Los
ingleses se jactan que desde la batalla de Hastings el 14 de octubre de 1066
jamás habían sido atacados en su territorio por un ejército terrestre pero esta
leyenda inglesa no es del todo cierta. Durante los enfrentamientos del siglo
XVI entre la católica España y la protestante Inglaterra se produjo un ataque
terrestre olvidado en los libros de texto de ambos países que vengo los asaltos
ingleses en la costa española. Os invito a conocer esta gesta española de la
mano de un amigo del blog Juan José Godoy
Espinosa de los Monteros creador de España mi Ventura…Flandes mi Sepultura.
Felipe II
desde1570, mantuvo un encarnizado enfrentamiento con el reino de Inglaterra, el
cual encabezó acertadamente para su país, Isabel
I. El protestantismo imperante en el país inglés fue uno de los detonantes,
ya que Felipe II estaba empeñado en que el país volviera a la verdadera fe
católica, algo que Isabel no estaba dispuesta a satisfacer en ese punto...
Tanto
le fastidió las propuestas de Felipe, (incluido alguna proposición matrimonial)
que a la par que Isabel estaba celosa del auge económico de España, (el
monopolio de España sobre la América española no era visto con buenos ojos por
los países europeos, ya que estos deseaban ardientemente comerciar con las
colonias españolas) decidió la reina tomar las riquezas españolas por la
fuerza.
De
manera solapada y gracias a la acción de los piratas ingleses, Isabel pudo
acceder a las riquezas españolas, bien saqueando ciudades de las colonias
americanas, bien a saqueando los barcos españoles que comerciaban con América.
La
década de los ochenta fue más virulenta en los ataques ingleses, incluso el
pirata inglés Drake, se atrevió en
1587 a saquear el puerto de Cádiz donde estaba acantonada parte de la armada
que Felipe estaba preparando para invadir Inglaterra.
El
año 1588, la flota española marchó rumbo a Invadir Inglaterra para poner a este
país en su sitio y que diera fin a los ataques piratas ingleses sobre España;
ya que no solo eran acciones piratas lo que soportaba España.
La
Inglaterra de Isabel también ayudaba a los rebeldes holandeses que estaban
empeñados en establecer la independencia de los Países Bajos; apoyo militar,
financiero y puntual con tropas inglesas, ayudador a los holandeses a sostener
el esfuerzo de guerra contra España.
La
armada española de 1588 se saldó con un rotundo fracaso, en los años 1596 y
1597, Felipe organizó a costa de un sobre esfuerzo económico sobre las mermadas
arcas reales, sendas invasiones sobre Inglaterra, si bien estas fueron de menor
envergadura que la organizada en 1588.
Estas
también, gracias en parte al terrible tiempo existente en Inglaterra, (como
ocurrió en 1588) fallaron en su objetivo de desembarcar tropas españolas en el
país; sin embargo, de manera casi accidental, en 1595 los españoles
desembarcaron en Inglaterra.
El
hecho fue circunstancial y accidental, por lo que en los libros de historia
casi no figura, porque su acción no tuvo mucha relevancia, sobre todo si se
compara con las acciones que los
ingleses realizaron sobre las colonias españolas.
Este
fue el único consuelo de Felipe sobre la Inglaterra de Isabel, la cual no se
dio por enterada del asunto, ya que fue tan nimio, que no mereció para ella tenerse
en cuenta.
Sin
embargo, fue lo único que pudo presentar Felipe sobre sus intentos de invadir
Inglaterra; la acción fue realizada por un marino llamado Carlos de Amésquita, este recibió encargo del Maestre de Campo, Juan del Águila, (el cual tenía en la
Bretaña francesa una base española) realizar una expedición de castigo sobre
Inglaterra.
Retrato de Juan del Águila, realizado por Otto van Veen en 1587, en el Museo de Versalles |
Las
acciones sobre el país enemigo hasta entonces se habían saldado siempre con
fracasos rotundos, y la acción de mayor calado del año 1588, fue una
oportunidad perdida para acabar con la pérfida Albión.
