El agua un bien tan escaso como la comida durante el Cerco de Leningrado |
El
Banco de Semillas de Leningrado, la
historia de cómo 13 científicos soviéticos preservaron, muriendo de hambre, la
herencia genética de semillas de todo el mundo durante el Cerco de los 900 días
Resulta
imposible cuantificar en el seno de un acontecimiento histórico de la talla de
la Segunda Guerra Mundial, la inmensa cantidad de historias de sacrificio,
entrega y heroísmo que pudieron darse en todos los bandos y que lograron
resplandecer entre la espiral de sufrimiento y destrucción que provoca un
acontecimiento de dichas características. Estas historias no se circunscriben
siempre al ámbito militar y es menester recordar también los padecimientos de
la población civil y el heroísmo con el que muchas veces se desenvuelve ante
las situaciones más desesperadas.
En
este caso la historia nos sitúa en la ciudad soviética de Leningrado, ciudad
que albergó durante la segunda guerra mundial uno de los bancos de semillas más
importantes y extensos del mundo y que fue heroicamente custodiado por un grupo
de científicos que llevaron la defensa de la ciencia y el sacrificio por la
patria hasta sus últimas consecuencias...
Huerta improvisada frente a San Isaac, |
posible futuro de las semillas del banco |
La
plaza de Leningrado (San Petersburgo en la actual Rusia, antigua Petrogrado)
supuso durante la Segunda Guerra Mundial un enclave estratégico de vital
importancia. La ciudad, cuna de la revolución bolchevique y por tanto un
bastión ideológico de la URSS, se situaba en una franja de tierra entre el mar
Báltico y el Lago Ladoga, en la frontera entre la URSS y Finlandia. Tras la
guerra que enfrentó a estas dos potencias, los territorios arrebatados por la
URSS (a un alto coste) habían conseguido establecer una franja de tierra amplia
entorno a la ciudad de Lenin.
Pese
a todo, y tras el ataque de Alemania sobre la URSS el arrollador avance de los
ejércitos germanos pronto alcanzó la estratégica ciudad y los primeros días de
Septiembre de 1941 comenzó un largo y penoso asedio que se prolongaría durante
casi tres años.
En
este dramático contexto un grupo de científicos protegían un inusual tesoro en
las entrañas de la ciudad: un banco de semillas.
El
banco pertenecía al Instituto Industrial de la Planta de toda la Unión, una
institución fundada en 1921 por el biólogo botánico Nicolai Vavilov y pretendía constituir un reservorio de especies
vegetales con el fin de desarrollar
híbridos y potenciar las capacidades útiles de los vegetales. Uno de los
objetivos principales del banco era erradicar el hambre mediante la mejora
nutritiva de las especies de consumo. Para 1940 el banco contaba con un
amplísimo inventario de semillas, con miles de ejemplares de especies de todo
el planeta.
Foto actual de la Estacion Experimental |
Wikicommons |
Las
semillas se almacenaban en la Estación Experimental
Pavlovsk a unos 40 kilómetros de Leningrado, en la pequeña localidad del
mismo nombre. Tras el ataque alemán a la URSS se dio inmediatamente la orden de
traslado del valioso cargamento de semillas hacia la ciudad de Leningrado y a pesar del rapidísimo
avance de las divisiones alemanas se consiguió por poco poner a salvo del
cargamento. El plan original era la evacuación
del mismo hacia un lugar más seguro, sin embargo finalizada la primera semana
de septiembre todas las vías de Leningrado habían sido cortadas por los
alemanes y la ciudad totalmente aislada. El banco quedó por tanto en su almacén
provisional, bajo responsabilidad de los 13 científicos que lo custodiaban.
Mientras
tanto la ciudad permanecía bajo constantes bombardeos y hacía frente al frío y
al hambre. La situación se tornó realmente desesperada, agravada por inviernos
especialmente fríos y por los bombardeos y acoso constante de los sitiadores.
