Un trabajo de Esaú
Rodríguez Delgado un nuevo colaborador para BHM
Seguramente
esta frase, sacada de la obra del Quijote, le rondó la cabeza en un momento
dado al personaje del que vamos a hablar en este artículo. Pero a diferencia
del sentido del que hacemos uso (contra la Santa Madre Iglesia no hay nada que
hacer), nuestro hombre le echó redaños y salió victorioso.
Hablamos
del Capitán Alonso de Contreras (1582-1641), hombre del cual podemos saber
mucho, pues realizó un pormenorizado memorial de su vida, seguramente para ser
usado en casos de justificar sus servicios a la corona y pedir cuentas
atrasadas. Dicho memorial se conserva en el Archivo General de Simancas, aunque
es fácilmente descargables en la red y muy recomendable la lectura de sus
aventuras (este personaje es mencionado por Alatriste en la obra Corsarios del Levante, y hasta el mismo
Lope de Vega se basó en parte de su vida para la obra teatral El rey sin reino)...
Nuestro
capitán, tras múltiples y provechosos servicios a la corona, y tras haber
ayudado a la ciudad de Nola durante la erupción del Vesubio de 1631, fue
enviado a la cercana ciudad de Capua a descansar con sus hombres, tras haber
socorrido a aquella población en todo lo que pudo. Al llegar a la plaza, y tal
y como marcan las ordenanzas, procedió a preparar el alojamiento de la tropa
entre las casas de la villa, pues no era normal que hubiese una instalación
donde albergarlos a todos.
La erupción del
Vesubio en 1631. Wikicommons
|
En
cuanto al alojamiento de soldados en las casas de un pueblo donde temporalmente
se detuviese una tropa, esto es algo que no se hiciera sin control, sino que
estaba debidamente legislado desde al menos mediados del S.XIV, cuando en
tiempos de Juan II se estipularon las obligaciones de los vecinos (se puede
encontrar en la Novísima
Recopilación, N.R., de las Leyes de España,
título 19, libro 6) así como las compensaciones y penas si no hacían
frente a sus deberes, indicándose a su vez, quiénes estaban libres de prestar
esta onerosa contribución. Imaginemos hoy en día en que nos “metan” en nuestra
casa a uno, dos o hasta tres soldados, y que debamos darle cama y comida
durante un tiempo que nunca estaba claro cuánto sería. Así pues, siempre que se
podía, se recurrían a las exenciones que marcaba la ley, y frente a esto se
encontró el capitán Contreras.
Seguramente algo parecido vio llegar Capua. Augusto Ferrer Dalmau |
La
sorpresa del oficial llegó a la hora de distribuir a los soldados, pues pronto
descubre que serán los hogares más pobres los que acogerán a la tropa, puesto
que las mejores casas, las que pertenecen a las familias acomodadas, se
aprovechan de las leyes para esquivar el alojamiento. ¿Cómo era esto? Pues
nuestras generosas familias cogían a uno de sus hijos, y cuando éste tenia edad
suficiente, era ordenado en las “primeras órdenes” y acto seguido, se le
donaban todas las haciendas, si bien seguían viviendo las familias en dichas
casas. Evidentemente dichas casas quedaban como posesión de un miembro de la
Iglesia (de ahí nuestra frase introductoria), y con la normativa en la mano,
los eclesiásticos estaban libres de acoger a la tropa, tanto que las ordenanzas
hablaban de que “si se necesitare de más
cuarteles, pasen las justicias a suplicar a los eclesiásticos los admitan, y no
obstante, si no quieren hacerlo, no se les obligue a ello” (Modo de repartir los soldados en las casa de los
vecinos pecheros, y ocupadas estas, en las de Hidalgos y eclesiásticos. Ley
X, título 19, libro 6, N.R.). Pero
claro está, éstos no querían, y las súplicas no parecieron hacer mella en sus
corazones. Ante esta falta de “espíritu cristiano” nuestro hombre fue a hablar
con el Arzobispo para que mediase, pero éste los defendía, debido a los
continuos dineros y apoyos que le suponían (así lo dice Contreras, y habrá que
creerlo), indicando que, de acoger a la tropa, nada que “aquello era justo”.
Tras
haberse enfrentado con turcos, herejes, y volcanes (vuelvo a recomendar la
lectura de su vida) nuestro oficial manda salir a la tropa de las casas de los
pobres y se fue directo a la de los ricos. Lo que pasó después, se lo dejamos
contar al autor de nuestra aventura:
Quejáronse al arzobispo, y él envióme a decir que mirase qué estaba descomulgado. Yo reime de aquello. Y uno de estos clérigos salvajes, que así los llaman en este reino porque no tienen más de las primeras órdenes y son casados muchos, púsose en una yegua para ir a quejarse al arzobispo, y un soldado diole una sofrenada diciendo que se aguardase hasta que me lo dijeran a mí. La yegua no sabía de freno más que el dueño latín, con lo cual se empinó y dio con él en el suelo, que no se hizo provecho.Con todo su mal fue a quejarse, con que el obispo me envió a decir que estaba descomulgado por el capítulo quisquis pariente del diablo. Yo le respondí que mirase lo que hacía, que yo no entendía el capítulo quisquis, ni era pariente del diablo, ni en mi generación le había, que mirase que si me resolvía a estar descomulgado, que no estaba nadie seguro de mi sino en la quinta esfera (Se referirá al planeta Marte, que es como Dante lo describió en su obra), que para eso me había dado Dios diez dedos en las dos manos y ciento y cincuenta españoles. Él tomó mi carta y no me respondió más de que les envió a decir a los de los casales (Barrio de Capua donde vivían las clases acomodadas) que hiciesen diligencia con el virrey para que me sacasen de allí, que él haría lo mismo, porque no hallaba otro remedio.
Así
pues, Contreras dejó claro al Obispo que teniendo tras de sí a 150 soldados
españoles, y sus propias manos, no le temía a nadie, y sí deberían temerle y
mucho, los que con él se enfrentasen, pues tenía claro de la justicia de sus
actos, y de lo destructivo que podían ser unos soldados españoles.
Nuestro
hombre termina diciendo que al menos estuvo 40 días en casa de los ricos, y
ningún pobre sufrió el alojamiento de la milicia, y de allí fue mandando a la
ciudad de Águila, en la región de Roma, a poner orden entre aquellas gentes,
pero esa, esa es otra historia que os espera en las memorias del Capitán
Alonso de Contreras.
Suponemos que el arzobispo pensaba en esto cuando recibió la respuesta . “Saqueo de Roma”. Wikicommons |
“CON LA IGLESIA HEMOS DADO, SANCHO” Esaú Rodríguez Delgado - Bellumartis Historia Militar
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