DECIMO BRUTO TACITO. RELATO HISTÓRICO


Este reportaje para un Acta Diurna (especie de periódico romano) aunque con datos verídicos es producto de la imaginación de Pelayo Rodríguez Avello, no así la situación que se narra, que era normal en la época, en torno al 69-70d.c. La cohorte de la historia.se encuentra acantonada en un fuerte fronterizo de Germania Inferior limítrofe con la tribu de los Bátavos, tribu germánica asentada en los actuales  Países Bajos.
ACTA DIURNA NONAS DE NOV.
En las Kalendas de Sep. de este año, en uno de los fuertes fronterizos de Germania Inferior Decimo Bruto el prefecto de la COHORS XV VOLUNTARIORUM, se paseaba por el muro preocupado por su actual situación. Hacía pocos meses que el difunto Galba había disuelto con deshonor la CORPORIS CUSTODES que era la guardia personal del emperador formada por bátavos, a eso se le acompañaba la disolución de varias cohortes auxiliares de los bátavos en Britannia. Desde entonces había un ambiente de tensión, pues llegaban rumores de rebelión. El prefecto dio las últimas órdenes a sus centuriones y optios para pasar la noche y se retiró a el PRAETORIUM, allí repaso las ultimas noticias que había recibido de la capital de la provincia, COLONIA CLAUDIA ARA AGRIPPEINENSIUM que le ordenaban informar de cualquier ataque, emboscada o noticia inusual a la vez que le explicaban que algunos exploradores no habían regresado a la provincia y, aunque podría ser un simple retraso, se le ordenaba extremar las precauciones.

Decimo confiaba en recibir refuerzos pues aunque no creía que los bárbaros se sublevaran de inmediato, sí contemplaba la idea de que lo harían en un futuro próximo, para el cual le vendría bien disponer de más efectivos. Contaba con una buena cohorte la XV VOLUNTARIORUM que comandaba desde hacía cuatro años, estaba bien entrenada con una buena disciplina.  Durante su mandato habían combatido por la frontera de las dos germanías contra los catos y alguna otra tribu germana enemiga, hasta el momento el signifer de la cohorte llevaba un estandarte que pesaba más de lo normal gracias a las numerosas condecoraciones que tenían, era una unidad excelente y él lo sabía muy bien. A sus vigorosos 54 años  había visto muchas tropas. Volvió a pensar en los bátavos y se tranquilizo un poco al darse cuenta que solo le faltaban 14 hombres, que todavía no habían sido sustituidos. Contaba con 466 hombres del mejor ejército del mundo, bien equipados y protegidos con un buen fuerte  y con víveres suficientes para un mes. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el optio de la 3º centuria (la que estaba de guardia) que venía a informarle de que acababa de entrar en las fortificaciones un explorador. El prefecto fue hasta la puerta donde el centurión Tulio (de la 3º centuria) estaba junto a un hombre con uniforme romano que presentaba signos de lucha, este le informo de que la guerra contra los bátavos era una realidad, el había conseguido escapar de Batavia por los pelos.
Decimo se sobrepuso a la noticia y empezó a dar órdenes, al explorador le daría un nuevo caballo(pues el que había traído estaba exhausto) para salir inmediatamente hacia la capital a informar al gobernador, acto seguido convoco a todos los oficiales al PRAETORIUM, ya allí, eran trece los presentes con él, los centuriones: Sexto, Mario, Tulio, Quinto, Fulvio y Julio, de 1º a 6º centuria y los optios: Mario, Plobio, Cayo, Tulio, Aulo y Macro, de 1º a 6º centuria a los que les dijo:  << Estamos en una situación difícil, los bátavos se han sublevado, ahora pueden estar a la defensiva o atacar y si ocurre esto último, los fuertes de la frontera como el nuestro, sufriremos el primer golpe. Por lo tanto tenemos que prepararnos: Centurión Quinto, esta noche quiero que te turnes con Tulio para que vuestras centurias hagan guardia, mañana iniciaremos algunos trabajos, pues el fuerte, aunque está en buen estado, bien podría necesitar algunas defensas extras, es todo por esta noche, retírense. >>  El prefecto confiaba en sus oficiales, eran todos unos veteranos curtidos en mil batallas, disciplinados y que no titubeaban en ningún momento, ahora iba a descansar pues se temía que dentro de poco no habría tiempo para ello.