Por toda la ciudad se improvisaron huertos y se racionó la comida de forma
tremendamente estricta. A pesar de ello el hambre y otros padecimientos se
cobraron multitud de víctimas, llegando a darse casos de canibalismo.
Las
declaraciones de uno de los testigos del asedio resultan elocuentes:
“En la ciudad,
ningún árbol tenía corteza por debajo de la altura que podía alcanzar el hombre
de mayor estatura. La habían arrancado para hervirla y aprovechar los
nutrientes que pudieran contener, y también hacían con ella un ungüento para
aliviar el dolor de estómago. Toda clase de animales —perros y gatos, gorriones
y cuervos, ratas y ratones— sirvieron de alimento, y más tarde incluso se
consumieron sus excrementos. Se hacía caldo con los bulbos de los tulipanes
robados de los terrenos del instituto de Botánica, con agujas de pino, ortigas,
coles podridas, piedras cubiertas de liquen, botones de cuerno arrancados de
abrigos que antaño habían sido elegantes. A los niños se les daba de comer
brillantina para el pelo, vaselina, cola de pegar. De las fábricas cerradas se
sustraían las correas de piel de cerdo y la cola de pescado, que luego se
hervían para obtener gelatina…”
Aun
así el banco de semillas permaneció a salvo gracias a la guardia de los
científicos, conscientes de que de ser descubierto y ante la desesperación (y
el desconocimiento de su importancia) podría ser saqueado. Parece ser de hecho
que tuvieron que hacer frente a algún que otro asaltante y combatir
continuamente las hordas de roedores que pretendían alimentarse del copioso
cargamento de semillas. Aun con todo no abandonaron su puesto en tres años en
los cuales más de un millón de personas murieron en su gran mayoría de hambre y
frío.
Deposito de semillas en el Instituto Experimental de Semillas |
Realsproject.org |
En
Enero de 1944 el Ejército Rojo rompió el cerco y puso fin a 900 días de asedio.
Sin embargo la liberación llegó tarde para los 13 científicos y el cargamento
de semillas fue descubierto junco con los cadáveres de sus guardianes, vencidos
uno a uno por el hambre custodiando toneladas de alimento.
Alexander Shukin, Lejnovich, Olga Voskrensenkaia, Ivanov…
son algunos de los nombres de estos héroes civiles de la Segunda Guerra
Mundial, que no dudaron en sacrificar sus vidas en defensa del futuro de la
ciencia y de su patria.
Aunque
su sacrificio pueda parecer desmesurado los científicos eran conocedores de la
vital importancia que tenía aquel cargamento tras el fin de la guerra y no se
equivocaban. Las semillas fueron
utilizadas para replantar los campos arrasados por la guerra, empleando cada
variedad de grano en el terreno y clima más acorde con lo que se consiguió
optimizar en gran medida la producción agrícola de los pueblos soviéticos en la
postguerra. Se calcula que casi un 80% de los cultivos soviéticos posteriores a
la guerra se obtuvieron de las variedades de semillas de aquel cargamento, por
lo que se puede afirmar que el sacrificio de los 13 científicos logró
salvara muchos del hambre y la
devastación causadas por la guerra.
Nikolai Vavilov, creador del banco de semillas |
Wikicommons |
“El banco de semillas de
Leningrado” César Logares – Bellumartis Historia
Militar
Desde luego, no todos los héroes van necesariamente armados.
ResponderEliminarCuanto ignoramos de la Historia !
ResponderEliminarPD - aun así yo me cuestiono esa decisión.
Una historia impresionante. El dilema moral de los cuidadores tuvo que ser inmenso. Sin embargo mantuvieron la decisión correcta. Creo que les deberían de hacer un monumento.
ResponderEliminarUna historia impresionante. El dilema moral de los cuidadores tuvo que ser inmenso. Sin embargo mantuvieron la decisión correcta. Creo que les deberían de hacer un monumento.
ResponderEliminarImpresionante y conmovedora historia
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