LA BATALLA DE GOOSE GREEN, MALVINAS 1982

Tratando de mitigar el creciente descontento de la población con la Junta Militar que gobernaba Argentina, las fuerzas armadas de dicho país tomaron las Islas Malvinas. Sin embargo, los problemas no habían hecho nada más que empezar para el ejército argentino. Para su sorpresa, Gran Bretaña decidió reaccionar enviando fuerzas militares para recuperar el archipiélago de las Malvinas.


DEFENSAS ARGENTINAS

El 2 de mayo de 1982 el crucero ARA General Belgrano fue hundido por la Royal Navy y la Armada argentina se replegó. Así, el respaldo naval con el que podían contar las tropas terrestres de Argentina en las Malvinas era francamente precario. Agravando la situación, el 11 de mayo de 1982, el barco de abastecimiento Isla de Estados fue hundido por la marina de guerra británica.

Situación de la Fuerza de Tareas «Mercedes» en el conjunto de la defensa argentina del archipiélago.

El general de división Mario Benjamín Menéndez, a quien se le había encomendado la defensa de las Malvinas, optó por mantener Isla Soledad. Se hizo especial énfasis en la defensa de la capital, Port Stanley o Puerto Argentino, que contaba con un total de tres anillos defensivos. Por otra parte, Menéndez también decidió establecer una guarnición en Goose Green o la Pradera del Ganso, una estrecha franja de tierra que conectaba el norte y el sur de Isla Soledad.

El oficial de mayor rango en Goose Green era el vicecomodoro Wilson Pedroza, quien estaba encuadrado en la Fuerza Aérea de Argentina. Bajo su mando contaba con un escuadrón de cazas Pucará. Ahora bien, la responsabilidad de defender la base recaía sobre el teniente coronel Ítalo Piaggi, quien disponía de dos compañías del 12º Regimiento de Infantería, una compañía del 25º Regimiento de Infantería y otras unidades de menor tamaño. Como soporte artillero contaba con tres cañones de 105 milímetros y seis morteros de 120 milímetros. En cuanto al respaldo antiaéreo, los argentinos tenían en su haber seis cañones antiaéreos de 20 milímetros y dos piezas de 35 milímetros.

Respecto al contingente militar argentino destacado en Goose Green hay que destacar que los oficiales y suboficiales eran profesionales, que gozaban de unas condiciones de vida y de unas raciones mejores que las de la tropa. Por el contrario, los soldados eran reclutas y reservistas poco acostumbrados a la dura climatología de las Malvinas y con un entrenamiento militar que nada tenía que ver con el adiestramiento de los soldados profesionales británicos. No obstante, la estrategia defensiva de los argentinos en Goose Green fue correcta, pues las piezas de artillería y las trincheras fueron emplazadas en los lugares adecuados.

EL DESEMBARCO BRITÁNICO

En la noche del 20 al 21 de mayo de 1982, dirigidos por el general Julian Thompson, los comandos de la Marina Real 40º, 42º y 45º y los batallones de paracaidistas 2º y 3º consiguieron hacerse con el control de la costa al norte de Goose Green. Por su parte, los argentinos lograron abatir dos helicópteros británicos y, después de plantar una batalla simbólica, se retiraron rumbo a Port Stanley.

Los enfrentamientos continuaron, con la Royal Navy batiéndose contra la Fuerza Aérea Argentina. Los desembarcos de tropas británicas prosiguieron, pero los argentinos se apuntaron un tanto importante cuando lograron hundir el buque Atlantic Conveyor, que se fue a pique con varios helicópteros. La pérdida de dichos helicópteros dejó al general Thompson con problemas para transportar a sus tropas en un terreno complicado.

A pesar de la valía con que se batió la aviación argentina, no pudieron evitar la llegada de tropas británicas a las Malvinas. En el bando británico, Thompson, escaso de helicópteros, dispuso únicamente dos helicópteros para transportar municiones y armamento pesado. Por ello, sus comandos y paracaidistas tuvieron que marchar a pie portando pesadas cargas sobre sus espaldas.

Los británicos del 2º Batallón de Paracaidistas del teniente coronel Herbert Jones tenían planeado avanzar el 27 de mayo para neutralizar a las tropas argentinas en Goose Green. Cargados hasta los topes de armas y municiones y con raciones para dos días, los paracaidistas británicos partieron de la montaña Sussex mientras anochecía un 26 de mayo de 1982.

