Con la derrota de España en la guerra de 1898, las Filipinas terminaron cayendo en
manos estadounidenses. La pequeña isla filipina de Corregidor resultaba ser un
enclave estratégico, pues guardaba la entrada a la bahía de Manila y su dominio
era necesario para quien desease hacer uso de la base naval de Cavite. De ahí
que durante la Segunda Guerra Mundial se produjesen duros combates por el
control de Corregidor. Con el regreso de MacArthur a las Filipinas, era
imperativo que los estadounidenses reconquistasen Corregidor.
La pequeña isla de Corregidor tenía unas dimensiones de 6 kilómetros de largo por un máximo de 3 kilómetros de ancho. Dotada de fortificaciones, cañones y eisla debería hacer frente a unas fuertes corrientes en la bahía. El extremo oriental de la pequeña isla consistía en un una zona arenosa y boscosa. Precisamente en la zona oriental se había erigido una pista de aterrizaje denominada Kidney Field.
Al
oeste de Kidney Field se alzaba la colina Malinta, con unos 100 metros de
altura, donde el túnel Malinta daba acceso a una serie de instalaciones
militares. Al pie de la ladera occidental de la colina Malinta se hallaban los
muelles, en Bottomside, y también se encontraba un pequeño pueblo llamado San
José. Más allá de Bottomside el terreno continúa ascendiendo hasta Middleside y
finalmente, alcanza su culmen en Topside, a unos 150 metros de altura. Así
pues, Topside constituía una posición estratégica desde la que se podía dominar
Corregidor.
La
toma de Corregidor no parecía un objetivo fácil para los hombres del 6º
Ejército de MacArthur, pues ya en 1942 los japoneses habían encontrado una
empecinada resistencia en la isla. Los estadounidenses habían infravalorado las
defensas niponas, estimando la guarnición en unos 850 hombres, cuando la
realidad es que los japoneses disponían de aproximadamente 5.000 defensores.
EL ASALTO PARACAIDISTA
Pese
a ser advertido de la posibilidad de un asalto con paracaidistas, el capitán
Itagaki, de la Armada Imperial, no había concedido mucha importancia a aquella
posibilidad. Así, Itagaki consideraba que la gran amenaza podía proceder de un
ataque anfibio, por lo que centró sus esfuerzos en proteger la costa.
Por
su parte, los norteamericanos planeaban un ataque aerotransportado, para lo
cual contaban con el 503º Regimiento de Infantería Paracaidísta, el 3º Batallón
del 34º Regimiento de Infantería, el 462º Batallón de Artillería de Campaña
Paracaidista, un batallón de ingenieros paracaidistas y otras unidades de
apoyo. Al frente de la fuerza de invasión se encontraba el teniente coronel
George M. Jones.
Los paracaidistas no lo tendrían fácil debido a la abrupta orografía y al fuerte viento. Se enfrentaban a un potencial número de bajas que podía rondar el 50%. Para ablandar las defensas, la aviación estadounidense había bombardeado contundentemente Corregidor. Incluso la Armada había cañoneado la isla desde el mar. Finalmente, el 16 de febrero de 1945 quedó fijado como fecha para la invasión.
A
las 08:33 horas del 16 de febrero, los paracaidistas saltaron sobre Corregidor,
aunque muchos tomaron tierra fuera de sus pequeñas zonas de aterrizaje. Los
japoneses apenas respondieron, pues habían sido sorprendidos, mientras que los
estadounidenses, entrenados para actuar de manera ofensiva, sin perder la
iniciativa, silenciaron un puesto de observación cerca de los acantilados de
Breakwater. Precisamente en ese puesto de observación perdió la vida el capitán
Itagaki, que comandaba la guarnición nipona.
Sobre las 09:45 horas los paracaidistas ya habían consolidado el dominio sobre sus zonas de aterrizaje. El siguiente paso de la invasión ya estaba en marcha y el 3º Batallón del 34º Regimiento de Infantería marchaba a bordo de las lanchas de desembarco, directo hacia Corregidor. Los defensores japoneses se enfrentaban a una doble amenaza, pues tenían que combatir a los paracaidistas mientras la infantería enemiga se aproximaba desde el mar.
DESEMBARCO NAVAL Y CANCELACIÓN DEL SEGUNDO SALTO
Superados
por la situación, los japoneses reaccionaron de manera torpe y la infantería
estadounidense desembarcó, haciéndose con el control de la colina Malinta.
Llegadas las 12:40 horas, más paracaidistas saltaron sobre Corregidor. Ahora
bien, el teniente coronel Jones decidió cancelar el lanzamiento del 1º Batallón
del 503º Regimiento de Infantería Paracaidista, que terminó desembarcando en
Bottomside al caer la tarde del 17 de febrero.
