"Batalla naval" de Juan de la Corte. Museo del Prado |
Como
ya es costumbre Jorge Álvarez nos
lleva a otro momento olvidado de la Historia Militar Española, donde un
arrebato de hombría convirtió una derrota cierta en una victoria épica.
En las primeras décadas
del siglo XVII, el Mediterráneo era un gigantesco campo de batalla cuyo control
se disputaban cristianos y musulmanes sin que ninguno de los dos bandos consiguiera
imponerse sobre el otro. La gran batallas naval de esa época, Lepanto, no
sirvió a los aliados europeos más que para conseguir un breve respiro porque el
Imperio Otomano aplicó inmediatamente un plan de reconstrucción de su flota
que, con sus ingentes recursos, hizo que al poco tiempo las cosas volvieran a
estar parejas. Por tanto, las acciones entre unos y otros en la mar se
limitaron a continuar las incursiones costeras y a esporádicos encuentros entre
escuadras menores. Uno de éstos tuvo lugar a mediados de 1616 frente al cabo
Celidonia, entre Chipre y la costa de Anatolia, y se convirtió en un épico
episodio por las desigual numérica de
ambos adversarios, siendo glosado en la obra El asombro de Turquía y el
valiente toledano, de Luis Vélez de Guevara (un dramaturgo que había sido
soldado y participado en la desastrosa Jornada de Argel)...
Pedro Téllez-Girón 1º duque de Osuna |
de Bartolomé González y Serrano. |
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Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar, duque de Osuna y Grande de España, era un erudito
que además de una espléndida educación intelectual había recibido también
concienzuda formación militar. Como buen representante de la nobleza española
de su tiempo, tal como se comentaba en toda Europa, su comportamiento soberbio
y arrogante le llevó a verse metido en duelos y riñas que le obligaron a huir
de la justicia, enrolándose en los Tercios como soldado raso, de donde ascendió
a capitán. Tras un viaje a Inglaterra en el que aprendió la magnífica
organización naval de ese país, regresó a España con la idea de imitarla,
convenciendo a Felipe III, que le nombró consejero.
En 1611 llegó a Sicilia
como virrey y empezó a poner en práctica su proyecto, construyendo nuevas
galeras, mejorando los salarios de los marineros y reestructurando la jerarquía
de mando para hacerla más eficaz. Todo por iniciativa propia y financiada a su
costa, ya que no informó ni solicitó autorización a la Junta de Armadas. La
prueba de fuego fue un ataque nocturno a Túnez en mayo de 1612, una especie de
encamisada con desembarco incluido que fue un rutilante éxito y destruyó todas
las naves ancladas en el puerto. Al año siguiente el rey le dio permiso para
practicar el corso y asoló el litoral argelino, anticipando varias victorias
que le permitieron recaudar un copioso botín. Luego, como era habitual, una
serie de intrigas y envidias le obligaron a abandonar la actividad corsaria
hasta que, a base de sobornos, logró que le nombraran virrey de Nápoles.
Quevedo fue con él como secretario.
En su nuevo destino, el
duque tuvo una idea insólita: construir -de nuevo con dinero propio- dos
galeones, dos naos, una urca y un patache que debían servir no en el Atlántico,
como podía deducirse de su impulso a vela pura y sin remos, sino en el
Mediterráneo. Entregó el mando a un colaborador de confianza tan pendenciero
como él, Francisco de Ribera, y le
encargó enfrentarse a los turcos donde los encontrara. Ribera cumplió su misión
realizando varias capturas que llevaron al gobernador turco de Chipre a reunir
una flota enemiga en Quíos para echarle de la zona; Ribera se enteró y decidió
esperarla frente al cabo Celidonia. Las velas enemigas aparecieron en el
horizonte el 14 de julio de 1616 y produjeron una honda impresión en los
españoles, que no esperaban que fuera tan grande: nada menos que cincuenta y
cinco galeras; atacar semejante monstruo era una temeridad casi suicida, pero
Ribera no quiso escapar sin intentar al menos causarles algún daño.
Cabo Celidonia en Anatolia al noroeste de Chipre |
La táctica elegida fue un
combate “a la española”, expresión con la que se designaba el disparar a
la menor distancia posible para luego pasar al abordaje, aunque esa segunda
parte quedaba excluida del plan porque estaba previsto que tras el fuego se
viraría en redondo para huir. Y, en efecto, contando con el viento a favor, las
naves españolas dispararon sobre los otomanos tres andanadas sucesivas que
destrozaron ocho galeras; después, ayudados por botes de remos que jalaban con
cuerdas, giraron los barcos y se alejaron de allí sin bajas. Todo parecía haber terminado sin mayores
consecuencias, pero en realidad aún faltaba el toque maestro que convirtió esa
batalla en algo especial.
