Al general cartaginés
Amílcar Barca no le olió a cuerno quemado
el ofrecimiento de alianza del líder de los Oretanos, Obysos.
Los púnicos habían descendido desde la recién fundada
Barcino, actual Barcelona, para someter a los indómitos celtíberos y exigirles
el pago de tributos en plata y metales. Tras nueve años sometiéndose a ataques
sorpresa, emboscadas que se convertirían en una marca Made in Hispania, siglos después con el nombre de Guerrillas, decidió buscar una víctima
más sencilla.
Se dirigió hacia Hélice
o Hélike, de situación controvertida, discutiéndose entre la actual Elche o
Belchite en Teruel por lo que no queda claro si eran edetanos o contestanos.
Sea como fuera el regulo de los Oretanos, tradicionales enemigos de sus vecinos iberos, ofreció su ayuda para conquistar Hélice. Para ganarse su confianza llegó a aprender cartaginés y tal
fue la confianza que participó en los consejos de guerra de Amílcar...
Dishekel cartaginés de plata con la efigie de Amílcarcomo Herakles. Wikicommons |
Cuando se marcó el día del ataque a la ciudad, el regulo
celtibero decidió ser fiel a sus vecinos en vez de al invasor, o bueno ya lo tenía
planeado antes. Se separó del contingente púnico con la excusa de buscar más
hombres y quedó en reunirse con las tropas de Amílcar en un valle cercano a
Hélice.
Mientras las tropas púnicas atravesaban días más tarde el
valle vieron en las alturas de las colinas cientos de carros de bueyes. Amílcar
pensó que era su aliado con suministros para sus monturas ya que salvo una
escuadra de jinetes, no apareció el resto del ejército de Obyssos. Cuando las
risas de los soldados púnicos y de los mercenarios se apoderaron del valle ante
el miserable refuerzo que traía el regulo Obyssos, algo empezó a oler mal.
Los arrieros quitaron las pieles de oveja que cubrían la
testudo de los bueyes descubriendo que eran toros, y de los bravos por lo menos
miuras. Mientras estos hombres prendían las teas que ataron a los cuernos otros
celtiberos prendieron los carros de paja. Más de quinientos carros de fuego
comenzaron a descender ladera abajo en una estampida vacuna que pasaría a la
Historia.
Toro embolado en Medinacelli, el barro puede que se emplease en la Antiguedad |
El caos se apoderó de los asustados cartagineses que
comenzaron a correr para salvar sus traseros del fuego. Las voces y mugidos
asustaron a los elefantes de guerra cartagineses que comenzaron a su vez su propia
estampida llevándose por delante hombres y caballos. Los flancos hacia donde huían
los aterrados africanos estaban bloqueados por la caballería celtíbera a la que
se unieron varias unidades de mercenarios a sueldo púnico, mejor cambiar de
dueño que morir pensaron.
La única escapatoria era cruzar un río y cientos de
cartagineses se dirigieron hacia allí, mejor morir ahogados que quemados
pensaron. Entre ellos se dirigió a galope el general cartaginés que en medio
del río cayo de su caballo. El exceso de peso debido a la armadura y que ninguno
de sus hombres le ayudase, ya que estaban a lo suyo es decir salvando su vida, hicieron
que el gran general muriese de una forma tan poco épica, ahogado huyendo de
unos toros.
Esta emboscada del regulo Obyssos, es una muestra más de
la inventiva española que hizo de la picaresca un estrategia de guerra.
De hecho siglos más tarde en América unos españoles hicieron lo mismo con los British.
“Los
toros embolados y Amílcar Barca. Batalla
de Hélice +-228 a.c.” Francisco
García Campa – Bellumartis Historia Militar
Hola;
ResponderEliminarMuy buena entrada, tiene buena pinta el libro.
Una cosa creo que tenéis un pequeño error ortográfico "mejor morir ahojados que quemados pensaron", no seria ahogados...
Gracias.
Un saludo.
Hola, me alegro que te gustase el artículo pese al fallo jeje.
EliminarSi vas a comprar el libro me ayudaría si lo haces a través del artículo.