"Claudio Sedente" Museo Arqueológico de Nápoles |
Marcos Uyá
nos sumerge de nuevo en la Antigua roma para descubrir uno de los más
desconocidos golpes de estado que sacudieron al aparente pacifico Imperio.
Una
fría mañana de enero del año 41, el emperador Calígula, que se dirigía a
escuchar a un grupo de jóvenes actores que participaban en unos juegos, cae
asesinado por la Guardia Pretoriana liderada por Casio Querea. Según Flavio
Josefo en sus Antigüedades Judías (XIX, 1, 2-3 y 6) el motivo fue
político aunque Suetonio afirma en su obra La
Vida de los Doce Césares (Vida de Calígula, 57-58) que Querea estaba harto
de que el emperador le pusiera determinados motes para ridiculizarlo. Sea como
fuere, seguidamente se estableció un estado de caos y confusión. La guardia
germana, fiel al emperador, enterada del suceso, toma la justicia por su mano y
asesina a conspiradores, senadores, transeúntes e inocentes que pasaban por el
lugar...
Claudio Divinificado. Museos Vaticanos |
Mientras
tanto, los conspiradores que quedaron vivos, intentan acabar con la familia
imperial, asesinando a la esposa e hija del emperador pero no así con Claudio,
tío de Calígula, que quiso huir del palacio imperial para evitar problemas pero
la inminente llegada de la guardia pretoriana hizo que se escondiera detrás de
un cortina, según Dión Casio en su Historia
Romana (LX, 1-2) y Flavio Josefo (Ant.
Jud. XIX, 2, 1), esperando un triste
y desolado final que afortunadamente para él nunca llegó, ya que no solamente
fue respetada su vida sino que fue aclamado nuevo emperador.
Aun
así, las cosas estaban lejos de calmarse. Una facción de senadores que habían
participado en el complot contra Calígula deseaba reinstaurar la República
viendo la depravación y locura que existía entre los emperadores romanos, en
especial en Tiberio y Calígula. Si eso no fuera posible, al menos que fuera
elegido alguien capaz para suceder en el trono al denostado Calígula, no un
personaje como Claudio, tartamudo, lisiado, con varios tics en la cabeza y
cojo, posiblemente debido a una parálisis cerebral que sufrió de niño. Además
se había establecido un hecho sin precedentes y era que había sido proclamado
por la Guardia Pretoriana y no por el Senado. De hecho, un senador llamado Anio
Viciniano, había sido propuesto por el Senado como emperador potencial,
nombramiento que no pudo llevarse a cabo debido a la rapidez con la que fue
elegido Claudio.
Pensando
una amplia mayoría de senadores y el propio Viciniano que el nuevo emperador no
duraría mucho debido no solo a su debilidad física sino a su escasa formación
en asuntos de gobierno, organizaron un complot para derrocarle y el propio
Viciniano se puso en contacto con el gobernador de la provincia de Dalmacia,
parte de la actual Croacia, para urdir la conspiración. El gobernador, Marco
Furio Camilo Escriboniano, descendiente de Pompeyo del Grande, y que también
había sido propuesto como candidato según Dión Casio (Hist. Rom. LX, 15) prestaría
finalmente su apoyo al ambicioso senador.
Escriboniano
tenía a su mando dos legiones en la provincia, la Legión VII que ya había
servido a Julio César en la conquista de Galia y la Legión XI, estacionada en
Burnum (la actual Kistanje), capital de la provincia, es decir, unos diez mil
hombres, más las tropas auxiliares de número similar, con lo que el total de
efectivos ascendería a veinte mil. El gobernador, a instancias de Viciniano,
convenció a las dos legiones de marchar sobre Roma con la intención de restaurar
la República y envió una carta a Claudio instando a que abdicara y dejase el
poder al Senado.
Los Balcanes durante el Imperio, Dalmacia en la Costa Adriatica |
El
propio Claudio meditó muy mucho esta cuestión. Contempló la posibilidad de
retirarse e incluso algunos senadores, viendo las dudas y reticencias del
propio emperador respecto a seguir en el trono, se adhirieron a la causa de
Viciniano esperando que finalmente diera el paso decisivo de abandonar. Sin
embargo, y gracias a las opiniones de sus libertos, Claudio, según Suetonio
(Vida de Claudio, V, 35), no dimitió.
A
pesar de ello, los planes de Viciniano y Escriboniano siguieron adelante pero
un importante hecho hizo cambiar el rumbo del complot. Justo antes de partir
hacia Roma se realizó una ceremonia llamada “lustración” que se celebra entre
el 19 y el 23 de marzo consistente en sacar los estandartes sagrados con las
águilas doradas que estaban situadas dentro de los santuarios que se erigían en
los campamentos romanos, llevándolos a una asamblea en las que unos sacerdotes
las ungían con perfumes y adornaban con guirnaldas de flores. Pero ocurrió algo
impensable, los portaestandartes encargados de extraer las águilas que estaban
clavadas en el suelo, no pudieron hacerlo y el hecho corrió como la pólvora sobre
los efectivos de las dos legiones que interpretaron el suceso como una mala
premonición y acordaron no marchar con Escriboniano a Roma, amotinándose contra
el propio gobernador y a los oficiales de alto rango que lo secundaban. El
primero no tuvo más remedio que huir y posteriormente suicidarse mientras que los
oficiales fueron pasados a espada.
Cuando
a Viciniano le llegó la fatal noticia del inesperado final de la revuelta,
también se suicidó junto con otros conspiradores, mientras que los senadores
que lo apoyaron fueron juzgados, condenados y ejecutados. Las dos legiones la
VII y la XI fueron premiadas por Claudio con el sobrenombre de Claudia Pia Fidelis, que significa “leal
y patriótica de Claudio” y el propio emperador mandó ascender a todos los
soldados que habían detenido el complot y asesinado a los oficiales implicados.
Sin embargo, Claudio cometió un error al enviar como nuevo gobernador a Lucio
Otón, padre del futuro emperador Marco Salvio Otón, quien nada más llegar a la
provincia y empeñado en instaurar una férrea disciplina, mandó llamar a aquellos
legionarios que habían asesinado a sus oficiales superiores y en vez de
recompensarles los castigó condenándolos a muerte, ignorando que Claudio había
dado la orden de ascenderlos por dicho motivo, según Suetonio (Vida de Claudio,
VIII, 1). Un mal final para una acción de lealtad supersticiosa.
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- -
“Legiones de Roma: La historia definitiva de todas las legiones imperialesromanas”
Dando-Collins, S.: Madrid: La Esfera de los Libros, 2012.
- - " Vida de los doce césares".
Suetonio, C. Madrid:
Editorial Gredos. Volumen II: Libros IV-VIII. 1992.
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