Este
reportaje para un Acta Diurna (especie de periódico romano) aunque con datos verídicos es producto de la imaginación de Pelayo
Rodríguez Avello, no así la situación que se narra, que era normal en la época,
en torno al 69-70d.c. La cohorte de la historia.se encuentra acantonada en un
fuerte fronterizo de Germania Inferior limítrofe con la tribu de los Bátavos,
tribu germánica asentada en los actuales
Países Bajos.
ACTA
DIURNA NONAS DE NOV.
En
las Kalendas de Sep. de este año, en uno de los fuertes fronterizos de Germania
Inferior Decimo Bruto el prefecto de la COHORS XV VOLUNTARIORUM, se paseaba por
el muro preocupado por su actual situación. Hacía pocos meses que el difunto
Galba había disuelto con deshonor la CORPORIS CUSTODES que era la guardia
personal del emperador formada por bátavos, a eso se le acompañaba la disolución
de varias cohortes auxiliares de los bátavos en Britannia. Desde entonces había
un ambiente de tensión, pues llegaban rumores de rebelión. El prefecto dio las
últimas órdenes a sus centuriones y optios para pasar la noche y se retiró a el
PRAETORIUM, allí repaso las ultimas noticias que había recibido de la capital
de la provincia, COLONIA CLAUDIA ARA AGRIPPEINENSIUM que le ordenaban informar
de cualquier ataque, emboscada o noticia inusual a la vez que le explicaban que
algunos exploradores no habían regresado a la provincia y, aunque podría ser un
simple retraso, se le ordenaba extremar las precauciones.
Decimo
confiaba en recibir refuerzos pues aunque no creía que los bárbaros se sublevaran
de inmediato, sí contemplaba la idea de que lo harían en un futuro próximo,
para el cual le vendría bien disponer de más efectivos. Contaba con una buena
cohorte la XV VOLUNTARIORUM que comandaba desde hacía cuatro años, estaba bien
entrenada con una buena disciplina. Durante
su mandato habían combatido por la frontera de las dos germanías contra los
catos y alguna otra tribu germana enemiga, hasta el momento el signifer de la
cohorte llevaba un estandarte que pesaba más de lo normal gracias a las
numerosas condecoraciones que tenían, era una unidad excelente y él lo sabía
muy bien. A sus vigorosos 54 años había
visto muchas tropas. Volvió a pensar en los bátavos y se tranquilizo un poco al
darse cuenta que solo le faltaban 14 hombres, que todavía no habían sido
sustituidos. Contaba con 466 hombres del mejor ejército del mundo, bien
equipados y protegidos con un buen fuerte y con víveres suficientes para un mes. Sus
pensamientos fueron interrumpidos por el optio de la 3º centuria (la que estaba
de guardia) que venía a informarle de que acababa de entrar en las
fortificaciones un explorador. El prefecto fue hasta la puerta donde el
centurión Tulio (de la 3º centuria) estaba junto a un hombre con uniforme
romano que presentaba signos de lucha, este le informo de que la guerra contra
los bátavos era una realidad, el había conseguido escapar de Batavia por los
pelos.
Decimo
se sobrepuso a la noticia y empezó a dar órdenes, al explorador le daría un
nuevo caballo(pues el que había traído estaba exhausto) para salir
inmediatamente hacia la capital a informar al gobernador, acto seguido convoco
a todos los oficiales al PRAETORIUM, ya allí, eran trece los presentes con él,
los centuriones: Sexto, Mario, Tulio, Quinto, Fulvio y Julio, de 1º a 6º
centuria y los optios: Mario, Plobio, Cayo, Tulio, Aulo y Macro, de 1º a 6º
centuria a los que les dijo: <<
Estamos en una situación difícil, los bátavos se han sublevado, ahora pueden
estar a la defensiva o atacar y si ocurre esto último, los fuertes de la
frontera como el nuestro, sufriremos el primer golpe. Por lo tanto tenemos que
prepararnos: Centurión Quinto, esta noche quiero que te turnes con Tulio para
que vuestras centurias hagan guardia, mañana iniciaremos algunos trabajos, pues
el fuerte, aunque está en buen estado, bien podría necesitar algunas defensas
extras, es todo por esta noche, retírense. >> El prefecto confiaba en sus oficiales, eran
todos unos veteranos curtidos en mil batallas, disciplinados y que no
titubeaban en ningún momento, ahora iba a descansar pues se temía que dentro de
poco no habría tiempo para ello.
