Hoy
nuestro colaborador y experto en Roma,
Marcos Uyá, nos trae una de las batallas más desconocidas de Roma en una de
las zonas más bonitas e Italia, el Lago
de Garda. Sin más os dejo con la Historia:
A
mediados del siglo III el Imperio Romano hacía aguas por todas partes. Crisis
económica y social, cambios en el ejército, la expansión del cristianismo, la
amenaza bárbara, conspiraciones, etc., llevaban el caos hasta el último rincón
del mundo romano.
Tras la época de
esplendor del siglo II, con los llamados emperadores
adoptivos, que dieron una estabilidad casi sin precedentes en la Historia de
Roma, se sucedieron una serie de débiles
emperadores que no supieron o pudieron afrontar los malos tiempos que se
avecinaban, hasta el punto de que el Imperio corría peligro de desaparecer si
no se tomaban medidas necesarias.
Ciertos
emperadores empezaron a darse cuenta de la situación. Decio (249-251), intentó restablecer la tradición romana en forma
de adoración a los dioses romanos en contraposición al creciente cristianismo
imperante, y decretó una cruel persecución que en realidad no sirvió de mucho
ya que el número de cristianos ni siquiera descendió. Lo que sí, en parte,
consiguió mejorar, fue la situación política del Imperio mediante el intento de
devolver poder al Senado y nombrar “césares” a sus dos hijos. Por desgracia, a
pesar de hacer frente, con relativo éxito, a la amenaza de los godos en la
frontera del Danubio, murió en combate.
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El Imperio Romano hacia el 270 d.C. En verde el autoproclamado Imperio Galo |
Los
dos años siguientes a la muerte de Decio son confusos. Alzamientos y
proclamaciones de nuevos emperadores, pese a que se suponía estaba garantizada
la sucesión imperial, propiciaron disputas por el poder hasta que en sucesivos
combates solo quedase la figura de Valeriano
como emperador. Una vez que accedió al poder, nombró coemperador y “augusto” a
su hijo Galieno y la mayor parte de su reinado la instó a combatir a los persas
sasánidas que suponían una amenaza en la frontera oriental. Pero la mala suerte
se cebó con el emperador ya que en el 259 fue apresado por los propios persas y
ejecutado poco después.
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Retrato del emperador Caludio II |
El
ascenso de Galieno le pilló en un
momento en el que en Roma había una situación complicada. Él mismo, poco antes
de ser secuestrado su padre, tuvo que repeler una invasión bárbara tanto en el
Rin como en el Danubio que ocasionó numerosas bajas, y además se encontró con
usurpadores que intentaban arrebatarle el trono. Tanto es así, que uno de los
pretendientes, Póstumo, se declaró
independiente de Roma proclamando el llamado “Imperio Galo”, mientras que en Oriente, el estado vasallo de
Palmira hizo lo mismo con Odenato a la cabeza y posteriormente, a la muerte de
este, su esposa Zenobia y su hijo Vabalato. De nuevo, a finales de su reinado,
otra invasión, en este caso de los godos a la provincia de Panonia, parte de la
actual Hungría, requirió de grandes esfuerzos para repelerla y estaba en ello,
cuando una conspiración, urdida por Claudio y Aureliano, futuros emperadores,
acabó con su vida. Le sucedería Claudio, con el nombre de Claudio II.
UNA BATALLA DESCONOCIDA
Y
he aquí el protagonista de la batalla
del Lago Benaco. Este emperador, de origen ilirio, tuvo como misión
acabar con la invasión goda del Danubio y de detener el empuje de los alamanes,
una confederación de tribus que habían atravesado la frontera del Rin y se
dirigían al norte de Italia. El devenir de los acontecimientos no es del todo
claro, aunque todo apunta a que primeramente Claudio II hizo frente a los
alamanes y después se dirigiría hacia el Danubio para luchar contra los
mencionados godos en la posterior batalla de Naisso.
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Expansión de los alamanes. Donde pone 268 es el Lago Benaco |
Los alamanes,
explícitamente nombrados por primera vez por el historiador griego Dión Casio (Historia Romana LXXVIII, 13, 4), en el
contexto de las campañas germanas del emperador Caracalla en el 213, y que
hasta entonces habían realizado incursiones de saqueo, no como fruto de la
migración y búsqueda de nuevos territorios en dónde asentarse, deciden esta vez
atravesar de nuevo las fronteras del ese momento endeble Imperio Romano y
plantar cara a las legiones. Después de cruzar el Rin, llegaron a los Alpes y
los atravesaron por el llamado paso del Brennero, que separa las actuales
Austria e Italia, para llegar finalmente a las llanuras padanas del norte de
Italia aprovechando la ausencia del ejército romano, enfrascado en la lucha
contra un nuevo usurpador que había aparecido a finales del reinado de Galieno,
Aureolo, que posteriormente fue traicionado por sus propios soldados.
Claudio II,
se encontró en una encrucijada ya
que por el Danubio los godos saqueaban las provincias de Iliria y
Panonia y en ese momento no podía hacer a dos frentes a la vez.