Esa noche, Ribera ordenó
dar media vuelta y, dando un rodeo, logró situar su pequeña escuadra a popa de
la flota otomana. Ello impedía a las galeras usar su principal arma, el espolón
para embestir, así que al amanecer los seis barcos españoles se metieron entre
la formación turca disparando a babor y estribor. De manera similar a lo que
pasó siglos atrás no muy lejos de allí, en Salamina, la flota enemiga era tan
grande que sus naves se estorbaban entre sí y las de los flancos quedaban demasiado
alejadas para ayudar a las otras. En consecuencia, quedó maltrecha otra decena
de galeras. Y la cosa empeoró al día siguiente, cuando Ribera llevó a cabo un
tercer ataque en el que rechazó con disparos de metralla los intentos de
abordaje turcos, infructuosos por otra parte debido a que las amuras de los
galeones resultaban demasiado altas.
Finalmente, las escuadra
española se retiró dejando a los otomanos más de millar y cuarto de bajas, dos
mil galeotes muertos, diez galeras hundidas y una veintena gravemente dañadas;
a cambio, Ribera perdió setenta y un hombres, entre soldados y marineros (él
mismo acabó herido), y sus barcos quedaron en estado lamentable pero pudieron
ser remolcados al puerto griego de Candía. El Rey le recompensó nombrándole
almirante y caballero de Santiago.
Para saber más puedes comprar estos libros que sirvieron de fuente, haciendo click en el título.
-Naves mancas. La Armada Española a vela de Cabo Celidoniaa Trafalgar (Carlos Canales y Miguel del Rey).
-Don Pedro Girón, duque de Osuna: lahegemonía española en Europa a comienzos del siglo XVII (Luis María Linde).
-La marina del tercer duque de
Osuna (José María Blanca Carlier).
-El gran Duque de Osuna y sumarina. Jornadas contra turcos y venecianos (Cesáreo Fernández Duro).
-De Salamina a las Malvinas: 25siglos de guerra naval (Carlos Canales y Miguel del Rey).
-Teatro de las grandezas de laVilla de Madrid corte de los Reyes Católicos de España al muy poderoso señor rey don Felipe III (Gil González Dávila)
“La
increíble batalla del cabo Celidonia: 5 naves españolas contra 55 otomanas”
Jorge Álvarez – Bellumartis Historia
Militar
Excelente reportaje, junto a la ya sabida carga intelectual y recordatoria de nuestra pasada gran historia, la cual es olvidada intencionadamente por algunos. Gracias Bellumartis...
ResponderEliminar...decir que Lepanto sólo sirvio como leve respiro...no se yo...
ResponderEliminarHola, aunque la victoria destruyó la flota turca en poco tiempo volvieron a construir una más poderosa ademas de que no se evitó la conquista de Chipre. Eso si fue esencial para la moral cristiana ya que demostró que no eran invencibles ademas de que la unión era la clave de la victoria
EliminarLa flota que se reconstruyó tras Lepanto no fue más poderosa. Que gente que sepa de historia militar diga eso es increíble.
ResponderEliminarLa Puerta no pudo reconstruir la flota desde un punto de vista material, ya que a pesar de poner en el agua 150 barcos poco tiempo después, estos estaban construidos con muy malas calidades.
Sin embargo, la perdida importante fue la humana ya que en Lepanto quedó rota la jerarquía y el conocimiento naval que habían sojuzgado el Mediterráneo durante el XVI.
Lo mismo se dice últimamente que para España la Felicisima Armada no fue tan gran pérdida y que se acabó ganando la guerra. Ese comentario es una desgracia académica. Como bien dijo Felipe II, en las costas de Inglaterra percerieron "la flor de mis guzmanes", la flor y nata del capital humano castellano, la verdadera razón del declive castellano en el XVII, tal y como le pasó a Portugal en el norte de África.
El capital humano, en una época de acceso limitadisimo al conocimiento era infinitamente más importante que las cáscaras de nuez que se ponían a navegar. Lo sufrieron los portugueses, los castellanos, pero también los turcos en Lepanto.
Si la liga santa no se hubiera roto en luchas internas y los franceses no hubiesen traicionado como de costumbre a la Cristiandad, hoy no tendríamos el oriente próximo que tenemos.
