Eran arcos compuestos, fabricados ensamblando
piezas de madera, hueso y tendón. Con ello conseguían aunar dureza y
flexibilidad cosa que permite una apertura muy grande y, por ende, conseguir un
mayor poder de penetración. Además, su diseño permitía mantener el arco
encordado durante grandes periodos de tiempo sin que su estructura sufriera
demasiado, lo cual era perfecto para aguantar los rigores de las campañas
militares.
Si bien su poder de penetración se demostró
rápidamente inferior al de las armas de fuego como se comprobó en Lepanto,
batalla narrada en nuestra serie de “Boga a muerte en Lepanto”, el apego
cultural de los otomanos a sus arcos hizo que no desaparecieran de los campos
de batalla hasta bien entrado el siglo XVIII, cosa que les permitió depurar
mucho su fabricación y técnica de tiro.
Si queréis saber un poquito más sobre el arco en la historia os
invito a leer 5
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¡Allá vamos!
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