Objetivos de la política exterior de Luís IX.

Se produce un brote de rebeldía albigense, continuación del movimiento herético del reinado anterior, la tensa situación se vio complicada con la sublevación de Raimundo de Tolosa y el apoyo brindado por el rey Enrique III de Inglaterra a los rebeldes. Gracias a la firma del tratado de París en 1259, Enrique III recibía los feudos de Cahors y Périgueaux y la posesión del territorio de Guyena, a cambio de su renuncia a Normandía, Anjou, Turena, Poitou y Maine. Un año antes san Luís había acabado con el largo litigio abierto entre Francia y Aragón por el tratado de Corbeil (1258) Luís IX renunciaba a los derechos sobre el Rosellón y Cataluña y Jaime I reconocía la soberanía francesa en el Midi. Una vez más se pondría de manifiesto la capacidad diplomática de san Luís. Será con ocasión del enfrentamiento entre el Papado y el Imperio que se había enconado por el asunto de las investiduras y regalías, junto a esto los lazos con el Pontificado serían estrechados aun más al permitir que su hermano Carlos de Anjou aceptara del papa la corona de Sicilia en 1265, aunque al mismo tiempo san Luís introducía a Francia en los complicados asuntos italianos.

Como guerrero de Cristo la gran obra de san Luís serán las Cruzadas. Inocencio IV animará a los gobernantes occidentales durante el concilio de Lyon a participar en una nueva Cruzada para la liberación de Tierra Santa pero la llamada del pontífice sólo será escuchada por el rey de Francia. La plaza de Damieta será tomada el 7 de junio, lo que motivó la solicitud de paz por parte del sultán. San Luís rechaza la oferta y espera nuevos refuerzos durante seis meses, atacando El Cairo. En Mansurah las tropas cruzadas sufren una contundente derrota a manos de los musulmanes, siendo el propio rey capturado. En 1267 el papa Clemente IV insta a una nueva Cruzada para liberar Tierra Santa de los infieles y de nuevo será san Luís quien recoja el testigo. Las naves cruzadas se dirigieron hacia Túnez en 1270. El 17 de julio la antigua Cartago era ocupada por los cruzados, hecho que fue rápidamente contestado por los sarracenos. Al empuje enemigo las tropas cruzadas debieron de sumar los estragos de la peste que acabaría con más soldados que las armas sarracenas

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