Este va a ser un verano de importantes efemérides. Por un lado, el 13 de agosto se conmemora el quinto centenario de la conquista de Tenochtitlán por Hernán Cortés en 1521 -culminando una campaña iniciada en 1519,- con toda la controversia que arrastra en México y la inhibición gubernamental española que el mundo académico trata de paliar. Por otro, es el centenario del Desastre de Annual, que se desarrolló entre la segunda mitad de julio y la primera de agosto de 1921 aproximadamente y constituyó una de las páginas más negras de la Historia Militar de España. Gracias a Jorge Álvarez trataremos de sacar del olvido uno de las gestas heroicas sepultadas por el Desastre.
Aunque ese último episodio está teñido de una complejidad que va más allá de los estrictamente bélico y tiene implicaciones políticas, económicas y sociales, no faltaron algunos destellos menos tenebrosos, de los que los más conocidos -si bien no todos claros- fueron la muerte del teniente Flomesta por negarse a enseñar a los rifeños el manejo de la artillería capturada, la resistencia agónica y fatal de la posición de Igueriben a cargo del comandante Benítez, la defensa de un cañón por el capitán Arenas o las famosas cargas del Regimiento de Alcántara ordenadas por Primo de Rivera para proteger la retirada de la infantería.
Cábilas del Protectorado Español en Marruecos
Pero hubo más casos de dignidad y heroísmo dentro de aquel caos; no son tan célebres como los mencionados, pese a lo cual merece la pena rescatar alguno. Por ejemplo, el que protagonizó la compañía del capitán Enrique Amador Asín en la casa de Si Hammú, cuando decidió combatir hasta la muerte después de ver que ése era el destino al que todos sus integrantes estaban abocados igualmente, ya que habían asistido impotentes al exterminio de la posición de Dar Quebdani tras haberse rendido.
Para situarnos en contexto, recordemos que el general Manuel Fernández Silvestre, comandante general de Melilla, había iniciado una campaña por su circunscripción en mayo de 1920, avanzando sin apenas oposición unos 130 kilómetros en dirección a la bahía de Alhucemas. Durante ese episodio, fue dejando detrás un demencial rosario de 46 posiciones, la mayoría mal elegidas, escasamente guarnecidas y peor abastecidas, aisladas unas de otras y con la aguada fuera del recinto fortificado, si es que la había. Se confiaba en que aquella combinación de poder militar y el dinero entregado a las cábilas bastaría para mantenerlas a raya. No fue así.
El general Manuel Fernández Silvestre fotografiado en 1919
(dominio
público en Wikimedia Commons)
COMIENZA EL DESASTRE
Las hostilidades empezaron de pronto, casi inesperadamente, con la ocupación y pérdida inmediata de Abarrán, muy cerca ya de Alhucemas, el 1 de junio de 1921. Sin embargo, se subestimó el alcance que realmente tenía la inesperada rebelión y únicamente se empezó a tomar conciencia de lo que se avecinaba a lo largo del mes, cuando también Sidi Dris quedó sitiada por las harkas y, sobre todo, ante los sucesivos fracasos en socorrer Igueriben, cuya guarnición pereció casi al completo.
El campamento principal español en Annual también empezó a sufrir asedio y, ante la falta de suministros, se optó por la retirada. No hubo tal porque se convirtió en una desbandada grotesca, fruto de la torpeza de los mandos, la indignidad de muchos oficiales y la falta de adiestramiento -y de motivación- de una tropa reclutada a la fuerza entre las clases humildes ante la exención de quienes podían pagar una redención en metálico y a la que importaban muy poco las aventuras coloniales.
Mapa del Desastre de Annual
(HombreDHojalata en Wikimedia Commons)-
Como cabía esperar, la caída de Annual supuso el desmoronamiento del frente y de todo el sistema de posiciones, unas capturadas por el enemigo, otras abandonadas por sus guarniciones, como un castillo de naipes que se viene abajo: Talilit, Buimeyán, Intermedia C, Izummar, Intermedia B, Yebel Uddia, Tafersit, Zayudait, Mehayats… además, Buhafora y Sidi Dris quedaron cercadas. Los supervivientes se iban uniendo como podían a la columna principal, que, dirigida por el general Felipe Navarro, logró llegar a Dar Drius el 22 de julio. Allí recibió la orden del general Dámaso Berenguer, Alto Comisario de España en Marruecos, de resistir.
