LAS GUERRAS DE NÁPOLES (1495-1504), Y EL EQUIPAMIENTO HISPANO.

"El Gran Capitán en Ceriñola" de Fedérico Madrazo
Hoy el colaborador de BHM Ricardo Sánchez Calvo nos trae las guerras de Nápoles y una descripción de las panoplias de los hombres de armas que fueron el germen de los Tercios Españoles gracias a las reformas del arte de la Guerra que introdujo “el Gran Capitán”. Sin más os dejo con la Historia:
Las guerras de Nápoles, fueron dos campañas que se produjeron; la primera entre 1495 y 1498, y la segunda entre 1501 y 1504. Durante esta contienda, el reino de Francia se enfrentó a España por el control del sur de la península itálica.
En el reino de Nápoles existía un partido angevino, el cual poseía gran poder e influencia, ya que estaba compuesto por miembros de la alta nobleza napolitana. Este grupo instó al rey de Francia Carlos VIII, que estaba emparentado de manera lejana con el rey de Nápoles, a intervenir y hacerse con el control del territorio...


Fernando el Católico, cuya hermana Juana estaba casada con el rey Ferrante I de Nápoles en segundas nupcias no estaba dispuesto a permitir las ambiciones francesas. No obstante, se vio obligado a esperar acontecimientos para poder intervenir. Mientras tanto, preparó bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, destacado comandante durante la conquista de Granada un ejército de intervención
"El Gran Capitán" de Augusto Ferrer-Dalmau
El 24 de mayo de 1495, Gonzalo Fernández de Córdoba desembarca en Messina y da comienzo a la primera campaña italiana que le llevará a convertirse en el “Gran Capitán”.
Los inicios no son nada alagüeños para las tropas hispanas y sus aliados napolitanos. Son derrotados en la batalla de Seminara, por lo que Gonzalo Fernández de Córdoba debe a cambiar de táctica y desarrollar una campaña de ataques, retiradas y amplia movilidad, ya que con su escaso número de efectivos, no es capaz de realizar una ocupación permanente del territorio calabrese. Se establece en Castrovillari, y se dedica a defender las posiciones ocupadas durante varios meses, mientras espera la oportunidad de sobreponerse a sus enemigos. La ocasión se presenta en Laino en mayo de 1496. Allí, se están reuniendo las tropas francesas para proseguir la campaña contra los hispanos. El Gran Capitán realiza con sus hombres una marcha al abrigo de la noche, para presentarse al amanecer frente a sus enemigos; y sin dudarlo dos veces, se lanza contra ellos para provocarles una importante derrota.
      Con la iniciativa del lado español, Gonzalo a petición del rey de Nápoles Ferrante II, marcha hacia el norte para continuar la campaña y ayudar a expulsar a las tropas francesas asentadas en el norte. No obstante, él sabe que perderá el territorio ganado  tan duramente estos últimos meses, ya que en territorio calabrese, el apoyo y la presencia del clan angevino es todavía poderosa y muy numerosa. Además, no puede dejar amplias guarniciones debido a su escasez de hombres. Limpio el norte de presencia francesa, debe regresar sobre sus pasos para como sabía, recuperar las poblaciones desguarnecidas del sur. En ese momento, los enemigos de Gonzalo saben que han sido derrotados, y que la guerra ha terminado.
Francia y España firman entonces el Tratado de Granada en 1500, donde en secreto se reparten el reino de Nápoles. La ocupación de las dos potencias se produce rápidamente,  no obstante en Tripalda, zona de ocupación española, es invadida por los franceses, por lo que ambas potencias se preparan para una guerra aún no declarada. Gonzalo, en previsión del nuevo enfrentamiento, se retira a la población de Barletta. Allí decide plantar cara a los franceses a través de una guerra de sitios, lenta y costosa. Esta decisión de atrincherarse y resistir, le provocó en España un fuerte rechazo por parte del rey Fernando, pero Gonzalo con una gran confianza en su hacer, decide proseguir, llegando a cortar la comunicación con la península ibérica.
La espera da sus frutos, y la oportunidad de tomar la iniciativa viene de la mano de su batalla más famosa y la que le encumbraría, la batalla de Ceriñola, el 27 de abril de 1503, donde las novedosas armas de fuego de los españoles se impusieron a los todopoderosos y nobles gendarmes franceses.
Tras la victoria, los franceses se retiran a Nápoles, seguidos por el Gran Capitán, el cual entra en la ciudad y toma las fortalezas que hay dentro de la ciudad. La persecución continúa, y  Gonzalo llega hasta Gaeta, principal reducto de los franceses, cercano al río Garellano. Esta imponente fortaleza, resiste el asedio español y no contempla la opción de rendirse, ya que han llegado noticias de que el nuevo ejército francés está en camino para prestar su ayuda. Gonzalo que ha considerado sus opciones, ve imposible la captura de Gaeta, y amenazado por los refuerzos franceses cruza de nuevo el Garellano y decide a su vez, esperar los refuerzos situados en Apulia que pacificaban la zona. Comienzan pues, una serie de enfrentamientos de desgaste, en la que los españoles tratan de evitar una batalla campal hasta que se sientan seguros de su victoria. La seguridad llegará el 28 y 29 de diciembre.