Sin
embargo, Juan del Águila, quiso intentar la acción, y pensó que Carlos era la
persona más capaz para realizar tan peligrosa misión; este aceptó realizarla,
si bien es posible que no tuviera muchas esperanzas de poder golpear a
Inglaterra contundentemente; pero al menos se haría lo que se podría, ya que
las tropas bajo su mando eran muy modestas para hacer daño.
El
26 de julio de 1595, zarpando de Blavet,
cuatro galeras (Capitana, Patrona,
Peregrina y Bazana) pertenecientes a la escuadra de Pedro de Zubiaur,
marcharon a cumplir la misión encomendada.
Más
al norte, la flotilla, tras recalar y aprovisionarse en la población de
Penmarch, (en la Bretaña francesa) desembarcaron
en la Bahía de Mounts (Cornualles, suroeste de Inglaterra) el 2 de agosto.
Las
tropas españolas estaban compuestas por tres compañías de arcabuceros, los
cuales conformaban 400 arcabuceros; ¿Por
qué la flota inglesa no impidió el desembarco?, la flota inglesa al mando
de los almirantes Francis Drake y John Hawkins, quizá no esperaba un acción de
este tipo, sobre todo tras el fracaso del 1588.
También
la acción fue realizada con celeridad y cuando quisieron responder los
ingleses, los españoles ya se habían dado a la fuga con el saqueo obtenido. La
tropa era veterana, pero Carlos era consciente que solo podía golpear en la
medida de sus fuerzas, ya que sus tropas eran limitadas para pensar en acciones
de mayor calado.
Pero
ya que tenía la oportunidad de golpear, lo hizo con contundencia, ya que esta
acción quizá no se podría repetir otra vez; las tropas españolas se adentraron
en el territorio inglés; los pueblos británicos Mousehole, Paul y Newlyn fueron pasto del saqueo e incendio por
parte de las fuerzas españolas, los cuales sorprendieron a los aterrorizados
civiles que ni en su más disparatada imaginación, esperaban ver tropas
españolas por aquellos parajes.
Grabado Ingles |
El
saqueo e incendio de una población, era un suceso traumático para sus
pobladores, posiblemente durante generaciones se maldijo entre los lugareños la
maldad de los españoles al saquear y destruir sus hogares.
Aunque los españoles por aquel entonces,
podían justificar dichos actos, en represalia por los actos efectuados por los
ingleses en las colonias americanas españolas y en particular, por los
destrozos ingleses efectuados en La Coruña en 1589.
Una
vez que los españoles realizaron dichos actos, reembarcaron sus tropas y
navegando dos millas más realizando un nuevo desembarco y adentrándose en
territorio inglés.
Esta
vez el objetivo español fue la toma de la fortificación de Penzance, la cual
saquearon e incendiaron. En la costa, los ingleses también tenían algunos
fuertes guarnecidos con cañones.
Estos
quizá estaban estacionados para hacer frente a un posible desembarco enemigo,
quizá para guarnecer las costas; el caso es que los españoles los tomaron con
escasa resistencia y dicha artillería, fue reembarcada en las naves españolas.
Allí,
los 400 arcabuceros españoles celebraron una misa en la que juraron, que cuando
los españoles más tarde conquistaran Inglaterra para la verdadera fe católica,
allí sería erigido un monasterio en recuerdo de dicha expedición.
Las
tropas españolas durante se breve estancia en Inglaterra eran vigiladas por la
milicia inglesa, la cual debía hacer frente a las tropas españolas de invasión
si alguna vez eran invadidos por cualquier enemigo.
Todo
esto por supuesto hasta que las tropas regulares inglesas estuvieran prestas
para repeler dicha invasión; lo cual no se dio el caso, ya que el golpe de mano
español fue tan rápido y veloz, que los soldados ingleses no pudieron ser
movilizados tan solo las milicias inglesas pudieron intentar hacer frente al
invasor.
Se
reunió un número considerable de milicianos, unos 1.400, los cuales marcharon
para hacer frente al invasor; el armamento de dicho grupo debió ser muy
variado, si bien es cierto que las armas de fuego debieron de ser muy escasas.
La
aparición de las tropas españolas, aunque más del triple inferior a las
inglesas, debió sorprender a los animosos milicianos; estos ante la visión de
los veteranos españoles, todos armados con arcabuces, debió desinflar el ardor
patriótico de los civiles, ya que estos arrojaron las armas y huyeron presas
del pánico apenas vieron las banderas españolas ondeando al aire.