Sobre las 07:30 horas del 27 de mayo, los paracaidistas británicos alcanzaron la granja de Camilla Creek House. Más tarde, las patrullas de la compañía C regresaron de la zona de Camilla Creek con información sobre las posiciones defensivas argentinas. Cuando los hombres del 2º Batallón de Paracaidistas sintonizaron la BBC montaron en cólera al escuchar que un batallón de paracaidistas británicos se disponía a atacar Darwin y Goose Green. La ansiedad del gobierno del Reino Unido había puesto en grave peligro a sus tropas en Goose Green. Lo cierto es que, al parecer, aquellos detalles que delataban a los paracaidistas británicos parecían haber sido filtrados desde el número 10 de Downing Street. Sin embargo, Piaggi, pese a ser puesto al corriente del contenido del programa de la BBC, no tomó en serio aquellas informaciones, por lo que no dispuso medidas adicionales para la defensa de Goose Green.

No mucho después de las inquietantes emisiones de la BBC, los británicos hicieron cuatro prisioneros a cuatro militares argentinos que marchaban a bordo de un todoterreno. Mientras tanto, Jones se encargó de planificar el ataque.

El plan británico pasaba por avanzar desde Camilla Creek House, asaltar las posiciones enemigas y hacerse con el control de Darwin y Goose Green. Por su parte, los argentinos aguardaban en sus posiciones fortificadas.


COMIENZAN LOS COMBATES

Partiendo del punto de salida a las 17:00 horas, los paracaidistas caminaron entre el barro y la lluvia. Las bengalas disparadas desde la fragata Arrow iluminaron las defensas argentinas y cuando los británicos de la compañía A alcanzaron las posiciones enemigas descubrieron que los argentinos se habían ido de Coronation Point.

El avance británico prosiguió. En medio de la noche, una extraña silueta comenzó a moverse. Al principio, todos creían que se trataba de un espantapájaros. Sin embargo, al percatarse del movimiento, los británicos le dieron el alto. Se encontraron con una respuesta en español y, entonces, se desencadenó la refriega.

Un furioso tiroteo tuvo lugar con la noche como tapiz de fondo. Iluminados por el destello de las balas, los británicos encontraban una defensa muy irregular por parte de las tropas argentinas. Había quienes respondían con fiereza contra los paracaidistas, otros caían bajo el fuego, algunos se agazapaban y otros eran desalojados a punta de bayoneta. En medio de este salvaje enfrentamiento, las granadas y las bombas de fósforo estallaban en las posiciones defensivas argentinas.

A pesar de los progresos del 2º Batallón, el teniente coronel Herbert Jones se mostraba preocupado, pues los avances marchaban con retraso respecto a lo establecido en el plan de batalla. Así, la compañía A recibió la orden de avanzar rumbo a Darwin mientras la compañía B marchaba en dirección a Casa Boca.

Consciente de la ofensiva británica, el teniente coronel Piaggi envió tropas para detener a los británicos en las trincheras que se extendían en la cordillera Darwin.

Un pelotón de la compañía A se situó en la playa norte para proporcionar fuego de apoyo, mientras el resto de la compañía se lanzaba a por Darwin desde el oeste. Mientras se aproximaban a lo que se denominaría como el barranco de Tojo, se toparon con tres soldados argentinos. Comenzó un tiroteo y los argentinos lograron repeler momentáneamente la tentativa británica. El propio comandante de la compañía A había quedado atascado con sesenta de sus soldados. Los argentinos, bien posicionados, impedían la salida del barranco.

La compañía B, abriéndose camino a través de las colinas, se encontró con un intenso fuego procedente de la cordillera Darwin. Sobre el campo de batalla llovía el atronador fuego de los morteros y de los cañones. Los argentinos habían logrado frenar el avance del 2º Batallón de Paracaidistas.

Al estar inmovilizados, los boinas rojas británicos corrían el peligro de caer víctimas de un contraataque enemigo. Sin embargo, los argentinos no aprovecharon esta circunstancia. Mientras tanto, los cañones y los morteros británicos proporcionaban fuego para apoyar a los paracaidistas.