El Gran Capitán pasa inmediatamente al ataque cruzando el río, y cogiendo por sorpresa al bando francés. Sus enemigos, sorprendidos por el imponente ataque, se ven obligados a emprender una rápida retirada tras dejar 600 muertos en el campo de batalla. Los franceses son perseguidos de cerca por los españoles -de hecho, Gonzalo avanza tan rápidamente, que los refuerzos que esperaba se le deben unir más adelante porque no consiguen darle alcance-. Los franceses en su proceso de retirada abandonan el equipo y huyen hasta su fortaleza de Gaeta, donde quedarán cercados por los españoles.
Así terminan las guerras de Italia entre los españoles y los franceses. El reino de Nápoles pasa a ser controlado por España y Gonzalo Fernández de Córdoba es reconocido como un general brillante y sienta los precedentes de lo que serán los ejércitos de los Austria: los tercios españoles, la infantería que dominará los campos de batalla durante 150 años.
¿Pero como se hicieron posible las victorias del Gran Capitán? Aparte de su genio militar, sabe adaptarse y utilizar de manera muy efectiva los recursos de los que dispone, además de las nuevas armas que tiene para su uso. Sus tropas están equipadas con diferentes armas, las cuales el Gran Capitán sabe combinar y que le dan ventaja ante cualquier situación.
La panoplia defensiva que portan los hombres del Gran Capitán es, primeramente la cota de malla, en uso desde hace más de 1000 años. También utilizan un gambesón, que es un jubón acolchado que se coloca bajo la coraza, que facilita su uso y protegía de golpes.
Sobre el gambesón va la armadura, por norma general era completa tanto para el cuerpo como para las piernas. En la cabeza, el casco es completo, con un visor movible. El escudo es una simple rodela utilizada ya durante la época romana, y que seguirá en uso hasta el siglo XVII. Sin embargo, no todos los soldados visten de la misma manera, ya que aún no existe una uniformidad en los atuendos, por lo que cada soldado, puede customizar la armadura a su gusto y como más cómodo se sienta.
Ballersta con cranequín
En cuanto al armamento ofensivo, su equipamiento se compone principalmente de una espada para el combate de melee. Por influencia de los piqueros suizos, la pica o alabarda, está aumentando su presencia en los campos de batalla. Los suizos ya habían mostrado la eficacia de los cuadros de picas en sus guerras contra los franceses. Por ello, se venden  como mercenarios en las guerras europeas. Los franceses durante la batalla de Ceriñola, disponían de varias unidades de estos hombres, frente a los lansquenetes alemanes que luchan bajo el mando de Gonzalo.
Para las armas a distancia, estaban equipados con  ballestas junto con el cranequín, para poder recargarlas lo más rápidamente posible. Hasta aquí, la equipación ofensiva y defensiva no se diferencia en nada de los ejércitos de Francia o de cualquier otro ejército europeo.
La innovación  viene porque 700 de los hombres del Gran Capitán están equipados con nuevas armas de fuego, las espingardas.  Son las primeras armas de fuego, con unos mecanismos rudimentarios, pero que demuestran su eficacia; especialmente en la batalla de Ceriñola, cuando son capaces de hacer frente a las cargas de caballería, haciendo recordar a los franceses sin duda, las cortinas de flechas de Agincourt.
Las armas de fuego son una revolución, primero se incorporan en los asedios, y a comienzos del siglo XVI aparecen las primeras armas portátiles. Las espingardas evolucionan poco tiempo después y son desplazadas por los arcabuces. Los españoles estaban considerados en aquella época, como los mejores arcabuceros – el emperador Carlos V afirmaría que “la suerte de mis batallas ha sido decidida por las mechas de mis arcabuceros españoles”- y los primeros en introducir la siguiente evolución, los mosquetes. De hecho, fue el III duque de Alba, durante sus campañas de represión del territorio de Flandes cuando prueba las eficacias de estas armas. Durante la batalla de Jemmingen en 1568, los primeros mosqueteros mostraron su eficacia frente a los arcabuces rebeldes. Por lo tanto, en solo 60 años, las armas de fuego sufren una evolución impresionante para adaptarse a las técnicas de combate.
Así, las campañas italianas son el origen de un parte de las posesiones más importantes de la Monarquía Hispánica en Europa, el territorio italiano, además son el germen de los tercios españoles, ya que Gonzalo pasa a dar más importancia a las unidades a pie que a la caballería. Una caballería, que es relegada a un papel secundario en la batalla y que ya no posee una fuerza arrolladora sobre la infantería, mejor organizada -unidades más numerosas-, mejor defendida -uso de picas y alabardas-, y con una mayor fuerza de ataque – espingardas y posteriormente, arcabuces-.
BIBLIOGRAFÍA:
-     MESA GALLEGO, E.; “El arte de la guerra y el Gran Capitán” en Desperta Ferro nº 19, 2016.

“Las guerras de Nápoles (1495-1504), y el equipamiento hispano” Ricardo Sánchez Calvo – Bellumartis Historia Militar

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