Al día siguiente Decimo volvió a reunir a sus oficiales a primera hora y ordenó: al Centurión Sexto comprobar la muralla por el exterior e interior, arreglando todo desperfecto, a Fulvio aumentar el foso exterior un metro de ancho por dos de profundidad y colocar todos los abrojos (Tribulus) disponibles alrededor del fuerte, salvo el camino que lleva al portón, Julio llevar los carros de la cohorte al bosque más cercano para traer madera y piedra, al Centurión Mario colocará todas las estacas (Sudis) disponibles en el foso, y hacer más estacas y pila con la madera que Julio traiga, y fundir todo el hierro disponible para crear abrojos, a Quinto patrullar los muros y mando exploradores hacia los puntos cardinales.
Durante los tres días siguientes reino la tranquilidad,  el temor a un ataque iba decreciendo y fue entonces cuando llegó un explorador con las temidas novedades. Los bátavos se estaban concentrando a lo largo de la frontera, y se había puesto en estado de alerta a las legiones para proceder a su concentración. Ante esta información Decimo volvió a preocuparse, pues estando los barbaros en la frontera era muy probable que atacaran primero los fuertes fronterizos. La XV VOLUNTARIORUM podría aguantar sus ataques, mientras su número no fuera excesivo, si llegara tal caso, lo más probable era que la cohorte pereciera. En todo caso, Decimo era un oficial romano, sabia cual era su deber y si ello le llevaba a la muerte, procuraría llevarse a unos cuantos germanos con él. Un día después el explorador situado al norte volvió al fuerte a informar de que un contingente enemigo de unos 3.000 hombres de infantería avanzaba hacia ellos. Horas más tarde todos los exploradores habían regresado y a dos de ellos se les mandó a informar al gobernador. Partieron justo a tiempo, porque poco después los primeros grupos de germanos comenzaron a rodear el fuerte. Esa noche pocos durmieron, al día siguiente más bátavos llegaron y así durante los tres días siguientes, la quinta mañana de asedio se calculó que habría en torno a 6.000 germanos rodeándoles. Esa noche tuvieron fiesta y sus gritos llegaron a la cohorte, eso significaba que al día siguiente habría sangre. Los hombres de la cohorte, mantenían la moral alta y estaban dispuestos a luchar por Roma.
Decimo salió del PRAETORIUM al despuntar el alba y subió a la muralla, allí le esperaban sus oficiales y pudo ver como la mayoría de bátavos se situaban enfrente de la muralla este con un ariete. El portón estaba formado por dos puertas: la primera daba a un túnel cerrado de su misma anchura e iba a dar a la segunda puerta que comunicaba con el fuerte. El prefecto ordenó a la centuria de Mario cubrir la muralla del portón, a Julio le mandó dividir su centuria en dós, el mismo Julio iría con las cinco primeras secciones al portón donde ya estaba la centuria de Quinto, lo restante de la 6º centuria iría con el optio Mario a sumarse a los soldados apostados en la muralla este, en la cual estaba Décimo observando el teatro de operaciones. Las tres centurias restantes ocuparían el resto de murallas, a todos les había mandado aprovisionarse de pila y rocas suficientes para la jornada. El prefecto dudaba si con las defensas que tenía y con las 3 centurias dispuestas, conseguirían parar a aquella gran masa de barbaros, pero si era cierto que si los romanos, tanto en la puerta como en la muralla cerraban escudos y luchaban compactos, tardarían en caer. Entonces los germanos avanzaron.

