VESTIDOS PARA LA GUERRA



"Piquero" de Navarro Menchón
 En la actualidad asociamos a los ejércitos con los uniformes y los colores marrón o verde, pero esto no fue siempre así.
         Está claro que la homogenización de las vestimentas castrenses es el resultado tanto del proceso de centralización de los estados como de la ventaja que aporta la uniformidad para crear un sentimiento de unidad. Mientras que la tendencia hacia los colores tierra y los miméticos son el fruto de una larga evolución tanto en las tácticas como en la eficacia de las armas a lo largo de los tiempos...

         Desde la antigüedad la mayor parte de los soldados y ejércitos acudían a las Guerra con su ropa de civiles a las que añadían la panoplia defensiva de su época. Solo en contadas excepciones en algunos periodos existió cierta uniformidad como fue el caso de los ejércitos imperiales romanos. Lo que si fue una norma generalizada en algunos pueblos, como Esparta, es que lucieran en su baile con la muerte sus mejores galas, especialmente teñidas de rojo, un color muy caro en la época.
         Durante el medievo la mayor parte de los ejércitos eran de levas, organizados por los nobles que acudían al llamado de su Rey. Por tanto los campesinos carecían de todo tipo de uniformidad y solo los caballeros y hombres de armas lucían los colores y escudos de sus señores. Serían las órdenes religiosas de caballería las primeras que dotaron de una verdadera uniformidad tanto a sus caballeros como infantes, costumbre que años más tarde harían los soberanos con sus unidades reales, por ejemplo en España la Santa Hermandad o los Guardias Viejos de Castilla.
         En la Edad Moderna en la que los ejércitos españoles dominaron los campos de batalla bajo la Cruz de Borgoña, la vestimenta militar se reducía a la panoplia defensiva: coselete, morrión, borgoñota, coleto… ya que la ropa era la misma que la de los civiles, eso sí “de colores” más alegres que los empleados en la Península, gracias al contacto con los coloridos flamencos y lansquenetes.  
"La batalla de Fleurs" de Vicente Carducho,1634. Se puede apreciar los vivos colores de la vestimenta de los mosqueteros
          ¿Cómo sabían quiénes eran los enemigos y los amigos? Cada ejército tenía unos colores diferenciadores y sus propios emblemas que se cosían o ataban en la batalla. La Monarquía Hispánica empleo a veces la Cruz de Borgoña cosida en la vestimenta (en torno a 1590) o el color rojo, ligas o tibiales para las calzas de dicho color atadas en el brazo. También algunos tercios comenzaron cierto proceso de uniformización, basado en las libreas de las guardias reales, vistiendo todos los miembros de la unidad una casaca de idéntica tonalidad, Los Morados Viejos como buen ejemplo.  Además nuestros soldados solían vestir camisas blancas que eran empleadas como uniforme en los ataques nocturnos o encamisadas.
         Sería con las Reformas impuestas por Felipe V en el siglo XVIII cuando se puede hablar de una verdadera uniformidad en nuestro Ejército, aunque ya con Carlos II se había comenzado esta tendencia hacia la homogenización. Con la creación de los Regimientos se generaliza el blanco como el color de las tropas españolas, salvo excepciones como las Tropas reales, Irlandesas, y  serán los colores de los vivos los que servirán para diferenciar a las distintas unidades.

"El ejército y la Armada"

M. Gimenez Gonzalez.-1862

         El empleo de vivos colores en aquella época tenía la finalidad de servir para reconocer a los amigos y enemigos ya que el camuflaje, tan importante en la actualidad, no tenía ningún valor en aquel momento. Debido a la imprecisión de las armas de fuego, las unidades formaban en líneas compactas para asegurar cierta eficacia en los disparos. Sería a mediados del siglo XIX con la mejora de los fusiles, gracias a la generalización del ánima rayada del cañón, cuando se comenzase a combatir en formación dispersa.
         Serían en las guerras coloniales británicas cuando se generaliza el color caqui para difuminar la silueta del soldado en la tierra dificultando la punteria a los francotiradores afganos. En España ante esa amenaza se creó un uniforme revolucionario, el rayadito. Elaborado en algodón blanco, para los calores de los territorios tropicales, tenía una serie de rayas azules, que a muchos os puede recordar un pijama. Pero estas franjas celestes servían para confundir la silueta en el horizonte además de diluirla con la de los compañeros de formación, como las rayas de las cebras.
         Pero sería en el siglo XX cuando la generalización del camuflaje mimético, en todas sus variantes: pixelado, tigre, hojas… convirtió en un arte el diferenciar a los distintos ejércitos por las tonalidades de colores y los patrones de líneas y curvas. “Digan lo que digan donde estén los coloridos de la Época Napoleónica que se quiten los marrones y verdes” es mi opinión y la vuestra ¿Cuál es?
"primero el ojo luego la bala" Navarro Menchón
Este texto y varios más del blog Bellumartis Historia Militar formarán parte de la exposición del pintor Antonio Navarro Menchón en el Museo Militar de la Coruña, del 18 de octubre al 20 de diciembre
Vestidos para la Guerra” Francisco García Campa – Bellumartis Historia Militar

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