Rápidamente, quiso concertar una tregua con los alamanes pero fue rechazada
unilateralmente, con lo que no tuvo más remedio que presentar batalla.
El
escenario sería el llamado Lago Benaco, hoy en día conocido como Lago di Garda,
el más grande de toda Italia, largo y estrecho, cerca de Verona. Por desgracia,
no sabemos exactamente el punto exacto del desarrollo de la batalla e incluso
los detalles del choque nos son del todo desconocidos. Aún así, podemos
aventurar a dar ciertos datos.
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Estandarte de la Legio XIV Gemina |
En
primer lugar se sabe el número de
contendientes por cada bando. Treinta y cinco mil romanos frente a cien mil
alamanes, cifras sacadas del historiador lombardo Landolfo Sagax, quién realizó
a principios del siglo XI una Historia
Romana (X, 9, 1), ya que no
disponemos de una fuente contemporánea que contemple la narración y detalles de
la batalla. En segundo lugar, no sabemos
las legiones que participaron, pero sí al menos es posible establecer
cuáles pudieron estar presentes, aunque son meras conjeturas basadas en la
proximidad geográfica. La legión I
Minerva, cuyo punto neurálgico era Lugdunum (Lyon); la legión II Itálica, con base en Lauricum, provincia del Norico,
actual Austria; la legión III Itálica,
con sede en Castra Regina (Ratisbona); la legión X Gémina, establecida en
Vindobona (Viena), la legión XIV Gémina,
en Carnutum, este de Austria; y tal vez
la legión XXII Primigenia, acantonada en Mongontiacum (Maguncia), del que
sabemos el nombre de su prefecto, Ulpius Cornelius Laelianus, quien se alzaría
poco después contra Póstumo. Todo ello sin contar con sus correspondientes unidades auxiliares y sin saber de
ninguna manera si estas legiones estaban completas o cuáles enviaron destacamentos o vexillationes,
e incluso si otras legiones acantonadas en otros lugares prestarían apoyo y auxilio
a estas tropas. Suponemos en este caso que la mayoría, sino todas, estarían
incompletas ya que en aquel momento se desarrollaba la llamada “plaga de
Cipriano”, probablemente una epidemia de peste o viruela que diezmó no sólo al
ejército romano sino a gran parte de la población. En tercer lugar, salvo el
citado Laelianus, tampoco conocemos los nombres de los comandantes o legados. Cuarto
y último lugar, de la confederación de los cien mil alamanes que invadieron las
fronteras, tampoco tenemos constancia realmente que tribus la componían y el
número de cada una de ellas.
VICTORIA BALSÁMICA
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Vista aérea del Lago Benaco
o di Garda
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La
batalla sucedió probablemente en
noviembre del año 268, si bien algunos historiadores la sitúan a principios
del 269. Fue una victoria romana clara y meridiana ya que las bajas no llegaron
a cinco mil hombres frente a los cincuenta mil por parte de las filas de los
alamanes. Esta victoria pudo deberse a un factor desde el punto de vista
militar bastante importante y es la composición del ejército romano de aquel momento,
a caballo entre el ejército altoimperial y el bajoimperial, con algunas
transformaciones que habían ido surgiendo a lo largo del siglo III. Entre ellas
destacan la ascensión de miembros del orden ecuestre, conocidos como primipilares a rangos más elevados
dentro de la estructura del ejército, incluso llegando a ser comandantes de la
legión, hecho que profesionalizó más a las legiones pero también supuso un
hervidero de rebeliones frente a emperadores endebles, fruto de su nuevo rango.
Otra causa, ligada con la anterior, fue la procedencia de estos primipilares, en su mayoría de las
provincias de Iliria y Tracia, y que ocuparon puestos de gran relevancia
llegando, en el caso del propio de Claudio II, a ser emperadores. Finalmente
también se atribuye a esta época, aunque el emperador Septimio Severo parece
que lo introdujo a principios del siglo III, el aumento de la Guardia
Pretoriana y a la aparición del llamado comitatus
o escolta personal del emperador destinada, supuestamente, a proteger la vida del
soberano.
La
victoria supuso un golpe de efecto para la moral de las legiones romanas y
constituyó la primera piedra para la recuperación del Imperio Romano que
culminaría posteriormente con Diocleciano y Constantino. Para los alamanes, a
pesar de tener numerosas bajas, la derrota no supuso un golpe definitivo ya que,
apenas dos años más tarde, los iutungos, una tribu de la confederación alamana,
realizarían incursiones otra vez al norte de Italia. Con respecto a Claudio II,
fue el comienzo de su intento de reunificar y fortalecer al Imperio pero aún le
quedaban los godos, el Imperio Galo de Póstumo y el problema de Oriente con el
reino de Palmira. Sólo conseguiría el primero de sus objetivos en la batalla de
Naisso, pero eso es otra historia que ya os contaremos próximamente.
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Antonino de Plata de Claudio II con un trofeo en el reverso |
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