Es una forma de verlo que no comparte muchos expertos en el tema. El historiador Idris Bostan, especializado en guerra naval en el Mediterráneo durante la Edad Moderna, dice textualmente que Lepanto "dio la impresión de ser una victoria temporal al no tener consecuencias duraderas. La Liga Santa no consiguió recuperar Chipre, su objetivo principal. Veneciapronto firmó la paz con los otomanos (1573) y tuvo que pagar indemnizaciones por la guerra de Chipre y afrontar el aumento del tributo que pagaba por la isla de Zante. En los años siguientes, la armada otomana no encontró rival en el Mediterráneo y conquistó definitivamente Túnez (...) Así, el Imperio Otomano demostró su capacidad de reconstruir una armada tan poderosa como la de Lepanto y continuó aplicando su política en el Mediterráneo".
EliminarPor su parte, el catedráticode Historia moderna de la Universidad Carlos III, también especialista en temas bélicos de la época, opina que "la batalla de Lepanto ha sido considerada generalmente por los historiadores como una victoria que no fue tan grande como se podía imaginar y que, en la práctica, fue un esfuerzo inútil y desaprovechado, incluso un símbolo y poco más. En los años subsiguientes al combte no se pudiron conseguir, ni de lejos, objetivos parecidos al logrado en aquel golfo de Corinto en octubre de 1571 y, por el contrario, los turcos habían rehecho completamente su armada".
Yo creo que aquí hay un problema serio de comprensión lectora, y antes de mirar manuales, habría que intentar hacer un esfuerzo por siquiera leer lo que otra persona está diciendo.
Eliminar1) El debate que he iniciado no es sobre el significado geopolítico de la derrota en Lepanto, sino sobre si la nueva flota levantada por la Sublime Puerta fue más o menos poderosa. Como ya he dicho, no lo fue. Y no lo fue porque la calidad de lo que se sacó al mar era inferior y el capital humano perdido en Lepanto fue irrecuperable. (Keegan, History of Warfare). Algunos (malos) historiadores tienen la tendencia a contar el número de barcos, el número de cañones, o el número de tanques, o el número de aviones como sinónimo de fuerza. Desde un punto de vista militar, obviamente dichas estimaciones no se sostienen. La tecnología utilizada (galeones cristianos contra galeras turcas), calidad de construcción (por ejemplo, los cañones castellanos eran una basura comparados con los ingleses), capacidad operativa (experiencia de la tropa y el mando tanto navegando como en situación de batalla naval), son los factores determinantes para medir la fuerza de un contingente militar. En este sentido, me reafirmo en mi posición, y lo que salió después de Lepanto por el lado Turco ni era superior al primer contingente ni consiguió jamás volver a tener la supremacía naval que había ejercido indiscutiblemente la Sublime Puerta en el XVI.
2) Otra discusión diferente es el impacto geopolítico de la batalla. Muchos historiadores afirman que el impacto de Lepanto fue escaso. Otros, bastante más atinados desde mi punto de vista, entienden que la expedición de Lepanto, como las Cruzadas, fueron operaciones de carácter defensivo. En ese sentido el resultado fue un éxito bastante significativo dado que el crecimiento Otomano por el Mediterráneo occidental se paró radicalmente, poniendo a salvo las posiciones de la monarquía hispánica, haciendo que los Otomanos centraran su expansionismo en el centro de Europa y Oriente Medio mucho más lejos de las fronteras españolas. Para quien no fue un éxito quizás fue para los venecianos, pero dada la basura de flota que aportaron a la batalla, pues mira.
Como ya he dicho en mi mensaje inicial, de haber seguido la Liga Santa unida, algo harto difícil dado la posición conflictiva veneciana desde el principio y al escaso interés castellano en el Este del Mediterraneo dadas las nuevas rutas de comercio descubiertas, o de no tener a los franceses aliándose con el turco, quizás esa operación ofensiva pudiera haber transmutado en ofensiva.
Al que ud. llama FRANCISCO DE RIBERA, no será Francisco de Rivera y Medina.?
ResponderEliminarEs el mismo, sí. Entonces se usaban indistintamente la b y la v.
EliminarEs una cosa personal mía, pero me encantan, me encantan las batallas en las que el turco muerde el polvo. Y esto fue una verdadera hazaña. Maravilloso.
ResponderEliminarLas buenas son en las que las bajas de los turcos son casi 10 a 1, como en Castelnuovo, Lepanto, Khalenberg...
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