Al comenzar el avance los bátavos se dividieron en tres grupos, uno de ellos con el ariete avanzaba en dirección al portón y los otros dos hacia las murallas que lo franqueaban, cargando escaleras.  Décimo observó que en las formaciones laterales los primeros barbaros caían al suelo gritando de dolor, vio como un germano gigante era atravesado por un abrojo en el pie y como al caer, otro se le clavaba en la cabeza, bañando de sesos la tierra de su alrededor. Los pinchos habían conseguido parar el avance de los grupos bárbaros, que entre bajas y heridos habían perdido una treintena de hombres. Ahora miraba al grupo del ariete con la esperanza de que con ellos les fuera todavía mejor. Los barbaros del ariete no habían encontrado abrojos pues seguían el camino del portón que estaba despejado, no obstante algunos se habían separado demasiado del camino y yacían en el suelo agonizando, atravesados por las estacas. Fue entonces cuando se pusieron a tiro de jabalina y Décimo ordenó << 2º centuria y secciones de la 6º, en ristre jabalinas >> les dejó acercarse un poco más y gritó << ¡ lanzad ¡ >> y un centenar de pila rasgaron el aire causando en el enemigo cuantiosas bajas que sin embargo, ante el gran número de germanos acumulados no detuvieron su avance. Se escucharon sus gritos de agonía, el prefecto ordenó <<  ¡ lanzad a discreción ¡ >> y el fuego continuó, no obstante al ver a uno de sus soldados caer atravesado por una lanza se dio cuenta de que por cada jabalina que lanzaban, diez bárbaras la respondían. Dio instrucciones para refugiarse y disparar alternativamente,  no dándoles un blanco fácil. Cuando sintió el primer golpe del ariete en la estructura, bajó corriendo con los centuriones Quinto y Julio. Abrieron la segunda puerta y vieron como la primera recibía otro embate, como no creía que resistiera mucho tiempo decidió efectuar una salida con la cuarta centuria, dejando atrás a los de Julio para que cubrieran la futura retirada.
En el túnel del portón entraba una sección a lo ancho, colocándose con la primera, teniendo a Quinto a su izquierda y al signifer a su derecha, sintiendo a la siguiente sección detrás, mandó abrir la primera puerta. Esto pillo desprevenidos a los germanos que al ver a la centuria saliendo en formación, se asustaron y dieron instintivamente un paso atrás, el prefecto ordenó a la primera sección lanzar las jabalinas y cuando la suya se desprendió de su mano vió con gusto el atroz efecto que causó en las desordenadas filas enemigas. Acto seguido de su garganta salió una nueva orden << ¡ a la carga ¡ >> y entre unos cuantos gritos de los suyos avanzaron en perfecta formación hasta chocar contra los bátavos.  Décimo al primer enemigo lo tiró al suelo, cosa que aprovechó para clavarle el gladio en el pecho, buscó con la mirada su próxima víctima y vio a un germano yendo hacia él, con una lanza en ristre, esta chocó contra el escudo, el prefecto aprovechó y de un tajo seccionó el brazo que portaba la lanza y seguidamente le segó la garganta. Se apartó de la primera línea y observó que habían avanzado toda la anchura del foso, al cual habían tirado a varios enemigos cuyos cadáveres se veían retorcidos y deformados al haberse clavado en las estacas. Los barbaros se habían sobrepuesto al miedo inicial y cargaban con los escudos por delante de manera compacta hacia ellos. Décimo mandó reformar a la centuria, echó hacía atrás al signifer y dio instrucciones a Julio para meter el ariete al fuerte. Entonces tuvo lugar el choque, ahora lo que importaba era quien empujaba más, escudo contra escudo, nadie avanzaba, los romanos se clavaron en el suelo. El prefecto comprobó que ya se había retirado el ariete y decidió organizar la retirada de sus hombres, el centurión Quinto empezó a marcar un ritmo, con el cual los romanos retrocedían paulatinamente <<  uno, dos, uno, dos,… >> y cada vez se iban acercando más al portón, en ese momento el empuje de los barbaros  no era tan fuerte, pues los germanos estaban buscando huecos por donde penetrar en la formación. De improviso  al infante que Décimo tenía delante, le clavaron una lanza en las costillas y se desplomo,. El prefecto ocupó su posición y empezó a recibir golpes en el escudo, justo cuando la formación llegaba al quicio del portón, así que ordenó a la centuria, salvo a la primera línea retirarse. Al verlos sobrepasar el portón, ordeno a su línea y al centurión Julio   << ¡ cuerpo a tierra, lanzad jabalinas ¡ >> y se estrelló contra el suelo justo antes de sentir como las jabalinas pasaban por encima de él, a la vez que oía el efecto de las mismas en los atacantes. Habían detenido el tiempo suficiente al enemigo como para cerrar las puertas y solo lograron entrar dos bátavos que fueron acorralados y muertos.