Al
día siguiente Decimo volvió a reunir a sus oficiales a primera hora y ordenó: al
Centurión Sexto comprobar la muralla por el exterior e interior, arreglando
todo desperfecto, a Fulvio aumentar el foso exterior un metro de ancho por dos
de profundidad y colocar todos los abrojos (Tribulus) disponibles alrededor del
fuerte, salvo el camino que lleva al portón, Julio llevar los carros de la
cohorte al bosque más cercano para traer madera y piedra, al Centurión Mario
colocará todas las estacas (Sudis) disponibles en el foso, y hacer más estacas
y pila con la madera que Julio traiga, y fundir todo el hierro disponible para
crear abrojos, a Quinto patrullar los muros y mando exploradores hacia los
puntos cardinales.
Durante
los tres días siguientes reino la tranquilidad, el temor a un ataque iba decreciendo y fue
entonces cuando llegó un explorador con las temidas novedades. Los bátavos se
estaban concentrando a lo largo de la frontera, y se había puesto en estado de
alerta a las legiones para proceder a su concentración. Ante esta información
Decimo volvió a preocuparse, pues estando los barbaros en la frontera era muy
probable que atacaran primero los fuertes fronterizos. La XV VOLUNTARIORUM
podría aguantar sus ataques, mientras su número no fuera excesivo, si llegara tal
caso, lo más probable era que la cohorte pereciera. En todo caso, Decimo era un
oficial romano, sabia cual era su deber y si ello le llevaba a la muerte,
procuraría llevarse a unos cuantos germanos con él. Un día después el
explorador situado al norte volvió al fuerte a informar de que un contingente
enemigo de unos 3.000 hombres de infantería avanzaba hacia ellos. Horas más
tarde todos los exploradores habían regresado y a dos de ellos se les mandó a
informar al gobernador. Partieron justo a tiempo, porque poco después los
primeros grupos de germanos comenzaron a rodear el fuerte. Esa noche pocos
durmieron, al día siguiente más bátavos llegaron y así durante los tres días
siguientes, la quinta mañana de asedio se calculó que habría en torno a 6.000
germanos rodeándoles. Esa noche tuvieron fiesta y sus gritos llegaron a la
cohorte, eso significaba que al día siguiente habría sangre. Los hombres de la
cohorte, mantenían la moral alta y estaban dispuestos a luchar por Roma.
Decimo
salió del PRAETORIUM al despuntar el alba y subió a la muralla, allí le
esperaban sus oficiales y pudo ver como la mayoría de bátavos se situaban
enfrente de la muralla este con un ariete. El portón estaba formado por dos
puertas: la primera daba a un túnel cerrado de su misma anchura e iba a dar a
la segunda puerta que comunicaba con el fuerte. El prefecto ordenó a la
centuria de Mario cubrir la muralla del portón, a Julio le mandó dividir su
centuria en dós, el mismo Julio iría con las cinco primeras secciones al portón
donde ya estaba la centuria de Quinto, lo restante de la 6º centuria iría con
el optio Mario a sumarse a los soldados apostados en la muralla este, en la
cual estaba Décimo observando el teatro de operaciones. Las tres centurias
restantes ocuparían el resto de murallas, a todos les había mandado
aprovisionarse de pila y rocas suficientes para la jornada. El prefecto dudaba
si con las defensas que tenía y con las 3 centurias dispuestas, conseguirían
parar a aquella gran masa de barbaros, pero si era cierto que si los romanos,
tanto en la puerta como en la muralla cerraban escudos y luchaban compactos,
tardarían en caer. Entonces los germanos avanzaron.
