ª División de Marines se infiltró a
través de las líneas niponas por las proximidades del desfiladero de Wana. Una
pequeña fuerza japonesa escaramuceó con los marines en el patio del castillo,
pero los marines se las arreglaron para expulsar a los nipones. Con el castillo
Shuri en su poder, los estadounidenses izaron
la bandera confederada. Según el testimonio autobiográfico Diario de
un marine del infante de marina Eugene B. Sledge, que combatió en
Peleliu y Okinawa, los marines de los estados del norte se indignaron, los que
pertenecían al oeste no sabían cómo reaccionar y los sureños prorrumpieron en
gritos de júbilo. Finalmente, la enseña estadounidense que había ondeado en
Guadalcanal terminó por izarse entre las ruinas del castillo Shuri.
Colocando la segunda bandera en las ruinas del castillo |
Alrededor de 200.000 proyectiles habían
castigado los muros del castillo Shuri, que ante semejante tormenta de fuego,
había quedado totalmente en ruinas. Solo unas pocas paredes habían quedado en
pie al terminar la batalla.
En 1992, tan imponente fortificación fue
restaurada y en el año 2000, el castillo Shuri fue declarado Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO.
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“Los combates por el castillo Shuri en Okinawa” David López Cabia – Bellumartis Historia Militar
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