Los siguientes enfrentamientos llegaron desde el aire, con los cazas Pucará argentinos atacando, aunque causando insignificantes daños entre las fuerzas británicas. Uno de los Pucará resultó alcanzado, pero logró tomar tierra en Port Stanley.

El teniente coronel Jones se personó en el campo de batalla para hacerse cargo de la situación y ordenó a la compañía A que asaltase las posiciones ubicadas en la derecha del barranco de tojo. Sin embargo, el ataque británico no prosperó, perdiendo la vida entre otros los capitanes Dent y Wood.

El propio teniente coronel Jones comandó un ataque contra una posición defensiva situada en la falda de la colina. Aquella acción terminó costándole la vida a Jones. Mientras tanto, haciendo uso de sus armas ligeras antitanque, los británicos de la compañía A consiguieron progresar, silenciando uno tras otro los pozos de zorro argentinos. Las pérdidas argentinas consistían en 18 muertos y 39 heridos frente a 6 muertos y 11 heridos de los británicos.

Con Jones muerto, el mayor Christopher Keeble asumió el mando del 2º Batallón de Paracaidistas. A diferencia de las decisiones tomadas por Jones, Keeble permitió el uso de misiles Milan para destruir las fortificaciones argentinas. Estos misiles resultaron ser altamente efectivos para neutralizar los pozos de zorro argentinos. Su efecto en la moral argentina fue devastador y no tardaron en producirse rendiciones.

Los hombres de Piaggi habían logrado contener el ataque británico, pero no habían rechazado al enemigo. Por ello, Piaggi solicitó refuerzos al general Menéndez. Transportados en helicóptero, un total de 84 soldados argentinos fueron enviados para tomar parte en la defensa de Goose Green.

Reanudando el ataque, los británicos de la compañía C avanzaron por la ladera de la cordillera Darwin cuando cayeron bajo un fortísimo fuego disparado por la artillería y los cañones antiaéreos argentinos. Los británicos respondieron con sus morteros y sus misiles Milan, silenciando los cañones argentinos. El ataque de los paracaidistas continuó y la resistencia argentina en la escuela terminó por ceder. Igualmente, la compañía D se hizo con las trincheras situadas en el aeródromo.

La fractura era evidente entre las fuerzas argentinas, con grupos de soldados y oficiales que deseaban continuar combatiendo y otros que deseaban poner fin a la lucha.

Un Harrier abatido por la artillería argentina. Foto Eduardo Farré

El general Menéndez mandaba más tropas para reforzar a Piaggi y los aviones argentinos llevaron a cabo infructuosos ataques contra la compañía D. Por su parte, los Harrier británicos despegaron para eliminar los cañones de 35 milímetros que abrían fuego desde el aeródromo. El efecto de los ataques de los Harrier fue demoledor para la moral argentina.

Las tropas argentinas, soportando un duro castigo, se retiraron hacia Goose Green. Eran varios los soldados que, desmoralizados, se habían desprendido de sus armas. Al caer la noche, la nieve cayó de los cielos, dando un breve respiro a los combatientes de ambos bandos.

El mayor Keeble optó por ofrecer un ultimátum a los defensores argentinos. Contando con el permiso del general Menéndez, los argentinos que permanecían en Goose Green se rindieron. Y es que, la situación militar argentina era muy apurada, pues muchos soldados estaban hastiados de la guerra y dispuestos a negarse a seguir luchando.

Unos ochocientos soldados argentinos, exhaustos por una intensa lucha, entregaron armas y cascos. Mientras tanto, los civiles británicos, que habían permanecido confinados en el centro social, fueron liberados por su ejército.

La guerra proseguiría, con la moral argentina derrumbándose mientras circulaban historias de canibalismo acerca de los temidos gurkhas. Y es que, el ejército argentino, formado por reemplazos y pese a su arrojo, se enfrentaba a uno de los ejércitos profesionales más poderosos del mundo. Así pues, el 14 de junio el general Menéndez formalizaba la rendición de las fuerzas argentinas, marcando el final de un acontecimiento de doloroso recuerdo para Argentina y significando la victoria británica en la guerra de las Malvinas.

Marines del 42 Comando desarmando a  soldados argentinos en Stanley 14 junio. Crédito fotográfico: Ted Nevill


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