Al
comenzar el avance los bátavos se dividieron en tres grupos, uno de ellos con
el ariete avanzaba en dirección al portón y los otros dos hacia las murallas
que lo franqueaban, cargando escaleras. Décimo
observó que en las formaciones laterales los primeros barbaros caían al suelo
gritando de dolor, vio como un germano gigante era atravesado por un abrojo en
el pie y como al caer, otro se le clavaba en la cabeza, bañando de sesos la
tierra de su alrededor. Los pinchos habían conseguido parar el avance de los
grupos bárbaros, que entre bajas y heridos habían perdido una treintena de
hombres. Ahora miraba al grupo del ariete con la esperanza de que con ellos les
fuera todavía mejor. Los barbaros del ariete no habían encontrado abrojos pues
seguían el camino del portón que estaba despejado, no obstante algunos se
habían separado demasiado del camino y yacían en el suelo agonizando,
atravesados por las estacas. Fue entonces cuando se pusieron a tiro de jabalina
y Décimo ordenó << 2º centuria y secciones de la 6º, en ristre jabalinas
>> les dejó acercarse un poco más y gritó << ¡ lanzad ¡ >> y
un centenar de pila rasgaron el aire causando en el enemigo cuantiosas bajas que
sin embargo, ante el gran número de germanos acumulados no detuvieron su avance.
Se escucharon sus gritos de agonía, el prefecto ordenó << ¡ lanzad a discreción ¡ >> y el fuego
continuó, no obstante al ver a uno de sus soldados caer atravesado por una
lanza se dio cuenta de que por cada jabalina que lanzaban, diez bárbaras la
respondían. Dio instrucciones para refugiarse y disparar alternativamente, no dándoles un blanco fácil. Cuando sintió el
primer golpe del ariete en la estructura, bajó corriendo con los centuriones
Quinto y Julio. Abrieron la segunda puerta y vieron como la primera recibía
otro embate, como no creía que resistiera mucho tiempo decidió efectuar una
salida con la cuarta centuria, dejando atrás a los de Julio para que cubrieran
la futura retirada.
En el túnel del portón entraba una
sección a lo ancho, colocándose con la primera, teniendo a Quinto a su
izquierda y al signifer a su derecha, sintiendo a la siguiente sección detrás,
mandó abrir la primera puerta. Esto pillo desprevenidos a los germanos que al
ver a la centuria saliendo en formación, se asustaron y dieron instintivamente
un paso atrás, el prefecto ordenó a la primera sección lanzar las jabalinas y
cuando la suya se desprendió de su mano vió con gusto el atroz efecto que causó
en las desordenadas filas enemigas. Acto seguido de su garganta salió una nueva
orden << ¡ a la carga ¡ >> y entre unos cuantos gritos de los suyos
avanzaron en perfecta formación hasta chocar contra los bátavos. Décimo al primer enemigo lo tiró al suelo,
cosa que aprovechó para clavarle el gladio en el pecho, buscó con la mirada su
próxima víctima y vio a un germano yendo hacia él, con una lanza en ristre,
esta chocó contra el escudo, el prefecto aprovechó y de un tajo seccionó el
brazo que portaba la lanza y seguidamente le segó la garganta. Se apartó de la
primera línea y observó que habían avanzado toda la anchura del foso, al cual
habían tirado a varios enemigos cuyos cadáveres se veían retorcidos y deformados
al haberse clavado en las estacas. Los barbaros se habían sobrepuesto al miedo
inicial y cargaban con los escudos por delante de manera compacta hacia ellos.
Décimo mandó reformar a la centuria, echó hacía atrás al signifer y dio
instrucciones a Julio para meter el ariete al fuerte. Entonces tuvo lugar el
choque, ahora lo que importaba era quien empujaba más, escudo contra escudo,
nadie avanzaba, los romanos se clavaron en el suelo. El prefecto comprobó que
ya se había retirado el ariete y decidió organizar la retirada de sus hombres,
el centurión Quinto empezó a marcar un ritmo, con el cual los romanos
retrocedían paulatinamente << uno,
dos, uno, dos,… >> y cada vez se iban acercando más al portón, en ese
momento el empuje de los barbaros no era
tan fuerte, pues los germanos estaban buscando huecos por donde penetrar en la formación.
De improviso al infante que Décimo tenía
delante, le clavaron una lanza en las costillas y se desplomo,. El prefecto
ocupó su posición y empezó a recibir golpes en el escudo, justo cuando la
formación llegaba al quicio del portón, así que ordenó a la centuria, salvo a
la primera línea retirarse. Al verlos sobrepasar el portón, ordeno a su línea y
al centurión Julio << ¡ cuerpo a
tierra, lanzad jabalinas ¡ >> y se estrelló contra el suelo justo antes
de sentir como las jabalinas pasaban por encima de él, a la vez que oía el
efecto de las mismas en los atacantes. Habían detenido el tiempo suficiente al
enemigo como para cerrar las puertas y solo lograron entrar dos bátavos que
fueron acorralados y muertos.