A su vez, el día anterior, Silvestre había mandado al coronel Silverio Araujo Torres, jefe del Regimiento Melilla n.º 59 y de la circunscripción de Kandussi (la que estaba al oeste del río Kert), que marchase hacia Dar Quebdani para llevar a cabo un plan tan imaginativo como imposible de llevar a la práctica: recoger a la guarnición y continuar juntos hacia Afrau, abriendo un camino que permitiera la retirada del ejército desde Annual a la costa, donde sería evacuado por mar con los cruceros de la Armada. Una quimera que no tenía en cuenta la falta de agua para la tropa, la obstaculización de la ruta por parte del enemigo y la inoperancia del alto mando peninsular, que ni siquiera había movilizado más que unos pocos buques menores.
4-El
general Felipe Navarro Ceballos-Escalera (Pinterest) -
LA COLUMNA MOVIL DE ARAUJO
La columna móvil de Araujo (compuesta por cuatro compañías de fusiles y una de ametralladoras más una batería de artillería de montaña y una sección de intendencia) llegó la madrugada del 22 de julio para encontrarse con que el oficial al mando, el comandante Rafael Sanz García, que había llegado unas horas antes con el grueso de la tropa de Kandussi, acababa de recibir la indicación del general Navarro de permanecer allí hasta nuevo aviso.
Araujo, un coronel de 57 años más habituado a los despachos que a la guerra, también se quedó a la espera, sumando sus efectivos a los 349 que ya había; en total, 957 soldados, 37 oficiales y dos jefes, aparte de él. Sin embargo, a media tarde del día siguiente unos oficiales de la Policía Indígena les informaron de la pérdida de Annual y las muertes tanto de Silvestre como de su segundo, el coronel Gabriel Morales (la de éste, combatiendo revólver en mano; la del general en circunstancias inciertas, presuntamente por suicidio).
Aturdidos por la noticia y sin saber qué hacer, tuvieron una inesperada visita: el cadí Kaddur Namar, jefe de la cábila de Beni Said (la que habitaba esa parte del territorio), que por el momento se mantenía leal. Namar advirtió a los españoles de que debían dejar la localidad cuanto antes porque las cábilas se disponían a caer sobre ellos y luego ya no podrían salir, añadiendo que él, siendo amigo de España, tendría que pasar a ser enemigo. Araujo le agradeció el consejo, pero se negó a irse aduciendo que pronto vendrían refuerzos. No lo hicieron y, en su lugar, las que llegaron fueron las harkas enemigas, que rodearon la posición en gran número.
Vista aérea de Dar Quebdani
Navarro no se quedó en Dar Drius y el día 23 reemprendió la marcha hacia Batel-Tistutin bajo un intenso tiroteo rifeño ante el que tuvo que intervenir la caballería de Alcántara, cargando repetidas veces para que la columna pudiera vadear el río Igán. Su heroico sacrificio se plasmó en 541 muertos, 5 heridos y 78 prisioneros del total de 691 hombres que componían el regimiento. Berenguer insistió a Navarro en que se atrincherase en Batel mientras terminaba de organizar las fuerzas de socorro, cosa más fácil de decir que de hacer al no haber agua allí. Mientras, seguían cayendo posiciones: Chaif, Karra Midar, Izen Lasen, Azib Midar, Ain Kert, Azru, Kandussi, Buhafora, Hamuda, Tamasusin, Ichtiuen, Dar Azugaj e Ishafen. Sidi Dris y Sbuch-Sba’a resistían desesperadamente.