La
expedición a juicio de Carlos de Amésquita, había sido en líneas generales
afortunada; no se había sufrido ninguna baja, el orgullo inglés había sido
herido al saquearse e incendiarse algunos pueblos ingleses y destruido una de
sus fortificaciones.
También
la toma de los fuertes que guarnecían la costa con el consiguiente robo de su
artillería parecían unas acciones del todo afortunadas; Carlos era consciente
de que la expedición no podía dar más de sí.
Quizá
pudiera saquear alguna localidad más si se adentraba en territorio enemigo;
pero sus fuerzas eran limitadas para operaciones de más envergadura, y tentar
más a la suerte podía ser, ¡quizá!, contraproducente.
La
alarma había sido dada, quizá si espera más, podían las tropas regulares
inglesas hacer su aparición en gran número y entonces estaría perdido, por muy
veteranas que fueran sus limitadas fuerzas.
La
flota de su Graciosa Majestad también habría sido ya avisada, si destruía sus
naves, se quedaría irremediablemente aislado y en territorio enemigo, ¡sabe
Dios lo que le harían los ingleses si él y sus fuerzas caían en sus manos!.
Así
que prudentemente decidió no prolongar más su estancia en suelo inglés y el 4
de agosto, reembarcó con la totalidad de sus tropas sin sufrir baja alguna;
Carlos tenía en su manos algunos prisioneros ingleses, a los cuales, una vez
embarcado, no le dolió lo más mínimo echar por la borda.
Un
barco inglés dio alcance a la pequeña flotilla española, pero no era más que un
barco, quizá formaba parte de la flota que había sido enviada para hacer frente
a la incursión española, lo más seguro que fuera una unidad enviada a sondear
la posición del enemigo e informar.
Aquel
barco solo enfrenta a cuatro naves españolas, o era un temerario, o estaba muy
confiado o posiblemente, los españoles le cerraron el paso para evitar que
delataran su posición.
El
caso es que el navío fue irremediablemente hundido por la acción de la
artillería española; los españoles también fueron muy afortunados en esquivar a
las fuerzas de la flota inglesa, las cuales al mando de Drake y Hawkins,
acudían en gran número para hundir a las naves de Amesquita.
Pero
Carlos era un marino muy experimentado y supo sortear sin peligro a la flota
inglesa; más tarde los almirantes ingleses tuvieron que responder por su
imprudencia ante la reina de Inglaterra, ya que se había fallado en defender la
costa de incursión alguna y se había fallado en castigar a la expedición
enemiga, la cual atacó sin oposición y reembarcó y huyó sin castigo alguno.
Antes
de regresar a su base, Carlos de Amésquita realizó una nueva acción afortunada,
El 5 de agosto, un día después de zarpar de vuelta a Francia, se toparon con
una escuadra holandesa de 46 barcos de la que consiguieron escapar no sin antes
hundir dos buques enemigos.
Finalmente
el El 10 de agosto, Amésquita y sus
hombres desembarcaron victoriosos en Blavet, aunque previamente habían parado
de nuevo en Penmarch, donde se llevaron a cabo algunas reparaciones.
La
expedición se saldó con 20 bajas,
todas ellas en la escaramuza contra los holandeses y ninguna contra las
acciones contra los ingleses; en líneas generales, Carlos había acometido la
misión con sumo éxito, asestando, aunque modestamente, un golpe al orgullo
inglés.
Había
saqueado en territorio enemigo, ¡una acción que los ingleses jamás se le
hubiera pasado por la imaginación; si bien la misma no fue más que un gesto
modesto, fue quizá lo único que los españoles pudieron presentar a su rey
Felipe II.
Dos
años después, en 1597, los españoles tuvieron la oportunidad única de
desembarcar un numeroso cuerpo expedicionario en territorio inglés, fue en el
mes de octubre, mala fecha por los temporales que azotaban Inglaterra.
El
caso es que el tiempo se había portado bien, pero cuando estaban a un día de
las costas inglesas, las cuales de divisaban a lo lejos, estalló con virulencia
una tormenta terrible, la armada fue dispersada y tuvieron que volver a España.