Tras un rápido recuento, Decimo supo que
quedaban 442 hombres y calculaba que habían causado 150 bajas al enemigo. Se
dispusieron a pasar una noche relativamente tranquila y al amanecer
descubrieron que iban a atacar por todos los frentes. Dio las órdenes pertinentes,
distribuyo a las centurias por la muralla salvo la de Quinto que iría con el prefecto
de sitio en sitio. Subió a la muralla y espero.
A la hora, los barbaros avanzaron por
todos los frentes, conforme se acercaban la tensión crecía y los germanos seguían aproximándose,
metro a metro con un silencio sepulcral, solo se rompió con un grito sordo, que
significaba que habían llegado a los abrojos y eso conllevaba estar a tiro de
jabalina, lo que Tulio comprobó, lanzando el primer proyectil que atravesó el escudo y torso de un bátavo,
quedando este clavado en la tierra. Mientras, los germanos avanzaban gritando y
a la carrera quitando los abrojos, los romanos por su parte lanzaban sus
jabalinas a discreción consiguiendo
causar numerosas bajas entre los atacantes antes de que llegaran al foso
.Cuando llegaron al desnivel, los primeros barbaros cayeron y fueron empalados
por las estacas, los que venían detrás intentaron quitarlas bajando poco a
poco, pero eran empujados por los que venían por detrás, aunque algunos lo
conseguían, era difícil y muchos más acabaron muertos. A pesar de la gran mortandad, fueron abriendo caminos por donde pasaban con
las escalas y ya estaban subiendo el foso para colocar las escaleras. Así era
la situación en las murallas cuando el prefecto reparo en el portón. El grupo
del ariete había avanzado confiadamente hasta llegar a la zona donde la noche
anterior los romanos habían colocado nuevas estacas y abrojos. Allí se
detuvieron, al intentar quitarlas sufrieron numerosas pérdidas pero habían conseguido al fin, limpiar el camino y
lograr una buena apertura como para que pasara el tronco que utilizaban como ariete. Las primeras escaleras ya se
posaban sobre las murallas y por las que los romanos no tiraban subían germanos
por doquier. Décimo desenvainó el gladio, fue a la escalera más cercana donde
asomaba una cabeza de bárbaro, la que separó de su cuerpo y acto seguido tiró
la escalera, entonces pudo darse cuenta y evaluar la situación en la muralla: Los primeros
enemigos eran abatidos en los muros debido a su inferioridad numérica al
intentar escalar la muralla por las escaleras , pero allí donde el enemigo
conseguía subir y concentrar un grupo de guerreros, era donde había que atacar
con más dureza, pues suponía una brecha segura en la defensa . Salvo en la muralla
sur que todavía no se veían escalas, la situación en el resto de muros era bien
parecida, justo en ese momento noto la misma sensación de intranquilidad del
día anterior, lo que significaba que la primera puerta debía estar siendo
atacada. Decidió bajar con Quinto junto a su centuria, pasó al lado de Sexto y
la primera que en ese momento se preparaban para luchar en el túnel.
Cuando el prefecto y Quinto se reunieron
con los hombres, subieron al muro sur y vieron con alivio que los germanos allí
congregados no habían conseguido penetrar por el foso y se retiraban para
acompañar a sus compatriotas en otras zonas. En comparación con los otros
grupos de bátavos éste había sido más inferior en número. Sin embargo la suerte
cambio de repente, pues al darse la vuelta vio con horror como el enemigo había
logrado hacerse con un trozo de la muralla norte y allí mandó dejando dos
secciones en el sur, a Fulvio con las ocho restantes, tenían que ir a los pies
del muro y desde allí lanzar todas las pila que tuvieran antes de subir por la
parte derecha, mientras, él avanzaría por la muralla oeste para acabar en la
parte izquierda del muro norte.