Antes de dejar Dar Drius, Navarro ordenó por fin a Araujo retirarse de Dar Quebdani a Kandussi. El coronel lo preparó todo para, siguiendo el procedimiento habitual, inutilizar la artillería y comenzar el repliegue, pero antes prefirió pedir confirmación a Drius; incomprensiblemente, no lo hizo por teléfono sino enviando un coche rápido (así se denominaba a los automóviles de los mandos) con tres oficiales, entre ellos su hijo, el capitán Eduardo Araujo Soler, seguramente esperando con ello ponerlo a salvo (tal cual había hecho Silvestre con su vástago, el alférez Manuel Fernández Duarte). Navarro les repitió la orden de replegarse a Kandussi y el vehículo, durante el regreso, descubrió que la carretera había sido cortada por el jefe rifeño Buharray, por lo que se desviaron a Batel. Desde allí llamaron a Quebdani, informaron al coronel y éste les ordenó irse a Melilla, lo que les supondría ser sometidos a un consejo de guerra en 1923 (con condena a un año de prisión y suspensión de empleo).
El
coronel Silverio Araujo Torres (Pinterest)
LA DEFENSA DE SI HAMMÚ
De todos modos, luego, Navarro llamó a Araujo para enmendar su orden: no debía fiarse de Kaddur Namar porque algunos indígenas le habían asegurado que la cábila de Beni Said se sublevaría si abandonaba Dar Quebdani, así que ya no habría repliegue; era necesario aguantar allí. El caso es que la posición ya estaba rodeada, así que resultaba muy difícil dejarla. Ahora bien, como casi siempre, carecía de pozo ni aljibe y la última aguada se hizo el 22, por lo que la mañana del 23 Araujo envió una compañía a ocupar una casa del poblado, situada a unos 800 metros, que debía servir de baluarte para cubrir el paso del convoy de abastecimiento de agua.
Se trataba de la vivienda de un moro amigo llamado Si Hammú, que la cedió para que en ella se acantonasen los 110 soldados que mandaba el capitán Enrique Amador Asín. Él era un alicantino de 41 años, multicondecorado por su participación en la comúnmente conocida como Guerra de Melilla (1909) y cuñado de un primo de Franco, cuya compañía, la Sexta del Tercer Batallón, fue designada por sorteo. Obviamente, en cuanto estuvieron instalados empezaron a ser hostigados y no tardaron en quedar aislados tanto del pozo de agua como del campamento.
Ellos no lo sabrían, pero al día siguiente también fueron sitiadas dos poblaciones tan cercanas a Melilla como Nador y Zeluán: en la propia ciudad cundió la intranquilidad y se tuvo que improvisar una precaria defensa -apenas había 1.800 hombres para ello- ante la temible posibilidad de sufrir un asalto. No obstante, éste nunca se produciría. Según contó posteriormente Abdelkrim, el líder rifeño, lo prohibió porque temía que se produjeran desmanes por las calles y ello repercutiera negativamente en la imagen internacional de la autoproclamada República del Rif, aunque lo cierto es que esa zona le quedaba algo lejos y él no tenía control total sobre sus cábilas; más bien es probable que, ignorante de su verdadero estado, el enemigo considerase Melilla un bocado demasiado grande.
El capitán Enrique Amador Asín (altorres,synology.me)
Pero en la casa de Si Hammú tenían sus propias preocupaciones. Gracias a las apuradas y escasas labores de fortificación llevadas a cabo para compensar la falta de alambradas (aspilleras en los muros para tiradores de pie y un parapeto de piedras en la azotea para disparar tumbados), pudieron resistir los ataques de un enemigo cuyo número se incrementaba continuamente, ya que a la cábila que les asediaba, Beni Tensaret, se sumaron las de Tensamán y Beni Ulichek, dejando la proporción en torno a diez contra uno.
El capitán Amador solicitó ayuda a Dar Quebdani con banderas de señales, pero no se atendió la petición, como ya había ocurrido con las llamadas de socorro de otros sitios. Ello, a pesar de que allí distaban de hallarse en una situación tan crítica: no fueron hostilizados y los efectivos disponibles eran de casi un millar -aproximadamente el mismo número que el enemigo-, con un cuarto de millón de cartuchos de fusilería, munición de artillería y víveres para algo menos de una semana.