Tras un rápido recuento, Decimo supo que quedaban 442 hombres y calculaba que habían causado 150 bajas al enemigo. Se dispusieron a pasar una noche relativamente tranquila y al amanecer descubrieron que iban a atacar por todos los frentes. Dio las órdenes pertinentes, distribuyo a las centurias por la muralla salvo la de Quinto que iría con el prefecto de sitio en sitio. Subió a la muralla y espero.
A la hora, los barbaros avanzaron por todos los frentes, conforme se acercaban la tensión  crecía y los germanos seguían aproximándose, metro a metro con un silencio sepulcral, solo se rompió con un grito sordo, que significaba que habían llegado a los abrojos y eso conllevaba estar a tiro de jabalina, lo que Tulio comprobó, lanzando el primer proyectil que  atravesó el escudo y torso de un bátavo, quedando este clavado en la tierra. Mientras, los germanos avanzaban gritando y a la carrera quitando los abrojos, los romanos por su parte lanzaban sus jabalinas a discreción  consiguiendo causar numerosas bajas entre los atacantes antes de que llegaran al foso .Cuando llegaron al desnivel, los primeros barbaros cayeron y fueron empalados por las estacas, los que venían detrás intentaron quitarlas bajando poco a poco, pero eran empujados por los que venían por detrás, aunque algunos lo conseguían, era difícil y muchos más  acabaron muertos. A pesar de la gran mortandad,  fueron abriendo caminos por donde pasaban con las escalas y ya estaban subiendo el foso para colocar las escaleras. Así era la situación en las murallas cuando el prefecto reparo en el portón. El grupo del ariete había avanzado confiadamente hasta llegar a la zona donde la noche anterior los romanos habían colocado nuevas estacas y abrojos. Allí se detuvieron, al intentar quitarlas sufrieron  numerosas pérdidas pero  habían conseguido al fin, limpiar el camino y lograr una buena apertura como para que pasara el tronco que utilizaban  como ariete. Las primeras escaleras ya se posaban sobre las murallas y por las que los romanos no tiraban subían germanos por doquier. Décimo desenvainó el gladio, fue a la escalera más cercana donde asomaba una cabeza de bárbaro, la que separó de su cuerpo y acto seguido tiró la escalera, entonces pudo darse cuenta y evaluar  la situación en la muralla: Los primeros enemigos eran abatidos en los muros debido a su inferioridad numérica al intentar escalar la muralla por las escaleras , pero allí donde el enemigo conseguía subir y concentrar un grupo de guerreros, era donde había que atacar con más dureza, pues suponía una brecha segura en la defensa . Salvo en la muralla sur que todavía no se veían escalas, la situación en el resto de muros era bien parecida, justo en ese momento noto la misma sensación de intranquilidad del día anterior, lo que significaba que la primera puerta debía estar siendo atacada. Decidió bajar con Quinto junto a su centuria, pasó al lado de Sexto y la primera que en ese momento se preparaban para luchar en el túnel.

Cuando el prefecto y Quinto se reunieron con los hombres, subieron al muro sur y vieron con alivio que los germanos allí congregados no habían conseguido penetrar por el foso y se retiraban para acompañar a sus compatriotas en otras zonas. En comparación con los otros grupos de bátavos éste había sido más inferior en número. Sin embargo la suerte cambio de repente, pues al darse la vuelta vio con horror como el enemigo había logrado hacerse con un trozo de la muralla norte y allí mandó dejando dos secciones en el sur, a Fulvio con las ocho restantes, tenían que ir a los pies del muro y desde allí lanzar todas las pila que tuvieran antes de subir por la parte derecha, mientras, él avanzaría por la muralla oeste para acabar en la parte izquierda del muro norte.