En la muralla oeste habían conseguido
contener al enemigo, pero a costa de sufrir numerosas bajas, aún así aun
quedaba algún que otro bátavo como al que el prefecto derribó y atravesó el
cuello. Dejando la situación en manos de Julio y la sexta centuria, continuó con su misión, al llegar a la
muralla norte evaluó la situación: pese a las pila de Fulvio, los barbaros
todavía seguían siendo numerosos y continuaban llegando, la quinta centuria ya
había subido y combatía en la parte izquierda de la muralla, en su lado vio al
optio Plobio con una veintena de hombres defendiéndose a duras penas. Ordenó a
Quinto y los suyos relevar al optio, quien informó al prefecto, << Cuando
empezó el ataque les causamos muchas bajas, pero al subir por las escaleras
lograron juntarse y al rato eran tan numerosos que nos estaban desplazando
hacia atrás, cuando el centurión Mario negándose a dar un paso atrás, cayo
muerto, ante este sacrificio los hombres respondieron como uno solo y se
clavaron en el suelo, no dieron ni un solo paso atrás, luego llegó Fulvio que
equilibró la situación, y ahora usted, que inclinó la balanza en nuestro favor
>> Décimo comprobó que el ataque a
esa muralla había sido mucho mayor que en las otras y dejando descansar a
Plobio y los suyos se abrió paso hasta la segunda sección y gritó <<
soldados de la cohorte XV VOLUNTARIORUM, el centurión Mario ha muerto al
negarse a ceder ni un solo metro, venguémosle, ¡ XV VOLUNTARIORUM ¡ >>
Los hombres de esa muralla gritaron al unísono << ¡ XV VOLUNTARIORUM ¡
>> y empujaron todos juntos pillando por sorpresa al enemigo, que empezó a ceder terreno y hombres,
se colocó en un hueco de la primera línea y empujó junto a sus hombres, vio un
pecho desprotegido y lo acuchillo lo que le hizo empaparse la cara de sangre,
la que aumentó al aplastar unos dedos que le agarraban el escudo con el casco.
Poco a poco los barbaros iban cayendo y aunque seguían subiendo más compañeros,
no servía para parar la sed de sangre de los romanos, que no pararon hasta
encontrarse con el otro grupo de romanos, momento en el cual lo celebraron con
gritos y vítores. El prefecto comprobó que muchos romanos yacían en el suelo
inertes y distinguió el cadáver del centurión Mario sin un brazo y con dos
lanzas atravesándole, pero vió venir hacia él al optio Mario de la primera
centuria, que le informó, que en el
portón se había tenido que retroceder y cerrar la segunda puerta, la cual ya estaba
siendo embestida por el ariete. Pensando en alguna táctica se percato que el
muro sur era atacado y las dos secciones apostadas allí no parecía que podrían
aguantar mucho tiempo a la par que veía a Julio recibiendo otro ataque. La cabeza de Décimo estaba en ebullición, eran
muchas las opciones a valorar y por un momento no sabía cual era la mejor,
estaba indeciso y miraba hacia todos lados hasta que se serenó y pensó con
claridad, mandó mensajeros a todas las unidades con ordenes de retirarse a la zona
entre el portón y el PRAETORIUM.
El prefecto, pudo reunir 220 soldados y
viendo que los germanos por el momento se quedaban en las murallas
reorganizándose, ordenó a los hombres reequiparse con el material de reserva y
con algún vivere, llamó a los oficiales, los cuales acudieron pero ya no estaban
todos: Estaban Sexto y su optio Mario de la primera centuria, el optio Plobio
de la segunda, el centurión Tulio de la tercera, el centurión Quinto de la
cuarta, el centurión Fulvio de la quinta y el optio Macro de la sexta ( al
centurión Julio le habían rodeado cinco enemigos cuando se retiraba de la
muralla, él había luchado como un jabato y se llevó a tres consigo antes de
morir) y Decimo les dijo << Las murallas no podían aguantar mucho mas así
que las evacue, ahora estamos rodeados y damos la impresión de estar esperando
al último combate, pero yo espero salir de aquí con vida y con cuantos más
hombres pueda, así que esto haremos …… >>
Diez
minutos más tarde todos estaban en posición, los romanos formaban un cuadrado,
y las murallas estaban a rebosar de bátavos, la puerta iba a abrirse en
cualquier momento, los germanos estaban esperando a la apertura de esta para
atacar, creían que a los romanos no les quedaba mucho y estaban ansiosos de
vengar a los compañeros muertos, nadie hablaba, había un silencio sepulcral. De
pronto un último embate del ariete abrió la puerta de par en par, miles de vítores
inundaros el ambiente pero se vieron sobrepuesta por doscientas gargantas que
gritaron << ¡ XV VOLUNTARIORUM ¡ >> y a la vez que gritaban,
cambiaban de formación, lo que había sido un cuadrado paso a ser una columna de
marcha que avanzo corriendo hacia el portón, abría el camino la 1º centuria con
el prefecto delante, a su derecha el centurión Sexto y a su izquierda el
signifer. Los romanos embistieron contra los germanos del exterior los cuales
asombrados no se movieron y cuando lo hicieron, treinta de los suyos habían
muerto, eso y ver a la columna en perfecta formación cargar hacia los
supervivientes fue demasiado para su temperamento y los bátavos se retiraron.