Si
bien los norteamericanos dominaban la superficie, la verdadera amenaza
aguardaba bajo tierra, donde los japoneses aguardaban dispuestos a luchar hasta
el último aliento. Para la guarnición nipona, la mayor deshonra era ser hechos
prisioneros, por lo que consideraban mucho más honorable morir en combate.
Mientras los paracaidistas limpiaban los escondrijos y fortificaciones enemigas en Topside, la infantería se encargaba de despejar la colina Malinta. Para tal propósito se coordinaban con la Armada y la aviación. Tras ellos, los soldados de pie procedían al ataque y, en caso de no ser suficiente, recurrían a los cañones de 75 milímetros del 462º Batallón de Artillería de Campaña Paracaidista.
RESISTENCIA Y CARGAS BANZAI
La
situación de los japoneses en sus fortificaciones subterráneas era terrible,
pues eran abrasados por los lanzallamas y, si se negaban a rendirse, las salidas
eran selladas por los norteamericanos con cargas de demolición.
Sobre
las 02:00 horas del 19 de febrero una monumental explosión sacudió Corregidor.
Los japoneses habían volado uno de sus depósitos de municiones al norte de
Breakwater Point. Varios paracaidistas estadounidenses murieron y resultaron
heridos. El propósito suicida de los nipones era distraer a los estadounidenses
para emprender una contraofensiva y reconquistar Topside.
Una
avalancha cayó sobre los paracaidistas, que combatieron furiosamente cuerpo a
cuerpo. Interminables oleadas de japoneses emergían de la nada. Incluso el
teniente coronel Jones y su ayudante, tuvieron que desenfundar sus armas cortas
y hacer fuego contra el enemigo.
Con
la llegada de la luz del día, los japoneses continuaban resistiendo en una
construcción de hormigón en Topside, al norte de los barracones. Para desalojar
a los nipones, se recurrió a los cañones del 462º Batallón de Artillería de
Campaña Paracaidista, que lanzaron un mortífero diluvio de proyectiles incendiarios
y explosivos.
Los
arduas y sangrientas tareas de limpieza prosiguieron en lugares como Topside,
la colina Malinta y Middleside. Sin embargo, inquietantes documentos japoneses
fueron a parar a manos del teniente coronel Jones. Los japoneses tenían todo un
arsenal oculto bajo tierra. La isla de corregidor era una gran bomba a punto de
estallar, pues bajo la superficie, los nipones disponían de 35.000 granadas de
artillería, 80.000 granadas de mortero, 93.000 granadas, numerosas municiones
para armas cortas e importantes cantidades de dinamita.
El 23 de febrero de 1945, a las 21:30 horas, una descomunal explosión retumbó en todo Corregidor. En la colina Malinta las llamas emanaban de las aberturas de los túneles y las rocas eran proyectadas. La noche continuó con nuevas explosiones, aunque de menor envergadura. Los nipones habían tratado de provocar una gran explosión para desconcertar a los norteamericanos y hacerse con el control de la colina Malinta, pero todo lo que consiguieron fue la muerte muchos japoneses como consecuencia de una gran detonación mal controlada. Nuevas explosiones resonaron en Corregidor, se trataba de soldados japoneses suicidándose.
El
24 de febrero los estadounidenses continuaron avanzando hacia el extremo
oriental de la isla, respaldados por la Armada y la aviación. Al anochecer, los
comandantes de compañía se reunieron para recibir instrucciones. Los japoneses
comenzaron a lanzar granadas de mortero. Los estadounidenses, conscientes de
que se trataba del preludio de un ataque japonés, pidieron apoyo a un
destructor, que iluminó las posiciones enemigas. Una fuerza de 600 japoneses
había sido descubierta. La artillería del 462º Batallón batió con furia a los
apelotonados japoneses y el 1º Batallón del 503º Regimiento de Infantería
Paracaidista también abrió fuego.
Al día siguiente el avance prosiguió a través de Corregidor. Algunos defensores intentaron escapar a la isla Caballo y a Bataan, pero casi todos perecieron en el intento. La resistencia japonesa cada vez era menor y todo hacía presagiar que la batalla de Corregidor tocaba a su fin. Pero, en Monkey Point, una gran explosión volvió a reverberar en la isla. Una nueva lluvia de piedras y fuego causó estragos entre los paracaidistas más cercanos a la explosión. Los japoneses habían vuelto a detonar una gran cantidad de explosivos. El resultado de la detonación fue un enorme cráter en la superficie.
El
3º Batallón del 503º fue enviado para alcanzar el extremo oriental de la isla.
Tan solo unos pocos japoneses continuaban con vida, ocultos en sus escondrijos.
Solamente 20 japoneses fueron hechos prisioneros, el resto habían perdido la
vida. Por el contrario, los estadounidenses habían sufrido más de 200 muertos.
El
2 de marzo de 1945, el general MacArthur regresó a la isla y, con el deber
cumplido, el teniente coronel Jones le entregó la fortaleza de Corregidor.
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