Resulta
que entre las unidades embarcadas llevaban a 8.600 soldados de los tercios de
Lombardía y Nápoles (unidades de élite pertenecientes a los tercios viejos y
que por aquel tiempo invencibles en choque abierto).
Si
hubieran desembarcado el ejército inglés nada podría haber hecho contra ellos
pues el ejército de su Graciosa Majestad no era nada del otro mundo y no tenía
la experiencia en combate de las unidades españolas desembarcadas. Las fuerzas
españolas serían una fuerza de consolidación a la cual reforzarían en poco
tiempo.
Hubieran
podido conquistar una porción del sur de Inglaterra y se podrían haber
atrincherado, en espera de una sublevación de los católicos ingleses o en el
peor de los casos tendrían fuerza para negociar duro, en caso de se hubieran
suspendido las hostilidades.
Casi por fuerza los ingleses habrían atacado
al cuerpo expedicionario español, ya que un ejército enemigo acampado al sur de
Inglaterra era un enorme desprestigio para el país.
¿Dado
el ejército inglés y su experiencia habrían aguantado los ingleses su
embestida?,al menos temporalmente si, no obstante, era un ejército para crear
problemas, pero no para conquistar Inglaterra.
Pero por suerte para los ingleses la armada
española se dispersó, una parte de ella fue a la costa inglesa, desembarcaron y
crearon una cabeza de puente, en espera de los refuerzos españoles, pero como
vieron que no acudía ninguna nave española y siendo imposible consolidar la
posición, reembarcaron y volvieron a España.
En
definitiva, la expedición sirvió para castigar a Inglaterra por sus incursiones
sobre territorio español, y aunque quizá no compensen el daño producido por los
ingleses, estos que siempre se habían ufanado en que los españoles no podían
responderles con la misma moneda, sirvió para demostrar que lo españoles si se
lo proponían podían devolver con creces el golpe.
Fue
un golpe limitado, pero el gesto ahí está; y la fortuna sonrió a los ingleses,
que si no hubiera sido por el temporal reinante en Inglaterra, los españoles
hubieran tenido oportunidad, no ya de responder de manera conveniente a la
reina Isabel, sino de quizá derrocarla.
Pero
aquí Felipe II no tuvo la suerte de su lado, y las tres expediciones de
envergadura que realizó sobre Inglaterra, se saldaron con un rotundo fracaso;
(fracaso también debido al rencor y animadversión que el monarca tenía a sus
gobernadores en Flandes, pieza clave para el avituallamiento y puerto amigo en
caso de circunstancias meteorológicas adversas). Solo la realizada por Carlos
de Amésquita triunfó, y fue la única que pudo Felipe realizar y con la que
consolarse sobre la Inglaterra de Isabel.
Consecuencias
La
expedición de Amésquita fue una de las pocas veces en que soldados españoles
desembarcaron en Inglaterra (pero no la única más adelante en Bellumartis
trataremos de alguna de ellas).
El
control de puertos en el Canal de la Mancha, la facilidad del desembarco de
Amésquita en 1595 y la debilidad de las tropas de tierra de Inglaterra
(milicias que abandonaron sus armas) alentó la creación de otra nueva flota de
invasión en 1597.
OS
INVITO A VISITAR EL BLOG AMIGO ESPAÑA
MI VENTURA
“La batalla de Cornualles” Juan
José Godoy Espinosa de los Monteros
Os dejo este enlace a un blog ingles sobre el Spaniards Raid
Me encanta el artículo!
ResponderEliminarFelicidades, excelente trabajo.
Saludos para el blog!
Muy interesante esta historia, Había leido algo en el libro de Cesár Fernandez Duro. Pero la verdad que no se extiende mucho.
ResponderEliminarPinto temas de historia militar y hace tiempo que tenia en la cabeza hacer precisamente algo referente a este episodio, sobre todo por lo que comentas en el articulo de que tropas españolas no habían pisado suelo ingles.
Saludos
Alejandro
http://artemilitarynaval.blogspot.com.es/
Magnífico trabajo e interesante historia. Lástima que Felipe II no aprendiese la lección y enviase a sus armadas siempre en otoño, cuando empieza el mal tiempo en esos mares. De lo contrario, ¡cuánto hubiese podido cambiar la Historia!
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