La
columna salió del fuerte y cuando estaban a 300 metros los bátavos estaban
saliendo por el portón pero abandonaron la persecución. Con los heridos al
hombro no pudieron seguir corriendo mucho tiempo aun así no pararon de andar en
todo el día, construyeron una rudimentaria empalizada y se dejaron caer dentro,
al día siguiente Decimo que contaba con algunos víveres mas, producto de la
caza, se sintió con posibilidades de conseguirlo pues hasta el próximo fuerte
les quedaba un día de marcha y su guarnición era de 1000 hombres. Además debían
de estar prevenidos pues con los dos caballos que quedaban en el fuerte se
habían mandado dos mensajeros. Por el momento no habían recibido noticias de
que les persiguieran.
Al
día siguiente iniciaron la marcha a primera hora, no se detuvieron a destruir
el campamento y las marchas forzadas continuaban, los soldados estaban
reventados ante el esfuerzo que estaban haciendo, pero ni se quejaban ni desobedecían
al prefecto, que hasta el momento nunca les había fallado. A mediodía estaban
en una gran llanura y cuando esta se acababa y el camino se adentraba en un
bosque, Decimo los vio, a unos 5km, calculaba que serian unos 1000 hombres,
suficientes para acabar con ellos y lo más importante iban más rápido que
ellos. Las siguientes horas fueron una agonía de marcha, todo el rato yendo al
máximo de velocidad y preocupados por los germanos que no se sabía como, pero
les seguían ganando terreno. Hasta que dos horas antes de anochecer saliendo de
un bosquecillo vieron el fuerte sobre una loma, en ese momento el ánimo de los
hombres cambio e incluso la velocidad aumentó durante un tiempo, pero cuando
vieron al enemigo salir del bosquecillo pocos minutos después que ellos, la
moral se cayó al suelo. La marcha continuo a toda velocidad, pero aunque cada
vez se acercaban mas al fuerte, los bátavos no se rendían y seguían detrás de
ellos, estando a un kilometro del fuerte y viendo que no lo iban a conseguir, Decimo
ordeno plantar cara al enemigo en una línea de 70 hombres de largo y tres de
profundidad.
Los romanos gozaron de unos instantes de
descanso a diferencia de los bárbaros que estaban tan cansados como ellos. En
la última mirada que el prefecto echo al fuerte, vio a una masa de hombres
salir de él y le entro esperanza, se abrió paso hasta la primera línea en el
centro de la formación y solo dijo <<¡ XV VOLUNTARIORUM ¡>> a lo que le respondieron doscientas
gargantas. Cuando los bátavos se acercaron lo suficiente Decimo mando lanzar
jabalinas y escucho con gusto los gritos de agonía de los barbaros alcanzados ,
ordeno coger los pila de la segunda sección y efectuaron otro lanzamiento que
fue devastador en las filas enemigas, pues solo le separaban 15 metros, vio
como su pilum rompía el escudo de un germano y le atravesaba el pecho, inmediatamente
después desenvainó el gladio y fijándose en la tierra con sus sandalias, unió
su escudo con los de su compañeros y se preparó para el golpe.