Con todo, la casa de Si Hammú se las arreglaba para defenderse empecinadamente, incluso combatiendo cuerpo a cuerpo cuando los rifeños conseguían acercarse demasiado, algo que podían hacer debido a que los españoles no tenían granadas de mano que los mantuvieran a distancia. Amador incluso pidió a Araujo que destruyera con sus cañones los edificios de alrededor para desalojar a los moros que disparaban desde ellas y despejar un poco el acceso a la aguada; lamentablemente, aunque se hizo, los tiradores volvieron a ocultarse entre las ruinas.
Esquema de la posición de Dar Quebdani (alcantara.forogratis.es)
Hablando de ruinas, él mismo Amador había mandado incendiar un almiar vecino para despejar el campo, lo que le hizo ganarse el reproche de su coronel porque con ello se enajenaban al apoyo del propietario, Si Hammú que, efectivamente, luego se vengaría. De hecho, Araujo criticaría dura y cínicamente al capitán años después, dejando patente el bajo novel de moral existente, que además se debilitaba al ver acudir a los supervivientes de Dar Buzian (Alcazaba Roja), la mayor parte de cuya guarnición había sido masacrada después de entregar las armas y obtener la promesa de seguridad pagando 1.000 pesetas.
No obstante, la carencia más perentoria era otra: como la misión original de la compañía consistía solamente en proteger la aguada, no llevaron consigo provisiones, dándose la ironía de que ahora no tenían qué comer ni qué beber, ya que el enemigo impedía acercarse al pozo; así llevaban dos días. El capitán envió a una docena de soldados a Dar Quebdani para recoger pan y rellenar las cantimploras, pero si bien pudieron llegar a la posición sin demasiados problemas, les fue imposible regresar.
El desánimo debió de ser peor cuando, a lo lejos, vieron las columnas de humo que indicaban que Batel y Kandussi estaban en llamas (también Segangan fue abandonada esa jornada). En suma, Araujo no sólo no hizo nada para desbloquear la casa de Si Hammú sino que pactó con un jefe moro llamado Hamed Achehur Ahssub comprarle agua por 1.000 pesetas en dos plazos, precio que debía incluir no hostilizar el campamento. El rifeño no pudo cumplir lo prometido porque los demás cabileños le amenazaron; en consecuencia, tampoco cobró el total, pero se quedó con las primeras 500 entregadas a cuenta.
Retrato pictórico de Abdelkrim, líder rifeño, realizado por Zfoustv
Por eso los cabileños conminaron a la tenaz compañía de Amador rendirse varias veces. En una de ellas, el capitán permitió aproximarse a varios jefes para parlamentar pero, al ver que detrás de ellos iban muchos harqueños armados, mandó abrir fuego y quizá ello supuso la primera paletada de tierra sobre su destino; o quizá éste hubiera sido el mismo, teniendo en cuenta como se desarrollaron los hechos del conjunto del Desastre de Annual.
En cualquier caso, el 25 de julio, mientras empezaban a desembarcar en Melilla los primeros batallones llegados apresuradamente desde la península, Kaddur Namar volvió a entrevistarse con Araujo para proponerle la rendición a cambio de garantizar la seguridad de toda la guarnición, trasladándola a Melilla en tres agherrabus (cárabos, un tipo de barco de pesca tradicional) desde la desembocadura del río Kert. La propuesta se hizo a través de un teniente prisionero, quien entregó al coronel una carta del capitán Sánchez Aparicio en la que éste le planteaba la misma solución que él había practicado en Tizi Iznoren: parlamentar comprando la integridad de todos; no mencionaba que ese pago había salvado la vida de unos pocos, pereciendo la mayoría. Parecía, no obstante, la última oportunidad de entregarse ante un adversario menos hostil que el resto.