En la muralla oeste habían conseguido contener al enemigo, pero a costa de sufrir numerosas bajas, aún así aun quedaba algún que otro bátavo como al que el prefecto derribó y atravesó el cuello. Dejando la situación en manos de Julio y la sexta centuria,  continuó con su misión, al llegar a la muralla norte evaluó la situación: pese a las pila de Fulvio, los barbaros todavía seguían siendo numerosos y continuaban llegando, la quinta centuria ya había subido y combatía en la parte izquierda de la muralla, en su lado vio al optio Plobio con una veintena de hombres defendiéndose a duras penas. Ordenó a Quinto y los suyos relevar al optio, quien informó al prefecto, << Cuando empezó el ataque les causamos muchas bajas, pero al subir por las escaleras lograron juntarse y al rato eran tan numerosos que nos estaban desplazando hacia atrás, cuando el centurión Mario negándose a dar un paso atrás, cayo muerto, ante este sacrificio los hombres respondieron como uno solo y se clavaron en el suelo, no dieron ni un solo paso atrás, luego llegó Fulvio que equilibró la situación, y ahora usted, que inclinó la balanza en nuestro favor >>  Décimo comprobó que el ataque a esa muralla había sido mucho mayor que en las otras y dejando descansar a Plobio y los suyos se abrió paso hasta la segunda sección y gritó << soldados de la cohorte XV VOLUNTARIORUM, el centurión Mario ha muerto al negarse a ceder ni un solo metro, venguémosle, ¡ XV VOLUNTARIORUM ¡ >> Los hombres de esa muralla gritaron al unísono << ¡ XV VOLUNTARIORUM ¡ >> y empujaron todos juntos pillando por sorpresa al  enemigo, que empezó a ceder terreno y hombres, se colocó en un hueco de la primera línea y empujó junto a sus hombres, vio un pecho desprotegido y lo acuchillo lo que le hizo empaparse la cara de sangre, la que aumentó al aplastar unos dedos que le agarraban el escudo con el casco. Poco a poco los barbaros iban cayendo y aunque seguían subiendo más compañeros, no servía para parar la sed de sangre de los romanos, que no pararon hasta encontrarse con el otro grupo de romanos, momento en el cual lo celebraron con gritos y vítores. El prefecto comprobó que muchos romanos yacían en el suelo inertes y distinguió el cadáver del centurión Mario sin un brazo y con dos lanzas atravesándole, pero vió venir hacia él al optio Mario de la primera centuria,  que le informó, que en el portón se había tenido que retroceder y cerrar la segunda puerta, la cual ya estaba siendo embestida por el ariete. Pensando en alguna táctica se percato que el muro sur era atacado y las dos secciones apostadas allí no parecía que podrían aguantar mucho tiempo a la par que veía a Julio recibiendo otro ataque. La  cabeza de Décimo estaba en ebullición, eran muchas las opciones a valorar y por un momento no sabía cual era la mejor, estaba indeciso y miraba hacia todos lados hasta que se serenó y pensó con claridad, mandó mensajeros a todas las unidades con ordenes de retirarse a la zona entre el portón y el PRAETORIUM.

El prefecto, pudo reunir 220 soldados y viendo que los germanos por el momento se quedaban en las murallas reorganizándose, ordenó a los hombres reequiparse con el material de reserva y con algún vivere, llamó a los oficiales, los cuales acudieron pero ya no estaban todos: Estaban Sexto y su optio Mario de la primera centuria, el optio Plobio de la segunda, el centurión Tulio de la tercera, el centurión Quinto de la cuarta, el centurión Fulvio de la quinta y el optio Macro de la sexta ( al centurión Julio le habían rodeado cinco enemigos cuando se retiraba de la muralla, él había luchado como un jabato y se llevó a tres consigo antes de morir) y Decimo les dijo << Las murallas no podían aguantar mucho mas así que las evacue, ahora estamos rodeados y damos la impresión de estar esperando al último combate, pero yo espero salir de aquí con vida y con cuantos más hombres pueda, así que esto haremos …… >>
Diez minutos más tarde todos estaban en posición, los romanos formaban un cuadrado, y las murallas estaban a rebosar de bátavos, la puerta iba a abrirse en cualquier momento, los germanos estaban esperando a la apertura de esta para atacar, creían que a los romanos no les quedaba mucho y estaban ansiosos de vengar a los compañeros muertos, nadie hablaba, había un silencio sepulcral. De pronto un último embate del ariete abrió la puerta de par en par, miles de vítores inundaros el ambiente pero se vieron sobrepuesta por doscientas gargantas que gritaron << ¡ XV VOLUNTARIORUM ¡ >> y a la vez que gritaban, cambiaban de formación, lo que había sido un cuadrado paso a ser una columna de marcha que avanzo corriendo hacia el portón, abría el camino la 1º centuria con el prefecto delante, a su derecha el centurión Sexto y a su izquierda el signifer. Los romanos embistieron contra los germanos del exterior los cuales asombrados no se movieron y cuando lo hicieron, treinta de los suyos habían muerto, eso y ver a la columna en perfecta formación cargar hacia los supervivientes fue demasiado para su temperamento y los bátavos se retiraron.