Los
bátavos chocaron contra un muro de escudos intentando encontrar una brecha, que
no existía, pues los romanos, aunque exhaustos, todavía eran buenos soldados,
pronto la diferencia numérica se hizo notar ante el gran empuje bárbaro que
hizo retroceder a la cohorte, ante esto Decimo ordenó al signifer que no se
moviera un paso más hacia atrás y este cumplió la orden mientras el prefecto
gritaba << ¡XV VOLUNTARIORUM con vuestro estandarte! >> y los 200
hombres pararon en seco para no moverse más, consiguieron parar el empuje, los
bárbaros se retiraron 20 metros y empezaron a tirar lanzas contra lo formación
romana, la cual formó una especie de testudo a lo largo de toda la línea, pero
aun así alguna lanza encontraba una pequeña apertura y mataba algún romano. El
prefecto no se iba a quedar así y cuando llevaban algún rato sufriendo el
traqueteo que hacían las lanza sobre sus escudos ordeno << ¡ romanos a la
carga ¡ >> y la testudo se rompió para dar lugar a una estampida de
romanos en dirección a los barbaros para entablar un encarnizado combate ,el
cual los bátavos sorprendidos empezaron perdiendo pero que poco a poco, fue igualándose. Allí estaba Decimo que
acababa de segar la garganta de un germano, vio a un enorme bátavo dirigirse
hacia él con una gran espada como única arma y protección, el enemigo le empezó
a golpear con gran fuerza en el escudo que ante las brutales acometidas se
estaba abollando, pero en el momento en que el enemigo iba a lanzar otro golpe,
el prefecto le estampo el escudo en la cara y le clavo el gladio por entre las
costillas, penetrando en los pulmones y quitándole la vida. Decimo buscó con la
mirada el próximo enemigo pero lo que vio fue muy distinto, el centurión Sexto
y el signifer de la cohorte habían sido rodeados por unos cuantos enemigos,
temiendo perder el estandarte y con él su honor se lanzó a la carga contra la
espada de uno de esos bátavos, lo derribó y le clavó su espada en la cabeza,
esta acción atrajo la atención de otro germano pero pagó caro su error pues
perdió la vida debido al gladio de Sexto que le atravesaba el pecho. Al mismo
tiempo, dos barbaros ensartaron al centurión con sus lanzas y este, en un último
esfuerzo antes de caer, separo la cabeza del cuerpo de los dos enemigos de un
único tajo. Ahora el prefecto a la vez que mostraba mentalmente su respeto por
Sexto, se colocó al lado del signifer, a este le mando retirarse de esa zona y
irse otra vez al centro de la formación romana para que los hombres lucharan
protegiéndole hasta el final, el portaestandarte obedeció y se retiró, Decimo
encaró al enemigo más próximo pero por el rabillo del ojo vio a un bátavo
aprovechar la retirada del estandarte para ir a por su portador por la espada y
el prefecto olvidándose de todo lo demás fue hacia ese enemigo y se tiro encima
de él matándolo con su gladio. De pronto se oyeron vítores romanos y vio como
los bárbaros se retiraban, estaban salvados, la guarnición del fuerte había
llegado, veía a todos sus hombres festejándolo salvo al signifer
que le miraba con una mezcla de gratitud y preocupación, Decimo estaba muy
cansado pero aun así quería levantarse para perseguir a los bátavos hasta
matarlos a todos pero al intentarlo le fallaron las fuerzas , no entendía como
podía estar tan cansado como para no poder levantarse, hasta que vio una lanza
clavada en su vientre, por el cual salía sangre a borbotones, demasiada sangre
había por el suelo y comprendió que no iba a salir de este envite. Debió ser el
germano al que dio la espalda para tirarse a por el que iba detrás del
portaestandarte, que aprovechando la situación
le clavo su arma. Decimo se iba feliz, pues aunque sabia cercana su
muerte, había conseguido salvar lo que quedaba de su cohorte de la muerte y del
deshonor (al salvar al signifer), por no hablar del combate y la resistencia llevada a cabo
en el fuerte. Si, se había comportado como un buen soldado de Roma. Entonces
Decimo Bruto praefectus cohortis de
la COHORS XV VOLUNTARIORUM, de 54 años, vio como todos los soldados romanos que
a su lado habían luchado se inclinaban ante él, llevando su puño derecho al
corazón. Se le escapaba la vida, pero tuvo fuerzas para devolverles este ultimo
saludo, después, inclino su cabeza y murió como los valientes, en el campo de
batalla, habiendo luchado valientemente,
tenía una sonrisa en la cara.
Ese
día Caronte transportó a un gran hombre.
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