El
coronel lo sometió a votación por escrito entre sus 29 oficiales, de los que 21
apostaron por aceptar (excepto Sanz Gracia, partidario de “morir matando”),
a pesar de que Dar Quebdani no había tenido necesidad de hacer un solo disparo
hasta el momento, con el argumento de que no tenían forma de resistir sin
comida ni agua; sí creían necesario exigir conservar las armas, pero eso era
una ilusión, así que al final se aceptaron las condiciones del enemigo. Araujo
diría después que él estaba en contra, pero otros testigos lo desmintieron. Lo
malo fue que todo acabó en la tragedia de siempre. Una vez dejados los fusiles
sobre el parapeto, como se había acordado, los rifeños se abalanzaron gritando
para cogerlos y cundió el pánico entre los soldados, los cuales emprendieron la
huida.
Guerreros rifeños
(dominio público en Wikimedia Commons)
La mayoría murieron en el intento y únicamente una veintena del total de 957 fueron hechos prisioneros, sumándose a un cabo, cuatro sargentos (entre ellos Francisco Basallo Becerra, que se distinguiría ayudando a sus compañeros de cautiverio y escribiría un libro contando su experiencia) y 12 oficiales, a los que protegió Kaddur Namar. Le pagaron 5.000 pesetas para ello y buena parte de esa cantidad era dinero que la tropa había confiado a sus superiores por considerarlo más seguro en su poder, aunque también se había entregado un duro a cada soldado para que pudiera comprar su vida si era necesario. Cuatro capitanes que habían votado en contra de rendirse murieron intentando salvar a sus hombres, al contrario que los demás, que consideraron imposible tratar de calmarlos en medio del caos.
Todo transcurrió ante la horrorizada mirada de los defensores de la casa de Si Hammú, que entendieron cuál era su futuro inmediato: resistir o morir, pues les asesinarían de todas maneras. Por eso cuando unos rifeños que aseguraban ser regulares se acercaron diciendo que les iban a relevar, fueron rechazados a tiros. Claro que la cosa no daba para más, ya que dos tercios de la compañía habían caído o estaban heridos de gravedad. El resto no pudo evitar que una nueva oleada de rifeños alcanzara la entrada y derribase el parapeto. El capitán Amador mandó calar bayonetas y se desató un dramático cuerpo a cuerpo, unos pugnando por entrar, los otros intentando impedírselo.
Restos mortales de soldados españoles junto al parapeto de Annual.
Un panorama similar al de Dar Quebdani
(dominio público en Wikimedia Commons)
Finalmente se impuso la superioridad numérica y los españoles fueron arrollados, invadiendo los rifeños el patio; allí perdió la vida Amador -a manos de Si Hammú, según aseguró éste mismo- y quedó inconsciente el siguiente en el escalafón, el teniente Felipe Casinello López, al que los asaltantes dieron por muerto; cuando despertó ya se habían ido, dejándolo rodeado de cadáveres mutilados. Casinello se fue camino de Melilla y fue recogido el 29 de julio, cerca de la Mar Chica, por unos legionarios. Ese mismo 25 de julio cayeron las posiciones de Sidi Dris, Ain Mesauda, Sbuch-Sba’a y Zoco el-Telatza, a las que siguieron luego, Afrau e Intermedia A. Y aún habrían de producirse las paroxísticas matanzas deNador, Zeluán y Monte Arruit.
A manera de epílogo, cabe añadir que el coronel Araujo no pudo ser canjeado, como esperaba hacer el cadí, porque se lo terminó llevando Abdelkrim a Axdir, donde estuvo 18 meses cautivo, siendo liberado en 1923. En 1925 fue sometido a un consejo de guerra que le condenó a 6 años de prisión y ser separado del servicio por entregar la posición sin lucha, aunque luego se redujo la pena a 6 meses y finalmente fue amnistiado.
Por
contra, al capitán Enrique Amador Asín se le concedió la Cruz Laureada de San
Fernando a título póstumo ese mismo año.
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Enrique Amador Asín estaba casado con Concepción Franco Salgado-Araujo (prima hermana de Franco)
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