La columna salió del fuerte y cuando estaban a 300 metros los bátavos estaban saliendo por el portón pero abandonaron la persecución. Con los heridos al hombro no pudieron seguir corriendo mucho tiempo aun así no pararon de andar en todo el día, construyeron una rudimentaria empalizada y se dejaron caer dentro, al día siguiente Decimo que contaba con algunos víveres mas, producto de la caza, se sintió con posibilidades de conseguirlo pues hasta el próximo fuerte les quedaba un día de marcha y su guarnición era de 1000 hombres. Además debían de estar prevenidos pues con los dos caballos que quedaban en el fuerte se habían mandado dos mensajeros. Por el momento no habían recibido noticias de que les persiguieran.
Al día siguiente iniciaron la marcha a primera hora, no se detuvieron a destruir el campamento y las marchas forzadas continuaban, los soldados estaban reventados ante el esfuerzo que estaban haciendo, pero ni se quejaban ni desobedecían al prefecto, que hasta el momento nunca les había fallado. A mediodía estaban en una gran llanura y cuando esta se acababa y el camino se adentraba en un bosque, Decimo los vio, a unos 5km, calculaba que serian unos 1000 hombres, suficientes para acabar con ellos y lo más importante iban más rápido que ellos. Las siguientes horas fueron una agonía de marcha, todo el rato yendo al máximo de velocidad y preocupados por los germanos que no se sabía como, pero les seguían ganando terreno. Hasta que dos horas antes de anochecer saliendo de un bosquecillo vieron el fuerte sobre una loma, en ese momento el ánimo de los hombres cambio e incluso la velocidad aumentó durante un tiempo, pero cuando vieron al enemigo salir del bosquecillo pocos minutos después que ellos, la moral se cayó al suelo. La marcha continuo a toda velocidad, pero aunque cada vez se acercaban mas al fuerte, los bátavos no se rendían y seguían detrás de ellos, estando a un kilometro del fuerte y viendo que no lo iban a conseguir, Decimo ordeno plantar cara al enemigo en una línea de 70 hombres de largo y tres de profundidad.
 Los romanos gozaron de unos instantes de descanso a diferencia de los bárbaros que estaban tan cansados como ellos. En la última mirada que el prefecto echo al fuerte, vio a una masa de hombres salir de él y le entro esperanza, se abrió paso hasta la primera línea en el centro de la formación y solo dijo <<¡ XV VOLUNTARIORUM ¡>>  a lo que le respondieron doscientas gargantas. Cuando los bátavos se acercaron lo suficiente Decimo mando lanzar jabalinas y escucho con gusto los gritos de agonía de los barbaros alcanzados , ordeno coger los pila de la segunda sección y efectuaron otro lanzamiento que fue devastador en las filas enemigas, pues solo le separaban 15 metros, vio como su pilum rompía el escudo de un germano y le atravesaba el pecho, inmediatamente después desenvainó el gladio y fijándose en la tierra con sus sandalias, unió su escudo con los de su compañeros y se preparó para el golpe.
Los bátavos chocaron contra un muro de escudos intentando encontrar una brecha, que no existía, pues los romanos, aunque exhaustos, todavía eran buenos soldados, pronto la diferencia numérica se hizo notar ante el gran empuje bárbaro que hizo retroceder a la cohorte, ante esto Decimo ordenó al signifer que no se moviera un paso más hacia atrás y este cumplió la orden mientras el prefecto gritaba << ¡XV VOLUNTARIORUM con vuestro estandarte! >> y los 200 hombres pararon en seco para no moverse más, consiguieron parar el empuje, los bárbaros se retiraron 20 metros y empezaron a tirar lanzas contra lo formación romana, la cual formó una especie de testudo a lo largo de toda la línea, pero aun así alguna lanza encontraba una pequeña apertura y mataba algún romano. El prefecto no se iba a quedar así y cuando llevaban algún rato sufriendo el traqueteo que hacían las lanza sobre sus escudos ordeno << ¡ romanos a la carga ¡ >> y la testudo se rompió para dar lugar a una estampida de romanos en dirección a los barbaros para entablar un encarnizado combate ,el cual los bátavos sorprendidos empezaron perdiendo pero que poco a poco,  fue igualándose. Allí estaba Decimo que acababa de segar la garganta de un germano, vio a un enorme bátavo dirigirse hacia él con una gran espada como única arma y protección, el enemigo le empezó a golpear con gran fuerza en el escudo que ante las brutales acometidas se estaba abollando, pero en el momento en que el enemigo iba a lanzar otro golpe, el prefecto le estampo el escudo en la cara y le clavo el gladio por entre las costillas, penetrando en los pulmones y quitándole la vida. Decimo buscó con la mirada el próximo enemigo pero lo que vio fue muy distinto, el centurión Sexto y el signifer de la cohorte habían sido rodeados por unos cuantos enemigos, temiendo perder el estandarte y con él su honor se lanzó a la carga contra la espada de uno de esos bátavos, lo derribó y le clavó su espada en la cabeza, esta acción atrajo la atención de otro germano pero pagó caro su error pues perdió la vida debido al gladio de Sexto que le atravesaba el pecho. Al mismo tiempo, dos barbaros ensartaron al centurión con sus lanzas y este, en un último esfuerzo antes de caer, separo la cabeza del cuerpo de los dos enemigos de un único tajo. Ahora el prefecto a la vez que mostraba mentalmente su respeto por Sexto, se colocó al lado del signifer, a este le mando retirarse de esa zona y irse otra vez al centro de la formación romana para que los hombres lucharan protegiéndole hasta el final, el portaestandarte obedeció y se retiró, Decimo encaró al enemigo más próximo pero por el rabillo del ojo vio a un bátavo aprovechar la retirada del estandarte para ir a por su portador por la espada y el prefecto olvidándose de todo lo demás fue hacia ese enemigo y se tiro encima de él matándolo con su gladio. De pronto se oyeron vítores romanos y vio como los bárbaros se retiraban, estaban salvados, la guarnición del fuerte había llegado, veía a todos sus hombres festejándolo salvo al signifer que le miraba con una mezcla de gratitud y preocupación, Decimo estaba muy cansado pero aun así quería levantarse para perseguir a los bátavos hasta matarlos a todos pero al intentarlo le fallaron las fuerzas , no entendía como podía estar tan cansado como para no poder levantarse, hasta que vio una lanza clavada en su vientre, por el cual salía sangre a borbotones, demasiada sangre había por el suelo y comprendió que no iba a salir de este envite. Debió ser el germano al que dio la espalda para tirarse a por el que iba detrás del portaestandarte, que aprovechando la situación  le clavo su arma. Decimo se iba feliz, pues aunque sabia cercana su muerte, había conseguido salvar lo que quedaba de su cohorte de la muerte y del deshonor (al salvar al signifer), por no  hablar del combate y la resistencia llevada a cabo en el fuerte. Si, se había comportado como un buen soldado de Roma. Entonces Decimo Bruto praefectus cohortis de la COHORS XV VOLUNTARIORUM, de 54 años, vio como todos los soldados romanos que a su lado habían luchado se inclinaban ante él, llevando su puño derecho al corazón. Se le escapaba la vida, pero tuvo fuerzas para devolverles este ultimo saludo, después, inclino su cabeza y murió como los valientes, en el campo de batalla, habiendo luchado valientemente,  tenía una sonrisa en la cara.
Ese día Caronte  transportó a un gran hombre.

Decimo Bruto Tacito. Relato histórico” Pelayo Rodriguez Avello - Bellumartis Historia Militar

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